Hay en la vida de los pueblos personas que prestan servicios valiosos y desinteresados a la comunidad, o mejor, a la institucionalidad, esperando que su trabajo sea debidamente reconocido, como debe ser. Una de esas personas es Miguel Ángel Rodríguez Gutiérrez, quien en todas las manifestaciones patrióticas que se realizan en Villa del Rosario, principalmente, lo vemos representando muy en serio el papel de Simón Bolívar.
Tengo la íntima convicción que propios y extraños, amigos y conocidos, cuando lo ven en la representación formal del prócer de la Independencia sonríen imperceptiblemente, pero desconocen la calidad de persona que es Miguel Ángel, bien como particular o cuando encarna al Libertador. Como también desconocen su formación académica y su aplicación al mundo de las letras, especialmente en la poesía. Lo visité en su casa del barrio Fátima, antiguo barrio La Pesa, en Villa del Rosario, y en el solar amplio de su casa me contó que estudió el ciclo fundamental de filosofía por espacio de tres años en el Seminario Mayor diocesano San José, en Cúcuta, de donde fue expulsado porque, según la dirigencia de la institución eclesial, “era un peligro para la Iglesia, por decir lo que pensaba”. En la UFPS graduó como Licenciado en educación básica con énfasis en educación artística; y en el SENA graduó como Técnico en expresión para las artes escénicas, donde sorprendió con su trabajo de grado al llevar a cortometraje “La metamorfosis”, novela de Franz Kafka. Su formación como teatrero lo llevó a obtener el Premio Nacional de Teatro, en Sucre, en 2001.
Miguel Ángel también se ha dedicado a la poesía, donde ha obtenido grandes satisfacciones, con el seudónimo Ángel Crüx -con diéresis-, pasión que heredó de su madre -doña Ismenia Gutiérrez-, una señora octogenaria, lúcida, inmóvil y convencionista, a quien basta con incitarla para que demuestre su afición poética con composiciones de su propia cosecha, especialmente la que dedicó a su hijo Miguel Ángel, quien le siguió los pasos y ha obtenido el Premio “Eduardo Cote Lamus”, en 1989; el Premio Departamental de Poesía, en 1994, del Fondo de Mixto de Promoción de la Cultura y las Artes, en la época de doña Pilar de Brahim; la Casa de Poesía Silva, entonces dirigida por doña María Mercedes Carranza, lo incluyó entre “Los 100 nuevos nombres de la poesía colombiana”, y aparece reseñado en cuatro Antologías colombianas y una internacional. Cuando esta última fue publicada se hizo simultáneamente en la Feria Internacional del Libro Ciudad de Nueva York, Bogotá y en Ciudad de México. A todo lo anterior, y por su representación del personaje Bolívar, hay que agregarle documentales en Telesur, Señal Colombia y televisión local. Y ese personaje de Bolívar surgió en 1997, en la UFPS, cuando reemplazó a un bailarín que no se presentó.
Todo eso está muy bien, pero Miguel Ángel espera que su buena voluntad no sea sinónimo de comicidad, y que la institucionalidad, a la que tanto le sirve cuando desea mostrar resultados, valore su trabajo y le entregue una contraprestación que le permita satisfacer sus necesidades vitales y la de la familia a su cargo: madre, hermana y sobrinas, porque con placas y reconocimientos no lleva alimento a la mesa.
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