La atención mundial se centra en el puente internacional de Tienditas, hoy Puente de la Unión, por la llegada de los camiones cargados de la ayuda humanitaria con destino al vecino país para mitigar el hambre de un pueblo oprimido por un régimen despótico, que inmisericordemente dilapida los recursos de las arcas publicas a su antojo y sume en la miseria a su gente.
Estoy de acuerdo con colaborar en mitigar el desastre antrópico del vecino país, pues la solidaridad del mundo debe estar con el pueblo venezolano. Sin embargo, no estoy de acuerdo en que siendo Cúcuta y su área metropolitana la región más afectada por la diáspora de venezolanos, no se le preste ningún tipo de atención; Cúcuta enfrenta una verdadera crisis humanitaria como efecto colateral de la situación que atraviesa el vecino país.
Las estadísticas del gobierno nacional, suelen minimizar la verdad social a su antojo, dando cuenta de más de cien mil venezolanos en esta zona de frontera, lo cual no corresponde a la realidad, que es superior y su efecto perverso se siente en el ambiente. Indigencia, prostitución, drogadicción, inseguridad son solo algunos de los problemas que han venido en ascenso en nuestra ciudad. Pero tras ello se esconde una realidad social que encuba una problemática aún mayor, que de no ser atendida de manera inmediata afectará a la zona de frontera de manera absolutamente grave.
La tensión social propia de la llegada desbordada de personas sin capacidad adquisitiva alguna, aumentan ostensiblemente los cordones de miseria de nuestra ciudad, sin saber a ciencia cierta qué van a hacer para sostener a sus familias acá y en Venezuela. La ley del rebusque los obliga a hacer todo lo que se pueda, licito e ilícito. Cúcuta no resiste más.
A los venezolanos debe dárseles estatus de refugiados y su atención debe correr por cuenta de los recursos internacionales y no como lo estamos haciendo ahora que con nuestros propios y escasos recursos tenemos que atenderlos obligatoriamente, llevando a una crisis financiera a entidades como los Hospitales que no resisten el impacto económico de la problemática social. Ahora bien, no solo los venezolanos en nuestro territorio deben ser atendidos, también los cucuteños que ven impávidamente cómo la mano de obra barata los desplaza y les quita oportunidades laborales agudizando las altísimas tasas de desempleo de nuestra ciudad, las cuales no reflejan la realidad pues siguen teniendo en cuenta plazas de empleo versus personas con trabajo, desconociendo que los colombovenezolanos han dejado a los cucuteños sin trabajo.
La extrema necesidad del pueblo venezolano, está siendo mitigada con la escasísima oferta laboral y de ingresos de nuestra debilitada área metropolitana, y en consecuencia desplazando a nuestra gente y arrastrándola a una situación similar a la que ellos viven. Por eso mi grito de protesta a las autoridades locales, nacionales e internacionales, es: necesitamos ayuda humanitaria para Cúcuta, YA.