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¡Salud!
En El Tarra hay unos soldados que no se atreven a dar un paso adelante.
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Domingo, 29 de Mayo de 2016

Para nuestra gran fortuna, Salud Hernández regresó como se fue: combativa, diserta, precisa en sus ideas y su lenguaje. Le damos la bienvenida, reiterando cuanto dijimos en el tiempo de su secuestro, a partir del lunes a primera hora en nuestra página editorial de La hora de la verdad, cuando el Gobierno rehuía el tema y los medios utilizaban sin pudor el lenguaje nauseabundo de la guerrilla.

Pero no  estamos para cobrar cuentas, sino para sacar conclusiones de ese episodio lamentable, rematado por el secuestro de los dos periodistas de RCN que corrieron pareja suerte cuando se atrevieron también a entrar en tierra prohibida, tras de las huellas de Salud.

El presidente Santos, cuyo cinismo no conoce fronteras, ha dicho que el Catatumbo es una especie rural del Bronx bogotano. Lo que no cuenta es que eso ha pasado porque mediante decisión suya, ejecutada por quien era su empleado entonces en Palacio, y hoy lo sigue siendo como presidente de la Andi, Bruce MacMaster, esa región se le entregó entera a las Farc y demás narcotraficantes que pululan en la zona.  El presidente Uribe dejó el Catatumbo con 5.000 hectáreas sembradas de coca, gravísimo problema, pero con perspectivas muy claras  de conquista de la región, con cultivos crecientes de palma, de caucho y de cacao. No era brillante el cuadro general, pero ni mucho menos catastrófico.

Y llegó Santos, señores. Las Farc se sintieron dueñas de la zona, como de muchas otras en Colombia, y lanzaron dura ofensiva de desorden público. Y con voluntad de hacerlo, o por simple estupidez, el Gobierno convirtió el Catatumbo en zona experimental de lo que será el país entero después de los acuerdos finales de La Habana. Así que retiró el Ejército y la Policía y entregó esa inmensa región al cuidado de las Farc.

Lo que pasaría, según el catecismo en vigor, sería que los bandidos convencerían a los campesino de sembrar cultivos alternativos, la coca desaparecería y todos vivirían allá en buena paz y compaña.

Lo que realmente ocurrió, como cualquiera  imaginaría, es que los cultivos de coca se multiplicaron por seis, llegando a  las treinta mil hectáreas certificadas por los Estados Unidos hasta finales del año pasado. La autoridad desapareció y el Catatumbo se convirtió en la tierra de nadie que el secuestro de Salud Hernández ha puesto en evidencia.

En El Tarra hay unos soldados que no se atreven a dar un paso adelante.

No hay en Filo Gringo, ni por miles de hectáreas a la redonda, un policía. La autoridad la ejerce en la zona el ELN, mientras que en otras el señorío es de las FARC, en otras de los herederos de Megateo y de cualquier banda que se organice para producir y negociar cocaína. Ese es el Bronx del que habla Santos con tanto desparpajo: su obra.

Lo que queda por averiguar es cuántos son los Catatumbos que hay en Colombia, y cuántos los que nacerán de los diálogos de La Habana. El infortunio de Salud Hernández, de Diego de Pablos y de Carlos Melo, ha servido para que veamos de cerca y sin retoques lo que será el país dentro de muy poco, cuando entre en plena vigencia el acuerdo que se llama de la “profundización de la democracia” que ya está firmado y hemos leído muy pocos. Bien sea para ahorrarles el esfuerzo o para incitarlos, queridos lectores, les contamos que se trata, con pelos y señales, de volver como el Catatumbo las zonas más alejadas de la Patria.  Así será Colombia en breve, queridos amigos. ¿No lo sabían?

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