“La justicia es lo que el juez ha desayunado” reza un viejo dicho en el ámbito jurídico gringo, y apunta hacia las circunstancias –a veces inconscientes– que intervienen en las decisiones del día a día, así sea elegir los zapatos que vamos a llevar o dictar sentencia, por ejemplo, a un violador. Por cierto, en el Reino de España, hace unos días algunos han salido en libertad (¡qué rápido camina a veces la señora justicia!) unos cuantos machos remachos, gracias o a pesar de una ley, a la que abogados diligentes se prendieron para que jueces, muy bien desayunados (o no) los soltaran sin más. Un agujero en la ley lo ha permitido. (La ley es la ley, pero lo justo es mejor).
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De desocupado, –es diciembre y hay que ponerse menos serios– me sumergí a buscar sentencias curiosas y entre ellas apareció la de una mujer de Huelva (Andalucía-España), quien hace unos años denunció al rey Baltasar por causarle lesiones en un ojo al atinarle con un caramelo durante la cabalgata de sus majestades los reyes de oriente y más allá. Hasta donde se sabe, en dichos desfiles, los que lanzan golosinas y chuches son los pajes, hecho que habría esgrimido la defensa de haberla necesitado el imputado, pues usía archivó el caso al no poder ajustar los hechos a ningún marco del derecho internacional y al desconocer la nacionalidad del monarca, en este caso, un jubilado al que habían subido a la carroza muy bien vestido y maquillado con tizne de corcho. Lo que hacen unas buenas lonchas de jamón ibérico, su señoría.
En otra, un juzgado negó una acción de tutela instaurada por un estudiante de derecho de una universidad de Bucaramanga (Santander-Colombia) al ser eliminado de un grupo de WhatsApp quien buscaba “obtener la protección inmediata de sus derechos fundamentales” como dicta este mecanismo judicial. El futuro letrado alegó su derecho a la no discriminación, pero el juez o la jueza de turno, optó por desestimar el argumento del rechazado de la red que decidió apelar a instancias superiores, desenlace que ignoramos pues los diecisiete medios de comunicación (gracias su excelencia Google) que registraron la noticia entonces, se olvidaron del asunto. (Era un octubre y en octubre todo es más serio y aburrido). Lo que sí podemos aventurar es que el árbitro o árbitra, debió emitir sentencia después de la siesta que se merece un cabrito al horno con pepitoria.
Agregamos una más fresca, en Vitoria (Euskadi-España) donde una jueza que no acostumbrará desayunar, ha negado el registro civil a una bebé, a quien sus padres querían poner el nombre de Hazia, que en buen vasco significa semilla, pero la jueza, que al parecer frecuenta las jergas malhabladas, adujo que su significado coloquial es semen y era “contrario a la dignidad” de la niña. Puede ser, puede ser, porque los niños, además de inocentes son crueles y los mayores peor. En fin, que decidió darle por nombre Zia (semilla en latín) y ahí va la cosa…
Y la cosa en los estrados seguirá, pues según investigaciones muy serias (nada decembrinas) en E.U.A. y en Israel aseguran que una gran cantidad de jueces y juezas se ven afectados por el efecto “anclaje”, según el cual se aferran en exceso a informaciones iniciales, a ideas preconcebidas en cuanto a género, raza, o al simple descontrol de sus emociones, que si van unidas a determinado momento del día pueden llevar a sesgos y a sentencias erráticas, dependiendo de si les da –verbi gratia– por acompañar el café de la mañana con donuts o con alacranes.
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