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Columnistas
Por los pasillos del Vaticano
Las noticias que llegan del Vaticano desde hace 38 años no tienen parangón.
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Lunes, 23 de Noviembre de 2015

No cabe duda de que son los medios de comunicación los que han dado al traste con la vida interior, en apariencia apacible, de instituciones hasta hace poco respetables como las monarquías –caso España- y, desde hace un poco más de tres décadas, el Vaticano. 

Pero las noticias que llegan del Vaticano desde hace 38 años no tienen parangón, y lo peor de todo es el daño irreversible a la credibilidad de sus dirigentes y al prestigio de la Ciudad del Vaticano, y todo gira alrededor de don dinero.

Da la impresión que en el Vaticano el poder no está en el Papa sino en quien gobierne el Banco Vaticano que, después del conocido desastre financiero, pasó a llamarse Instituto para las Obras de Religión -IOR-. Desde 1971 hasta 1989, durante los papados de Pablo VI y Juan Pablo II, ese poder lo tuvo el americano Paul Marcinkus, quien realmente fue un superpoder en el Vaticano, como quedó demostrado en la película El Padrino III; y hoy, durante los papados de Benedicto XVI y Francisco, ese poder lo tiene el italiano Tarcisio Bertone, quien venía como Secretario de Estado de la Ciudad del Vaticano y desde que renunció -por razón de su edad- es miembro de la Congregación para los Obispos.

Parece que Bertone ha ido más allá que Marcinkus, porque al arrebatarle al papa Benedicto XVI la facultad de nombrar al presidente del Banco Vaticano –o IOR-, que fue una de las causas por las cuales renunció el citado Papa, y hoy, sin tener ninguna investidura dentro de la jerarquía eclesiástica en el Vaticano, parece decir “sigo siendo el rey”, como lo demuestra una fotografía que circula en las redes, donde se ve al cardenal Bertone en la silla principal, prácticamente suplantando al papa Francisco, y a éste mirándolo con resignación, es el que dicta todas la órdenes en el Vaticano.

Las diferentes órdenes religiosas o instituciones que integran la Iglesia Católica, como los Jesuitas, al cual pertenece el papa Francisco, o el Opus Dei, al que pertenece  el cura español Lucio Ángel Vallejo Balda, nombrado para vigilar las finanzas del Vaticano, fue una inocentada del papa Francisco porque, como bien lo señala Fernando Quiróz en su libro Justos por pecadores, cada congregación –llamémoslas así- tiene como objetivo llegar al poder, y eso fue lo que hizo Vallejo Balda, privilegiar su congregación a la de su nominador.

Lo anterior, aunado a las denuncias hechas por el mismo papa Francisco sobre pederastia en su rebaño, permite tratar estos temas libremente y debilita la entidad que regenta.

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