La apuesta por la democracia puede ser un camino complejo. Nuestras instituciones según muchos son democráticas desde hace más de dos siglos, pero por lo visto aún faltan pergaminos por construir antes de poder afirmar sin equívocos de la cualidad democrática de nuestro sistema.
¿Es nuestra democracia deliberante o solo formal-republicana? es decir, ¿se adoptan decisiones de manera previa por unos cuantos ostentadores del poder haciendo de las instituciones como las corporaciones públicas órganos de “ropaje jurídico y político” para legitimar decisiones que en el seno de estas instancias se adoptan sin discusión y debate?
En la esfera pública deben darse los debates que sean necesarios. No hay temas acabados ni fuera de la agenda política. La fundamentación de las normas debe pasar por la universal participación de todos los afectados (para mayor inclusión) y por el filtro crítico discursivo para intentar lograr consensos: se deben alegar las mejores razones, los mejores argumentos (comunidad del diálogo universal) para así garantizar la validez moral, la corrección de las normas y principios (Habermas).
Las preconcepciones morales y de justicia deben establecerse con una deliberación pública entre ciudadanos libres e iguales. Solo de esta manera se podrían lograr resultados en temas de inclusión de género, de igualdad y libertad, de universalidad en los Derechos, etc. Esta indudablemente es una visión ideal de modelo de auto-gobierno colectivo, pero contiene los elementos necesarios para darle mayor inclusión y eficacia a este sistema político.
Por el contrario, en la práctica encontramos deliberaciones precarias y modelos de democracia formal que limitan la esfera pública en lo que respecta al giro lingüístico de la argumentación y discusión consciente de los temas colectivos (participación universal argumentativa). ¿Puede hablarse de deliberación eficaz y óptima en las corporaciones públicas en Colombia? La respuesta es un No rotundo.
En el Congreso por ejemplo la noche del pasado miércoles se dio un episodio donde se evidencia lo primitivo que es aun el modelo de democracia deliberativa en Colombia. Mientras se debatía por parte de algunos senadores que se oponían a las objeciones infundadas contra la LEJEP que presentó el gobierno en las últimas semanas, un expresidente de forma iracunda y sin argumentación digna tildaba a otro senador de la oposición de sicario. ¿Ese acaso no es un síntoma de un virus que aniquila la discusión universal de la agenda pública nacional?
En el plano local es igual. Como en cada momento electoral se comienzan a presentar posturas moralistas de algunos candidatos a las distintas opciones de cargos de elección popular alegando ser la solución a la difícil situación social y económica que vive la ciudad de Cúcuta. No existe una cultura política evolucionada donde se revise de manera creativa y crítica la agenda de nuestro municipio por parte de los distintos precandidatos.
Sin discusión universal entre ciudadanos iguales y libres seguiremos viviendo de lo que las “jaulas de hierro” burocráticas (Weber) impongan en la agenda pública de Cúcuta. Solo aquellos con más espacios burocráticos podrán maquinizar unas facciones de electores para poder imponer causas políticas que a la postre tienen solo ropaje democrático, pero terminan siendo las opciones más antidemocráticas en la práctica.
Sin el diálogo universal y permanente no podremos ponernos de acuerdo sobre lo que queremos para nuestra Cúcuta en los próximos años. ¿O acaso tenemos consenso claro respecto de lo que debería priorizarse en nuestro municipio en los próximos años para sacarlo del círculo vicioso de invisibilidad, poca cultura política y crisis en muchos frentes? Seguirán apareciendo falsos profetas y prometerán lo más mandando por el despeñadero la patria constitucional que deberíamos construir.