La Directora del Departamento Nacional de Planeación, Gloria Alonso, hizo mucho énfasis en su reciente visita a Cúcuta que el plan nacional de desarrollo Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad, no es el plan del gobierno del presidente Duque, no es el plan de ningún partido, no el plan de ninguna autoridad gubernamental, sino que es el plan de todos los colombianos, construido por la comunidad y debería trascender el período de este gobierno y convertirse en una orientación de progreso hacia el futuro, independiente de los gobiernos de turno. Independientemente de la credibilidad que pueda merecer esta afirmación, y que de hecho fue controvertida por algunos de los asistentes a la sesión en la que Alonso hizo una presentación sencilla de los elementos y ejes conceptuales del plan y de los recursos que se tendrían para los próximos cuatro años, esta es una posición que personalmente quisiera creer.
Pero muchos de quienes estuvieron presentes en el acto, comenzando por el Consejo Terrritorial de Planeación, insistieron en el hecho de que hasta el momento la mayoría de los planes de desarrollo de los gobiernos, no importa el nombre que se les pongan, se han quedado en letra muerta especialmente en lo que se refiere a las regiones y particularmente al departamento de Norte de Santander.
Pero, sin desconocer la realidad histórica de frustración ante propuestas incumplidas, quiero resaltar que el plan definitivamente tiene unos elementos que deben ser recuperados por la comunidad y que pueden servir como base para un desarrollo sostenible y un mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de la población. Quizás el más importante tiene que ver con la afirmación de Alonso de que es necesario un cambio de cultura a todos los niveles en el sentido de sustituir un Estado asistencial que provee a los gobernados con carro, casa y beca, como se dice popularmente, por un Estado que provea las condiciones para que cada persona o cada grupo de personas puedan construir su propio futuro.
En columnas anteriores hemos insistido en que ésta ha sido la base del crecimiento de la economía norteamericana de las colonias del norte, que desde que llegaron los peregrinos a Plymouth Rock en lo que hoy es Massachusets en 1620, aislados voluntariamente y huyendo de la persecusión religiosa, tuvieron que establecer las condiciones necesarias de autogobierno que garantizara su autosostenibilidad y autodesarrollo sin depender del apoyo, ni las dádivas, ni las prebendas otorgadas por la lejana corte.
Como consecuencia de ello, las provincias del norte crecieron rápidamente y durante los cuatro siglos siguientes se convirtieron en la potencia económica mundial que es hoy los Estados Unidos. ¡Qué diferencia con los Estados del sur!, basados como en Latinoamérica en las cédulas reales que les dieron concesiones de propiedad a los segundones de los nobles ingleses quienes, al no poder heredar los títulos y dominios de sus padres, fueron enviados a América y desde Charleston en Carolina del Norte, lograron construir grandes haciendas que al no poderlas cultivar personalmente, introdujeron esclavos negros que lo hicieran por ellos.
Estas provincias que juntas se convertirían en la Confederación que trató de separarse de la Unión Norteamericana en 1861 para mantener las condiciones de los terratenientes y la permanencia de la esclavitud, fueron provincias que como nuestros países hispanoamericanos tardaron años para subirse a la carroza del progreso científico, tecnológico e industrial que florecía en el Norte. Nuestra cultura, muy similar, mantiene la idea de que es el Estado, personificado en el presidente o sus representantes, quienes deben solucionar los problemas individuales y colectivos.
Bienvenida esta nueva visión del Estado que la directora del Departamento Nacional de Planeación llamaba una nueva visión del Estado, que no es tan nueva ya que se originó en 1620 con la necesidad de los peregrinos, los verdaderos padres fundadores de los Estados Unidos como los llamó Daniel Webster, de empoderase como sociedad en forma autosuficiente en un nuevo mundo extraño y hostil para el cual tuvieron que crear sus propias reglas y su propia forma de gobierno.