Adrian Bardon en su libro “La verdad acerca del negacionismo” dice que es perfectamente normal el hecho de que una persona acepte o niegue la evidencia fáctica dependiendo del grupo al que pertenece. Contrario a lo que uno intuitivamente esperaría, el negacionismo no es producto de la ignorancia y, de hecho, se manifiesta igualmente entre personas con muy alta educación que a partir de ella, tratan de justificar la negación de la realidad fáctica.
Esto es parte del proceso de evolución humana, ya que la necesidad de pertenecer a un grupo y ser identificado como parte de él, es la base misma del clan o la tribu.
En los Estados Unidos se está dando actualmente una situación que es tema de estudio para los sociólogos. Los Estados Unidos no son un solo país, sino son una federación de países con sus propias constituciones y órganos de Gobierno tanto ejecutivo, como legislativo y judicial, unidos en un solo sistema federal con un único presidente y unas leyes federales que las estatales deben respetar. En aquellos Estados, en los que ha predominado el pensamiento republicano conservador no se ha aceptado el confinamiento y de hecho, se cree por parte de los miembros de ese partido que la pandemia no es sino una invención de los enemigos de los Estados Unidos.
Y es precisamente en esos Estados en los que se está propagando la COVID-19 de manera descontrolada ante la decisión de sus gobernadores de mantener la economía abierta. Por el contrario, en los Estados demócratas más liberales se ve la pandemia como un hecho que atenta contra la vida y la economía y aceptan el confinamiento, como en el caso de Nueva York, para impedir su propagación y disminuir el número de contagiados y muertos.
El negacionismo caracteriza a Donald Trump y en el propio Senado, los republicanos se opusieron a usar tapabocas diciendo que su uso se debía a miedos irracionales. Negacionismo basado en ideología lleva a politización de los hechos. Y desemboca en la indisciplina social que contribuye a la expansión de la pandemia.
En Colombia, la indisciplina social se manifiesta según las clases sociales a las que se pertenece, a las necesidades económicas de los sujetos y a la percepción del peligro que representa el SARS-CoV-2.
En el primer día sin IVA se vieron aglomeraciones de personas, muchas sin tapabocas, comprando como si los electrodomésticos se fueran a acabar y esta fuera la última oportunidad de adquirirlos. No se puede entender que cuando la economía sufre su peor contracción de los últimos 20 años y son millones quienes se han quedado sin empleo, se hayan movido 8 billones de pesos en compras en todo el país.
En una reciente columna, Juan Manuel Ospina señaló que de 8.000 comercios que ofrecieron sus productos, solo 65 presentaron desórdenes. Pero esos 65 son precisamente las grandes superficies con ofertas de electrodomésticos. Aquí se da el caso de la negación de un hecho evidente: las familias no tienen recursos, la cifra de desempleo se ha disparado pero la tarjeta de crédito le permite mantener la ilusión de que pese a los hechos reales, podrán pagar su deuda en varios años.
Las personas que viven del rebusque encuentran que no tienen alternativa. Como lo decía una vendedora de un puesto de revistas en Bogotá al comenzar el confinamiento: “o me muero de hambre o me mata la enfermedad”. Y con esa certeza tienen que salir a la calle, esperando que con un tapabocas a veces mal usado, puedan comer y sobrevivir a la epidemia.
Y está el negacionismo individual, sobre todo en los jóvenes. Tenemos estudios que muestran que ellos reconocen el peligro global, pero están seguros de que personalmente no se infectarán. El maestro Echandía sentenció: “los hechos son tozudos”. Pero, entre más educados, más argumentos tendremos para negarlos cuando no se acomodan a nuestra ideología. Y el resultado será la indisciplina social por clases y coyunturas.