El domingo 21 de febrero el expresidente César Gaviria Trujillo sorprendió con la noticia que publicaría sus Memorias, las que, según confirma, el primer tomo arrancaría desde su campaña presidencial, lo que significa que serán estrictamente gubernamentales y no incluye el aspecto familiar, estudios académicos, etc., y también difiere de otras Memorias en que las publicará en vida y dando nombres de protagonistas de la vida nacional que han hecho cosas non santas.
Gaviria se llena de valor y les marca el camino a los futuros expresidentes.
De todas maneras en el siglo XIX este tipo de documentos fueron comunes en expresidentes o presidenciables que no coronaron.
En 1857 se publicaron en París las Memorias del general José Hilario López, documento importante porque desde joven el general López participó en la guerra de Independencia, la consolidación de la
República, la libertad de los esclavos y el inicio de la Comisión Corográfica.
En 1869 se conocieron en París las Memorias del general Santander donde dice que la vida de los hombres públicos debe escribirla gente imparcial y no hombres apasionados.
En 1894 Salvador Camacho Roldán, considerado uno de los fundadores de la sociología en Colombia, publica sus Memorias, muy consultadas y recomendadas. Su tumba en el cementerio Central, de Bogotá, da grima.
Son conocidas también las Memorias de José María Obando que no registran los hechos acaecidos en su gobierno y el golpe de Melo.
El general Tomás Cipriano de Mosquera no dejó Memorias, pero sí un libro que publicó en Lima (1868) titulado “Cosmogonía. Estudio sobre los diversos sistemas de la creación del universo y de los adelantos hechos en las ciencias en los últimos tiempos”, que don Sergio Arboleda no tardó en demostrar, con pruebas fehacientes y confrontando documentos, que era un plagio del tratado de astronomía del francés Amédéé Victor Guillemin.
En el siglo XX conocemos las Memorias de Carlos Lleras Restrepo, once tomos de recopilación de documentos escritos a lo largo de su vida política hasta mediados del siglo XX; las de Alberto Lleras Camargo –Mi gente-, que él califica de “seudomemorias”, donde también entra a analizar la conveniencia de publicarlas en vida y cita a Chateaubriand cuando le dice a sus amigos que sus Memorias “no serán confesiones penosas para mis amigos”, y, finalmente, las de Alfonso López Michelsen que resultaron un fiasco por incompletas e inorgánicas, por lo menos el primer tomo.
Las Memorias que ahora anuncia el expresidente César Gaviria parece que sí serán “penosas para mis amigos”, porque las publica en vida y con nombres propios de protagonistas que aún viven y participaron en hechos de la vida nacional que todavía están en investigación; y el contraste de estas Memorias gaviristas con las de los dos “Lleritas” -Carlos y Alberto- y las de López Michelsen es que arrancan desde la muerte de Luis Carlos Galán Sarmiento, la campaña, su gobierno y hechos posteriores, y las de aquéllos se centraron en su vida familiar y algo de lo político.