Según el diccionario, la palabra “tirano” se refiere a la persona que abusa de su poder o fuerza, por lo cual es fácil identificar un gobierno tirano cuando las decisiones de tipo político han llevado al estrangulamiento social de su pueblo. Cuando hablamos de tirano en la zona de frontera, es inevitable imaginar la figura en cabeza del mandatario del vecino país, pues para nadie es un secreto que ha generado la mayor diáspora de venezolanos en los últimos tiempos, producto del hambre y la opresión que siente el pueblo.
Ver a los venezolanos deambular por las calles de nuestra ciudad con la esperanza perdida, es desgarrador. Muchos de estos hombres y mujeres no tienen mas opción que aventurarse a migrar a un país extraño en busca de una oportunidad, antes que dejarse morir junto a los suyos. No todos vienen con las mismas intenciones, algunos hacen daño, delinquen y buscan lucrarse de manera ilícita, sin importarles nada.
Fácil es llamar malvado al que hace daño, fácil es llamar tirano al que despóticamente gobierna una nación y cuyo desastre humano es inocultable. Cúcuta ha tenido que recibir cientos de venezolanos en condición de pobreza y marginalidad. Teníamos las tasas de desempleo e informalidad más alta del país, y ahora, debemos agregar a esto la asimilación de facto de una problemática migratoria sin precedente en la historia de nuestro país.
Pero la definición al hablar de abuso de poder, no solo debe referenciarse al uso de la fuerza, también abusa del poder quien teniéndolo, no lo usa en favor de su pueblo. Creo que es tan tirano quien abusa del poder por acción, como quien lo hace por omisión, y tiene un más alto grado de crueldad dejar de hacer algo, teniendo con que hacerlo.
El talmud dice: “Quien es piadoso con los crueles, acaba por ser cruel con los piadosos” y empiezo a sentir que esto nos pasa a nosotros, el gobierno durante siete años, no ha querido referirse a los abusos y desmanes del vecino país, y hoy paga las consecuencias de esto. Con una diplomacia insoportable, nunca cuestionó las actuaciones irregulares del gobierno de Venezuela, ni la impertinencia y bufonería de sus funcionarios. Le faltó carácter en las relaciones bilaterales, le faltó solidaridad con el pueblo venezolano, creyendo erradamente que no era asunto nuestro.
Lo mas triste es que ahora que el problema ha invadido nuestro país, no se tomen las decisiones de gobierno que ayuden a mitigar la difícil situación que golpea inmisericordemente la zona de frontera. La pasividad del gobierno para con nuestra zona de frontera, es mucho más lacerante que las malas decisiones del vecino país. Allá por acción y acá por omisión. El gobierno se concentró en ser misericordioso con los crueles y ahora le pasa la factura al piadoso pueblo colombiano, negándole los recursos para atender la crísis humanitaria por la que pasamos. Se peca por acción como por omisión.