Entramos al cuarto mes del año y por ende a la recta final de la aprobación de los planes de desarrollo departamental y municipal, que determinarán la acción de las autoridades locales en los próximos 4 años y obviamente, siempre serán impactados por las situaciones de hecho que se estén viviendo en el momento de la aprobación, como es el caso que hoy vivimos con esta pandemia que afecta el orden global. Sin embargo, es necesario que el planificador piense con cabeza fría y analice prospectivamente los diferentes escenarios a desarrollar, pues no puede simplemente definir las necesidades prioritarias desde la óptica actual.
La prospectiva no tiene como objetivo predecir el futuro sino por el contrario, busca ayudar a construirlo tal y como nos lo enseña Maurice Blondel, al manifestar: “El futuro no se prevé sino se construye”. Desde esa simple perspectiva debemos entender que el mundo cambia pero los problemas permanecen y no podemos dejarnos distraer por las situaciones de hecho transitorias, aunque las mismas sean de tan alta incidencia como la que vivimos.
Necesitamos hacer un acto de imaginación creativa, que nos permita salir del atolladero en el que nos encontramos en el contexto regional y apostarle a la construcción de un futuro mejor, a través de una verdadera política pública sostenible de inversión transformadora, y no a simples inversiones en aumento de infraestructura que después pueden convertirse en verdaderos elefantes blancos, útiles en tiempos de crisis que son la excepción, y fiscalmente insostenibles con el paso del tiempo.
Cúcuta tiene recuerdos dolorosos de infraestructura construida sin uso, como la efectuada por el ISS en el barrio Jorge Eliecer Gaitán que nunca funcionó, puestos de salud cerrados, ESE liquidadas como la Francisco de Paula Santander, entre otros. Luego no podemos salir a construir nuevas infraestructuras sin tener claro su operación y mantenimiento. Necesitamos estar preparados para la atención de este tipo de epidemias, pero con el diseño de un verdadero protocolo, donde la infraestructura existente se optimice y cuente con lo necesario para operar. Necesitamos una verdadera Red Prestadora de Servicios integrada que garantice un adecuado servicio de salud y no un Call Center de información.
No es que la historia se repita, lo que realmente sucede es que los comportamientos se reproducen. Por ello es necesario revisar el pasado, para no olvidar las lecciones aprendidas, y un buen ejemplo lo es la pandemia de “La Gripa Española” de 1918, que dejó 50 millones de muertos, pero sobre todo una devastadora crisis económica, peor que la generada por la Primera Guerra Mundial con cerca de 8 millones de muertos. No podemos desviar la inversión social solo a la construcción de infraestructura hospitalaria o exageradas dotaciones, cuando la necesidad más próxima será la hambruna que se generará si descuidamos la soberanía alimentaria.
Los planes de desarrollo deben apuntar de manera decidida a la inversión en el campo y el desarrollo agroindustrial optimizando la utilización del suelo rural. Con ello se bajará presión a la concentración poblacional del suelo urbano y permitirá eliminar de manera decida la pobreza. Si garantizamos ingresos sostenibles a las familias y la producción la basamos en alimentos, daremos en el blanco de dos grandes problemáticas el desempleo y el desabastecimiento; garantizando la soberanía alimentaria de nuestra región. Por ello hago un llamado a los planificadores, ¡no nos dejemos distraer por el Covid-19!
Adenda. No es conveniente esperar una ampliación de plazo para la expedición de los planes, pues la Ley 152 de 1995 de planeación es orgánica y no puede ser modificada por una ley ordinaria o un decreto ley. Si lo hacen, muy seguramente no pasará la revisión de legalidad.