Existe una relación natural entre la sociedad y la naturaleza, pues aquella requiere inevitablemente de ésta para poder sobrevivir. La forma de relacionarse con la naturaleza es individual o colectiva y ambas tienen un alto impacto sobre los recursos naturales. Los individuos tomamos ilimitadamente cantidades de oxigeno y agua para poder vivir y expulsamos calor, dióxido de carbono y sustancias mineralizadas y orgánicas.
Pensando en nuestra comodidad, hemos diseñado toda suerte de infraestructura para captar agua para consumo humano; utilizamos los recursos naturales de manera indiscriminada en generación de energía, combustión o construcción entre otros. Los gobernantes se preocupan por la infraestructura de consumo en agua, energía e incluso de aire libre, pero poco o nada se preocupan por lo que estamos excretando. La cuenca de río Pamplonita y el río Zulia, ya no alcanzan a digerir de manera natural, como en otra época, la cantidad de aguas servidas dispuesta en ellas, las cuales acaban con la oxigenación del río y destruyen ecosistemas. No podemos concentrarnos exclusivamente en la infraestructura que garantiza nuestro consumo, sino que debemos procurar lo necesario para que lo que expulsamos sea tratado de manera adecuada, mitigando el impacto. Tan solo imaginemos nuestra casa con buen sistema de agua, aire acondicionado y luz, pero sin letrinas y recolección de basuras. Sería imposible vivir en un lugar así.
Las ciudades han descuidado lo que excretan, pues no parece nuestro problema, sin embargo si lo es. Es necesario que trabajemos de manera colectiva en el mejoramiento de la disposición final de residuos orgánicos y sólidos, pues la cantidad y periodicidad con que estamos produciendo desechos, literalmente nos está ahogando.
Es necesario que entendamos que nuestros ríos son fuente de vida y requieren de todo esfuerzo humano e institucional para su protección, procurando con ello mantener sus caudales. Pero dicha acción no debe limitarse a la comprensión de la necesidad de preservar nuestros bosques para garantizar un ambiente sano, sino de una acción mucho mas agresiva de recuperación de la cuenca, como patrimonio de todos.
Los seres humanos debemos entender que lo que hacemos impacta el ambiente, por lo cual es necesario mejorar nuestros hábitos sociales, para evitar la depredación colectiva en la que nos encontramos inmersos. A manera de ejemplo: los desarrollos urbanísticos, no deberían ser planificados exclusivamente por la disponibilidad de terrenos, sino midiendo el impacto ambiental de los mismos y la forma de mitigarlos, pues establecer en un terreno el desarrollo de 4.000 viviendas, significa reunir a 20.000 personas en un solo lugar.
Se requiere urgentemente diseñar y poner en funcionamiento plantas de tratamientos de aguas residuales, que nos permitan recuperar los ríos, que son los afectados por nuestra equivocada planificación urbana. Reconstruyamos nuestro metabolismo social.