El análisis juicioso de este diario en su editorial después de elecciones sobre los dos candidatos que ganaron respectivamente la Gobernación del departamento y la Alcaldía de la ciudad de Cúcuta interpreta cabalmente el pensamiento de los ciudadanos que votamos en conciencia, y no por efectos de la compra de votos y la presión inmensa de la mermelada derrochada en estas elecciones.
Ambos personajes la tienen bien difícil, pues su elección además de polémica y cuestionada sin importar el caudal electoral, está ahí patente porque su actuación va a ser vigilada de cerca en aras de fiscalizar de manera permanente sus actuaciones, sus ejecuciones y lo más importante el manejo que le darán a la contratación de obras y la administración de los sagrados recursos públicos.
Amanecerá y veremos cómo revierte la idea generalizada que se tiene de ellos en cuanto a un no muy santo manejo de estos rubros.
La ciudad y la región, postradas en el último escalafón del desarrollo a nivel nacional, no resisten más expolio de los dineros públicos y ausencia de políticas claras para encauzar su economía y su desarrollo.
Basta con saber que la capital se encuentra en el último puesto de calidad de vida y mejoramiento ambiental de acuerdo al más reciente estudio presentado, por la ausencia de políticas de desarrollo sostenible, por la pésima calidad de sus servicios públicos, por la falta de parques y zonas verdes recreativas y por la descarada invasión al espacio público, fenómenos en los cuales mandatario tras mandatario han sido inferiores a su tarea de solucionar estos graves problemas.
Está visto que la democracia en algunas regiones del país como Bogotá, Cali, Medellín y Bucaramanga demostró que es capaz de hacer valer la voz de los ciudadanos deseosos de un cambio y dieron un golpe de opinión ejemplar, para castigar, como en el caso de la capital del país, la nefasta izquierda política de este país, que demostró su ineptitud, corrupción rampante y un modo dictatorial de ejercer el poder, aupando las divisiones entre los ciudadanos y fomentado la malograda lucha de clases.
Ya no va más, gracias a la voluntad popular y la madurez política de sus ciudadanos.
Sin embargo, en la gran mayoría del territorio nacional prevaleció la peor cara de la democracia con todas sus mañas y pecados, otorgándole el poder a la misma clase política corrupta de siempre, con la gravedad que el mismo gobierno en cabeza de los principales jefes de los partidos de la mal llamada Unidad Nacional, se encargó de repartir a diestra y siniestra recursos públicos disfrazados que pervirtieron los resultados, con la anuencia descarada y la ceguera conveniente de los organismos de control, embolsillados también en la chequera de papá gobierno.
Mientras tanto, aquí, en nuestra ciudad, cada vez los resultados de la administración moribunda de la Alcaldía actual son más frustrantes y desalentadores.
Las obras importantes brillaron por su ausencia, la improvisación fue el pan de cada día, y obras emblemáticas como la remodelación del Malecón ya muestran signos prematuros de abandono y deterioro: muchas luminarias LED del alumbrado ya están apagadas y otras han sido robadas. Ni que decir que vías importantes ya se encuentran nuevamente llenas de huecos, la movilidad es un desastre, entradas a la ciudad como la Redoma de Pinar del Rio es un verdadero calvario de descuido en su malla vial, desorganización y caos vehicular absoluto. Lo de los semáforos es para sentarse a llorar, nada fue resulto ya, y le quedó el problema a la futura administración. Lo del Acueducto Metropolitano pasó de agache y semejante obra de capital importancia tampoco fue abocada por este alcalde. Se nos quedaron debiendo muchas ejecuciones y el mal sabor de la ineficiencia primó.