Sea lo primero aclarar que no me refiero al restaurante La Dacha de Cúcuta, donde mi amiga Gabriela vende los mejores pasteles de garbanzo de la ciudad y el mejor mute de los domingos. No. Hablo de una casa de campo, por los lados de Chinácota, que tiene el mismo nombre ruso –Dacha-, que significa choza campestre.
Pues bien. Esta Dacha tiene un encanto especial: la poesía. Sus propietarios, los escritores Orlando Cuéllar Castaño y Luz Marina Guerrero, han hecho de esta modesta cabaña un refugio poético, donde corren a guarecerse de los embates de la vida, que por momentos golpea fuerte, tan fuerte que uno no se explica. Como dijera el poeta César Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan fuertes…!Yo no sé! Golpes como el odio de Dios…”
Orlando y Luz Marina son como palmeras, a quienes la tempestad pareciera que las doblega, pero vuelven a erguirse y siguen disfrutando esta vida maravillosa. Se arman de poemas, libros y cámara fotográfica, y se van a su Dacha a vivir la poesía de la manera más hermosa que dos poetas pueden hacerlo: sacándole jugo a las maravillas que brinda la naturaleza, y que ellos se han encargado de cuidar y embellecer. En efecto, siembran plantas, cultivan flores, riegan árboles y les ofrecen provisiones a las aves que allí arriman.
Para esta pareja de enamorados del arte y la belleza, el día comienza muy temprano, cuando aún el alba todavía no asoma por el cerro de la Vieja, el cerro tutelar de Chinácota. Preparan los comederos de los pájaros que les han instalado entre los árboles, les cambian y endulzan el agua y les renuevan el alimento, de manera que cuando las avecillas llegan a su restaurante, encuentran comida fresca y abundante. Y es entonces cuando comienza el concierto de flautas y pitos y canciones. Los animalitos cantan, danzan, se bañan y le agradecen a Dios la generosa hospitalidad de los poetas. Y cuando el sol asoma, los vistosos plumajes son como arcoíris en movimiento.
Los poetas, románticos por naturaleza, no sólo disfrutan de aquellos momentos sino que guardan sus recuerdos para la posteridad, para la historia, para la literatura. Se retiran a su escondite desde donde, cámara en mano, flash a flash, verso a verso, golpe a golpe, como en el poema de Machado, van tomando fotos de las distintas aves que llegan a La Dacha.
El resultado es un hermoso libro que Orlando Cuéllar Castaño, el poeta, el escritor, el fotógrafo, acaba de publicar y que este sábado 5 de noviembre presentará en sociedad, en la biblioteca Julio Pérez Ferrero, a las 7 de la noche, acto al cual estamos todos invitados.
Hojeando y ojeando el libro Aves que visitan la Dacha, uno entiende por qué García Márquez dijo que la poesía salvará al mundo. La poesía lo es todo. Un paisaje lleno de luces, de cantos, de colores, de plumajes vistosos, de flores radiantes y de aves preciosas, no es otra cosa sino poesía. Sólo se requiere la sensibilidad del poeta y su alma juguetona, para captar la belleza, y saberla expresar a través de versos o de canciones, de dibujos o de fotografías.
Pero además, el autor –poeta- fotógrafose nos muestra como investigador, porque a las ilustraciones fotográficas les añade la descripción de cada ave, lo que convierte el libro también en un texto de estudio.
Hay que leer el libro para conocer las bellezas que oculta La Dacha, el pequeño paraíso escondido donde todas las mañanas se dan cita Orlando, Luz Marina y cantidad de aves hermosas. ¡Esa es la invitación!