Aunque esta nota fue escrita tan sólo seis días después de iniciar las Olimpiadas y diez antes de terminar, tal vez suene a trasnochada, o casi, porque cuando usted esté leyendo estas líneas, los Juegos de París, si no han acabado estarán en la recta final, acercándose a la meta, o llegando más alto, tal como reza el lema de la competición: “citius, altius, fortius” o más rápido, más alto, más fuerte (aunque “altius” en realidad es “más profundo”, ¿a qué deporte haría referencia?) Sea como fuere, se le sugiere al Comité agregar algunos latinajos al eslogan: “chilletias, eternus, carisimum”. No es que haya visto muchas competencias, pero una muestra marca una tendencia, como en las encuestas.
“Chilletias”, porque he visto estallar en llanto desconsolado y desconsolador a yudocas, triatletas, gimnastas y practicantes de la natación, aunque de estos últimos no sé si serían lágrimas o agua de la piscina o del Sena, que según cuentan la van a envasar en botellas ultraecológicas, para deleite del personal sediento; es decir, de cierto personal parisino sediento de que desaparezcan por fin tanto deportista sudoroso y sin perfume, y que al ingerir el H2O (y otras moléculas) ahí sí, lloren por la disentería y no por el hecho circunstancial de ganar o perder. Y que beban también esa caterva de turistas alelados, que no saben francés (nadie sabe francés si no es francés) y se quejan de que los locales son muy antipáticos.
“Eternus”, porque, al parecer la primera competición de las justas es entre las ciudades organizadoras, que apuestan por cuál hará la ceremonia inaugural más larga de la historia. Solamente ver galopar a un caballo metálico surcando esas aguas con una gendarme encima y a lo largo de seis kilómetros desde el Puente de Austerlitz hasta llegar a la Torre Eiffel, fue una delicia, sin hablar del aguante que fue escuchar a Lady Gárgara, y ver a un bobo (perdón, debe ser muy listo) bailando sólo y que confieso no sé quién es, pero deseo saberlo, para ofrecerle un trago de agua. Y soportar otra vez –ya la cantaron en Tokio– “Imagine” de John Lennon; no sé si no nos hemos convencido de que los deportes supremos de la humanidad son las guerras y la desigualdad.
“Carisimum”, porque París es carísimo. Siempre. Toulouse-Lautrec casi se muere de hambre (porque todo estaba carísimo), pero lo salvó la sed. Según los informes, los juegos 2024 costarán cerca de unos 4.500 millones de euros, cifra que daría para 450 millones de perros calientes con bebida, carísimos, aunque sean “frenchpoodle”, que además son de origen alemán, o sea “wurst” o fankfurt, como se le dice en España. Qué enredo, pero esto del deporte va de banderas y países. Bueno y si nos da por un restorán así, así, pues de 20 no se baja y si tiramos “altius” en una brasserie, pues no desayunamos al otro día. Lo mejor es comerse dos helados que pueden costar 4€ cada uno. Baratísimo. Y si dormimos en hotel, o en hostal o apartamento turístico, ni hablar. O mejor ir al extrarradio, para pillar una cerveza a tres lucas o un cafecito a un euro si te lo tomas en la barra y “citius”, si no es que te atracan dos garzones muy “fortius” y ahí si la vaina sale cara.
Cualquier me diría, ¿bueno, y para qué ve esas ceremonias si le molestan tanto? Pues olímpicamente le diría que no, que no me gustan, pero al menos la de esta vez me la vi completa, pues todo buen deportista de sofá merece su medalla.
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