Hay decisiones que cuesta trabajo tomar en la vida, pero que es necesario hacerlo por sanidad mental y personal, sobretodo, si se es una persona de férreos principios y convicciones. Cuando el médico enfrenta al paciente y le informa de la gangrena en una de sus extremidades, tiene la penosa, pero inevitable obligación de informar la necesidad de amputar dicho miembro. Si no se acata el diagnóstico médico se verá comprometido todo el cuerpo y la vida. Esta dolorosa decisión es lo más conveniente para la persona.
Nací en el seno de un hogar que defendió el ideario liberal y me formé en una universidad como el Externado de Colombia fiel exponente de este mismo pensamiento, por lo cual no militaba en este partido por caudillismo o conveniencia, sino por convicción. Es por esta misma convicción que hoy siento la imperiosa obligación de dimitir a esta colectividad, por no compartir el negligente y arbitrario manejo que desde su dirección se viene dando, lesionando y destruyendo el legado de tantos hombres y mujeres probos que engrandecieron nuestro partido.
La actual dirección, de manera cínica y calculada fue reduciendo el partido a su mínima expresión, convirtiéndolo en un partido de bolsillo acomodado a su conveniencia, y del que desafortunadamente muchos otros no pueden renunciar porque perderían el trabajo político de años, aunque a la postre lo perderán.
La colectividad abierta en la que todas las expresiones tenían cabida, hoy se reduce a una logia excluyente de áulicos dispuestos a hacer lo que su patrón ordene. Lo triste es que vinieron por la Dra. Vivian Morales y no hicimos nada. Sacaron a gorretazos al hijo de Galán y callamos. Luego le jugaron sucio en la consulta al Dr. Juan Fernando Cristo, quien creyó hasta el fínal, y no pasó nada. Traicionaron de manera infame y dejaron solo a Humberto de la Calle en las elecciones presidenciales y ahora arremeten contra las juventudes liberales, el futuro del partido, las cuales gallardamente se retiran. Creo que no puedo hacer parte de la maquiavélica reducción a su mínima expresión del Partido Liberal y la única forma que tengo es no haciéndome solidario con las decisiones adoptadas por los dirigentes de la colectividad.
Hoy renuncio a un Partido Liberal cercenado, pero no a mi ideario, a mis convicciones, las cuales seguiré orgullosamente enarbolando porque creo firmemente que la verdadera democracia se ejerce a través de partidos fieles a sus idearios, como otrora lo hiciera el nuestro. Hoy renuncio convencido de que no podemos seguir callando, no podemos seguir siendo indiferentes y haciéndonos corresponsables de las equivocadas decisiones.
Seguiré luchando desde el lugar que Dios me otorgue por las convicciones democráticas que sustentan el ideario liberal y espero para bien de la Nación, que algún día volvamos a tener un partido que responda a los intereses colectivos y no los individuales. Por eso, con lágrimas en mis ojos renuncio al Partido Liberal.