En medio de todos estos días traumáticos que hemos vivido los colombianos en razón del paro nacional se han deslizado en columnas de prensa, información general de periódicos y una que otra entrevista algunas recomendaciones para aclimatar la paz pública. El mismo argumento manido para llevar al Estado a una mesa de negociaciones y luego dar la espalda a lo acordado, y que sea sólo el Estado el que cumpla.
Es el caso, por ejemplo, del columnista Alejo Vargas, quien, en un artículo de prensa manifiesta que la Constitución de 1991, en la que tuvo mucho que ver para su expedición, entre otros aspectos, algunos cambios globales como la terminación de la Guerra Fría, sirvió para intentar algunos acercamientos con grupos al margen de la ley. Al fin y al cabo, en esa Carta, por iniciativa del constituyente Diego Uribe Vargas, se incorporó el artículo que plantea que la paz es un derecho y un deber de inevitable cumplimiento. Por esa Carta hubo acercamientos con las guerrillas del M-19, el Epl, el Quintín Lame, el Prt y se pudo avanzar en procesos con la Corriente de Renovación Socialista (CRS), entre otros.
Para la expedición de esa Carta no fue posible que se sumaran dos actores importantes del conflicto armado de ese momento -Farc y Eln- y un sector sobreviviente del Epl, lo cual da como resultado una paz parcelada, porque no se logró un proceso con el conjunto de las insurgencias. ¿Qué quiere decir todo esto? Lo dice Alejo Vargas: hay elementos para retomar o iniciar un proceso de conversaciones con esta insurgencia, si ambas partes asumen con realismo los alcances y posibilidades.
El otro caso es el del exfiscal general Néstor Humberto Martínez Neira, quien en reciente entrevista para la revista Semana, No. 2039, llama la atención en el sentido que el presidente elegido en 2022 tiene que eliminar la polarización y apostarle a un nuevo diseño del Estado, algo que no se puede por la vía legal sino con constituyente de por medio: “…, más temprano que tarde, Colombia necesita que los colombianos nos sentemos a discutir en una mesa sobre cuál debe ser la arquitectura institucional del país. O vamos a una constituyente en medio de una democracia, o vamos a terminar en una constituyente en un sistema totalitarista como ocurrió en el gobierno de Chávez”.
Si en las elecciones presidenciales de 2022 el ganador es un candidato de centroderecha -o centroizquierda-, esa es la opción que le espera: un nuevo proceso de paz, y se espera que no se repita el espectáculo de la ocasión pasada, donde la voluntad popular y soberana expresada en un plebiscito, que le fue adverso al gobierno, fue cambiada por la voluntad de un poder constituido, la del Congreso de la República. En su libro Cómo se negoció la paz nos dice Víctor de Currea-Lugo que hay que “recoger lo aprendido frente a un nuevo proceso de paz, que habrá de venir…”. Como también nos espera una nueva asamblea constituyente, “un violín que sirve para todo”, decía el excanciller Alfredo Vásquez Carrizosa.