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Psilocibina y yagé
Si bien hay tradición ancestral de hongos con psilocibina en Huila y Amazonas, lo que es genuinamente colombiano es el Yagé.
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Sábado, 4 de Junio de 2022

El santo grial de la psiquiatría es curar la depresión, pero para las farmacéuticas es El Dorado. Acorde con la OMS, hay más de 280 millones personas clínicamente deprimidas, pero miles de millones sufren otros tipos de trauma. Después de años de prohibir la investigación científica por sus vínculos con la cultura hippie, el conocimiento en psicodélicos podría ofrecer un tratamiento para la depresión. El FDA, instituto de aprobación de medicamentos de EE. UU., le otorgó a la psilocibina, derivada de hongos, el estatus de “terapia altamente promisoria.” Oregón fue el primer estado de EE. UU. en legalizar, en camino viene Colorado y nueve ciudades más. Colombia, donde estas prácticas son anteriores a la llegada de los españoles, está en una zona gris que no la deja avanzar.  

Una de las secuelas de la guerra de Iraq fue el regreso de miles de soldados con trastorno de estrés post-traumático. Muchos de ellos encontraron en los psicodélicos no solo refugio de sus traumas sino también ayuda con la adicción. Esto dio un impulso para que en los 90s empezara la investigación científica. Ya un panel médico de Oregón, concluyó en estudios fase dos que dos dosis suministradas con separación de tres semanas de psilocibina tiene por lo menos el mismo efecto anti-depresivo que dosis diarias por seis semanas de medicamentos actuales. No sólo es más efectiva, sino que evita llenar al cuerpo de más medicamentos.

Si bien hay tradición ancestral de hongos con psilocibina en Huila y Amazonas, lo que es genuinamente colombiano es el Yagé, también conocido como Ayahuasca. Este se crea de la enredadera del árbol ayahuasca con el arbusto chacruna que tiene el ingrediente activo DMT. A pesar de ser una práctica milenaria Amazónica, ingresó a la cultura popular por la correspondencia publicada de Allan Ginsberg y Bill Burroughs en 1963 de sus experiencias en Colombia. En este momento hay varios estudios de fase 2 sobre DMT, pero en EE. UU., nada relevante en Colombia.

Con la decisión de EE. UU. de legalizar un aspirante de Johnson y Johnson basado en Ketamina como anti-depresivo, el sector está viviendo inversión masiva. Ya hay más de 50 empresas listadas en bolsa con pocos ingresos, pero haciendo investigación científica, tres de ellas con valoraciones de más de US$1 mil millones. La proyección de Data Bridge es que el mercado podría llegar a US$10.750 millones en 2027. En Nueva York cobran US$6.000 por la experiencia de psilocibina, cerca de Neiva 150 mil pesos. Triste sería que estas farmacéuticas internacionales capitalizaran el conocimiento ancestral sin que Colombia participara, peor aún sin que se mejorara la calidad de vida de nuestros indígenas. 

Hoy de las cosas más populares en San Francisco, especialmente en Silicón Valley, es tomar pequeñas dosis de psilocibina y yagé para trabajar. En Colombia puede no existir consenso para esa conversación, pero como mínimo se debe impulsar el conocimiento científico. La práctica de “pintar” el yagé añadiendo variedades del árbol borrachero mejoraría la actual práctica. Si bien la guerra contra las drogas no hizo ilegal la planta ayahuasca, sí el ingrediente químico DMT, limitando la investigación colombiana.  Aún sin ánimo de lucro, no nos arrepentiremos de saber de dónde venimos, para saber a dónde vamos.

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