No hay antecedentes recientes de un colapso en la entrega de pasaportes en Colombia. A pesar de la capacidad de atender más de 2.200 entrevistas diarias, en diciembre del 2020 la Cancillería no dio abasto. En una expansión de capacidades sin precedentes, aún al pasar a atender 4.000 personas diarias en enero, no hubo manera de satisfacer los ciudadanos. Tan represada es la demanda que ya se sabe de ventas fraudulentas de citas. Esto, sin contar las anécdotas de listas de espera de más de un año en embajadas para solicitar visas.
Es difícil estimar el éxodo real de colombianos ya que muchos viajan bajo la modalidad de turista y se quedan. La Cancillería estima que puede haber entre 4.7 y 5.0 millones de colombianos en el exterior. Si contáramos segundas generaciones la cifra podría ser el doble. EE. UU, España, y Venezuela concentran el 75% de ellos. Dado que representan cerca del 10% de la población del país, juntos serían la segunda ciudad más grande de Colombia. La sensación de 90% del país que Colombia va por mal camino, nos debería preocupar. Si los ciudadanos deciden migrar, Colombia debe hacer mejor su tarea con la diáspora.
El año pasado enviaron cerca de US$10,000 millones en remesas, el estímulo más importante de toda la pandemia. Esto sin mencionar el no cuantificado aporte de inversión y turismo inducido por nuestra diáspora. Migración Colombia o alguna entidad dedicada, debería responsabilizarse de atender a los nuestros en el exterior. Mucho hacemos por los que entran, pero no suficiente por los que se van.
Para empezar, digitalizar en lo posible los trámites en consulados permitiría limitar el esfuerzo presencial y reducir costos. Junto a esto, mayor énfasis debe hacerse en convenios que faciliten la convalidación de títulos académicos cuyos trámites pueden tomar años.
México, por ejemplo, creó el IME, una cédula consular que da acceso a servicios, incluyendo salud o envío de remesas, a los migrantes en estados como California. El país debería modernizar su cédula consular para que ofrezca servicios y permita comunicación de doble vía. Nuestros convenios deberían ser por lo menos con la Florida, New York/New Jersey, Madrid, y Barcelona.
Tener un vínculo directo con los colombianos en el exterior debería incluir los de segunda generación. Estos podrían ser el foco de campañas de turismo, apelando a la nostalgia y patriotismo que existe en la comunidad. También son un mercado cautivo para exportaciones que generan suficiente demanda para abrir nuevos mercados. El intercambio cultural y académico se podría nutrir de miles de colombianos que les gustaría aportar, pero no saben cómo. El representante del exterior y la doble nacionalidad fueron pasos inmensos, pero se requieren nuevas iniciativas.
La pérdida de cerebros que migran al exterior es una tragedia para el país, que hacemos aún más grave olvidándonos de ese migrante, casos de éxitos hay por docenas de miles. Es natural que haya un grupo que por formación académica o avances de su carrera migren temporal o permanentemente fuera del país. Lo triste es que no creemos oportunidades en Colombia para que muchos de ellos se queden. La diáspora es cenicienta en las votaciones, pero representa una oportunidad económica descomunal. No se debe seguir ignorando.
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