La humanidad, como nunca antes, tiene enfrente uno de sus mayores desafíos, lograr sistemas educativos capaces de resolver los problemas del entorno que brinden la información necesaria, de acuerdo a las capacidades de cada país y cada región; transformar a las personas que cambiarán a la sociedad; avanzar a realidades nuevas como la IA, que está conviviendo con nosotros y que sobrepasa nuestra velocidad de entendimiento y dominio; cerrar las brechas sociales que ha dejado la pandemia de COVID – 19 y por supuesto, que además de formar bachilleres o más profesionales, entregue mejor seres humanos, más éticos, más responsables y con altas calidades científicas.
Pero Según los informes de la Unesco y del Banco Mundial, los retos son muy grandes para iniciar de inmediato. Por ejemplo, uno de ellos tiene que ver con la “pobreza de aprendizaje”, definida como “el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un relato simple, que podría haber crecido de 51% a 62,5%. Esto podría equivaler a 7,6 millones adicionales de niños y niñas en educación primaria ‘pobres de aprendizaje’ en América Latina”. Ante estas cifras es imprescindible actuar de manera urgente para revertir la situación.
Los países de esta región deben seguir mejorando la reapertura segura y efectiva de las escuelas a nivel nacional, con el financiamiento necesario y las herramientas para que puedan continuar sin inconvenientes. “Esta es la peor crisis educativa jamás vista y nos preocupa que pueda tener consecuencias graves y duraderas para toda una generación, en especial entre los sectores más vulnerables”, dijo Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. “Los gobiernos deben actuar en forma urgente para recuperar el terreno perdido y aprovechar la oportunidad para mejorar los sistemas educativos con las nuevas tecnologías.”
Para enfrentar la crisis de aprendizaje, los países deben, en primer lugar, abordar la falta de información sobre este, evaluando los niveles de los alumnos.
Para prevenir la acumulación de pérdidas de aprendizaje, una vez que los niños han regresado a la escuela, se deben adoptar programas que consistan en estrategias basadas en evidencias veraces y no solo conceptos o planeaciones curriculares, mucho menos, informes de calidad.
Otro de los desafíos actuales es que el plan de estudios se ajuste a las condiciones necesarias de importancia de los aprendices o estudiantes; este debe ser motivador, aún más, después de dos años de estar viendo sus áreas de conocimiento por medio de redes, si en el mejor de los casos tenían acceso. Se deben realizar estrategias de técnicas probadas que promuevan un aprendizaje fundamental y sean apropiadas al contexto, consolidar los currículos, ampliar el tiempo de instrucción y hacerlo más eficiente, a través de una instrucción focalizada, pedagogía estructurada, tutoría en grupos pequeños y programas autodirigidos, dice la Unesco en su informe final de 2021.
No debemos perder la importancia de mirar la parte emocional de nuestros estudiantes y comunidad educativa en general. Ahora que volvimos a las aulas es evidente; las personas perdieron la motivación de regresar a la presencialidad, aunque hay cierta expectativa de volver a encontrarse y estar en los espacios de construcción académica.
También es cierto que descubrimos que podemos hacer lo mismo con herramientas tecnológicas, que ahorran dinero, tiempo y espacio. Para reconstruir mejor, se requiere que los países evalúen qué tan efectivas son sus políticas de respuesta dirigidas a mitigar la pérdida de aprendizaje y que analicen su impacto sobre la equidad, con el fin de usar lo aprendido y seguir mejorando.
Es deber de nosotros construir horizontes de futuro, pero con investigación, ciencia, ética y moral.
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