El congreso de exportadores de café (Asoexport) que deliberó en Cartagena la semana pasada, sirvió para demostrar algo importante: soplan nuevos y saludables vientos en la Federación de Cafeteros.
Esto se observa con relación a la llamada Misión Echavarría que convocó la administración Santos en el 2012 para que, con una óptica independiente, presentara sugerencias a fin de adecuar la compleja organización cafetera a los requerimientos del siglo XXI.
Inexplicablemente, la anterior administración de Fedecafé engavetó las conclusiones de este informe; y en vez de discutirlas desprevenidamente como era lo natural, resolvió irse lanza en ristre contra ellas cuando ni siquiera se habían divulgado debidamente. Esto creó un malestar y reticencias injustificadas entre el gremio, el Gobierno, y la misma opinión pública. Simplemente por atacar un informe que nunca se divulgó.
La nueva administración de la Federación ha rectificado dicha metodología desacertada. La discusión del informe se ha comenzada a hacer con naturalidad democrática. Algunas de sus conclusiones ya han sido implementadas (como es el caso de la eliminación del llamado cruce de contratos de venta de los exportadores), y otras se han rechazado con firmeza pero sin estridencias (como la recomendación que conducía, en la práctica, a la eliminación de la garantía del precio de compra, pieza angular de toda la organización cafetera colombiana).
Otras recomendaciones se deberán analizar en las semanas venideras antes de renegociar el contrato de administración del Fondo Nacional del Café.
Afortunadamente la producción de café se ha recuperado en Colombia, a pesar de que actualmente sufre serias amenazas por el grave verano que experimenta el país.
Hace cinco años estábamos bordeando el peligrosos umbral de los ocho millones de sacos. Hoy estamos por encima de los trece millones. Esto se debe a los buenos resultados de la política de renovación de cafetales que puso en marcha con dinamismo la administración Santos desde la primera hora.
La tasa de cambio se ha recuperado y el precio, aunque inestable, está mejor que cuando en momentos difíciles se organizó el llamado PIC que, hoy, por supuesto, no se justifica.
El gran reto de la caficultura colombiana hacia adelante es doble: de un lado, recuperar índices de productividad que- como bien lo advierte la Misión Echavarría- se han quedado protuberantemente rezagados frente a lo que se observa en otros países tales como Brasil y Viet Nam. En ciertas regiones cafeteras, además, la disponibilidad de mano de obra comienza a representar un delicado problema.
Pero de otro lado, es indispensable que el gremio cafetero comprenda que no puede seguir viviendo apoyando a las muletas del presupuesto nacional. Tiene que hacerse más autosuficiente para enfrentar los inmensos retos que le esperan en los años venideros. Y la única manera de hacerlo es teniendo más ingresos propios, los cuales, indefectiblemente, tendrán que provenir de una alza en la tasa de la contribución cafetera.
Este es el gran tema que está pendiente hacia adelante. Si algún día se quiere volver a ver al Fondo Nacional del Café con capacidad de actuar como un verdadero Fondo de estabilización del ingreso de los cultivadores, que es su razón de ser original y que hoy ha dejado cumplir, tendrá que analizarse con gran sindéresis la elevación de los actuales niveles de la contribución cafetera. Asunto controversial pero insoslayable.