No es fácil ser positivo en medio de tanta adversidad, debo reconocer que la esperanza es lo último que se pierde pero desafortunadamente hemos tocado fondo en todos los aspectos y lo único que nos queda es mirar hacia arriba, pues más fondo no hay. Si hiciéramos un inventario de cosas malas o escándalos en nuestra región sencillamente no alcanzarían los escasos renglones de esta columna para tan solo enunciarlos. Quizá el sensacionalismo generaría un deseo por saber más de cada una de esas circunstancias y eso no contribuiría en nada a cambiar la situación.
Me quiero abstraer hoy de tanta noticia mala de corrupción, de desesperanza, de indignación y quiero motivar a quienes dedican un minuto para leer esta columna, invitándolo a construir juntos, a mantener la cabeza erguida pese a las circunstancias y a creer que lo mejor está por venir. Cúcuta es y seguirá siendo la ciudad de la Esperanza, no podemos doblegarnos ante la adversidad rampante por la que atravesamos y la forma que tenemos de seguir adelante es creyendo que lo vamos a lograr.
Tenemos una nueva oportunidad en los planes de desarrollo municipales y departamental, de incluir verdaderos proyectos de desarrollo económico y social, que de manera innovadora nos permitan dar en el blanco de la inversión pública y trasformar las condiciones de nuestra ciudad y departamento. No se trata de elaborar una lista de necesidades para atender con exiguos presupuestos fiscales, por el contrario sentemos las bases de la trasformación de la región. Se requiere empuje y deseo de salir adelante. Hay muchas formas de hacerlo y no necesariamente debe ser a través de cuantiosos recursos.
No desperdiciemos el poder del acuerdo, identifiquemos un derrotero que marque la senda del camino a seguir y trabajemos juntos en ello. Quitémonos las vestiduras roja, azul, verde o de cualquier color partidista y juguémonosla por Cúcuta y Norte de Santander. Unamos esfuerzos entre sectores públicos y privados, de mano de la academia y demos una lección de coherencia política y social para alcanzar metas y brindar nuevas y mejores oportunidades a las futuras generaciones.
Quiero seguir proponiendo un gran pacto por la productividad y la competitividad para la región, elevemos los estándares de ciencia y tecnología y encontremos en la innovación nuestro mejor aliado. Nunca será tarde para comenzar, pero para ello es necesario dejar de lado las diferencias conceptuales y procurar un consenso generalizado. Los que tienen la capacidad para convocar a este tipo de ejercicio son los gobernantes. Pero se requiere más que un documento base de discusión, que termine siendo aplaudido por los participantes y criticado en su ejecución. Necesitamos definir ya y sin dilación, la agenda de desarrollo de los próximos años, no la lista de necesidades para atender de los próximos 4 años.
Juntemos voluntades, lleguemos a acuerdos, diseñemos una agenda de desarrollo prospectivo, logremos un gran pacto por la productiva y la competitividad de la región, pero sobre todo no desperdiciemos la oportunidad de cambiar la realidad regional.