No le hace bien al país tener altos dignatarios con ligereza de boca, que solo emiten conceptos para pantallear y que se acostumbran a lanzar frases polémicas para distraer la atención y generar discusiones de cafetín. Al parecer la ministra del Interior, Alicia Arango, se está entrenando de manera decidida en ese nuevo reto.
Antes de partir de la cartera de Trabajo, donde debería primordialmente velar por ese derecho fundamental de todos los ciudadanos, se despidió con la insólita frase de desprestigio profesional a los ingenieros de sistemas, a los cuales redujo a dos horas útiles laborales diarias, pues en su consideración tal vez estos profesionales sólo se utilizan para arreglar el computador cuando éste falla. No pretendo defender de oficio a los ingenieros de sistemas, pero no podemos aceptar que una ministra de trabajo reduzca la capacidad profesional de nadie. Un ingeniero de sistemas puede dar a la organización empresarial las herramientas gerenciales que permitan digitalmente mejorar los procesos y garantizar la adecuada toma de decisiones.
Que los altos ejecutivos usen el computador para hacer oficios y ver el Facebook, no significa que la tecnología y la inteligencia artificial no avancen, sólo que no la conocen. Recordemos cómo una simple aplicación gratuita como el Whatsapp falló algunas horas y casi se paraliza el mundo. Qué tal si los ingenieros ya hubiesen salido de trabajar sus dos horas, serían veinticuatro interminables horas esperándolos para que se reiniciara, no el computador, ni el celular, el mundo.
Lo cierto es que siendo la titular del trabajo, no defendió el derecho al trabajo de los ingenieros, por el contrario lo minimizó, lo cual es un contrasentido. El país polemizó por un rato y la discusión no quedó sino en un vainazo de la ministra a los ingenieros, incluso a esta alturas no sabemos qué fue lo, que quiso decir, pues en medio de la polémica se despidió de la cartera y se fue a regentar la cartera de la política, pero en especial, la que debe propender por la defensa de los derechos humanos en el país.
Esta semana vuelve a sorprender con un nuevo e inusitado comentario, salido de quien fuera nuestra representante ante las naciones unidas en alguna época y hoy la encargada de velar por el respeto de los derechos humanos en Colombia desde el gobierno. Ha comparado las cifras de muerte de los defensores de derechos humanos con las muertes producto del hurto de celulares, lo que a todas luces es inaudito y se constituye en una afrenta para quienes aun con su vida han defendido el imperio de la ley y el catálogo de libertades individuales.
En Colombia según Front Line Defenders, más de 100 defensores de Derechos Humanos son asesinados anualmente (informe 2018), cifra que contrasta con los 26 en Brasil que es el segundo país en Suramérica o 5 de Venezuela. Esto no es un chiste, es una triste y dolorosa realidad que no puede ser objeto de burla por un alto dignatario. Claro que mueren más personas por hurto de celulares, ministra, pues es el desenlace fatal de la rampante inseguridad en que vivimos, pero perder la vida por defender los derechos humanos es inaceptable y debería generar el repudio colectivo y no la aceptación minimizando la cifra.
Lo triste del caso, es que estas declaraciones anteceden de manera premeditada la presentación del informe de parte del Relator Especial de la ONU, Michel Forts, cuya conclusión es fuerte: “Colombia sigue siendo el país con el mayor número de personas defensoras asesinadas en América Latina, y las amenazas en su contra se han disparado, en un contexto de altos índices de impunidad”.
El peligro de las declaraciones cantinflescas de un alto funcionario, es que lo que dice puede ser lo que realmente piensa el gobierno. En Colombia no debería morir un solo defensor de derechos humanos.