Amables lectores: Entre más cerca estemos del proceso electoral se oyen diferentes propuestas sobre lo que hay que hacer con la economía colombiana. Cuando las necesidades abundan y el presupuesto escasea, es importante calificar cada uno de estos planteamientos por su contenido, posibilidad de llevarlos a cabo en beneficio del país y estudiar con detenimiento los efectos que esas ideas han producido en otros estados que las han puesto en funcionamiento.
Hoy los altos precios del crudo generarán recursos adicionales para el Estado y esto debe acelerar la exploración a mar abierto y trabajar con métodos no convencionales de explotación. A 80 dólares el barril, el debate electoral sobre el fin de las actividades petroleras cambiándolas por exportaciones de aguacates que ha sido la propuesta del senador y candidato presidencial Gustavo Petro, debe darse en términos diferentes. Si los aspirantes a la Presidencia proponen desenganchar la economía colombiana de la dependencia del crudo, esta bandera debe contener mucho más que un llamado emocional contra el petróleo. Si la intención es acabar esta industria lo mínimo que esperamos los votantes es el trazo de un camino diáfano que permita con absoluta claridad y posibilidad de éxito, reemplazar el importantísimo aporte que hoy da el crudo a la economía. Se espera que con este precio del petróleo, la situación fiscal del país gane un respiro en la difícil coyuntura actual.
En el tema del petróleo, como en muchos otros, debemos ser muy cuidadosos, porque según afirma Mauricio Reina: “la abundancia de necesidades impulsa los ímpetus demagogos”. Una cosa es ser populista cuando hay plata y otra cuando las circunstancias exigen austeridad. El populismo proclama que la sostenibilidad fiscal, la estabilidad macroeconómica o la capacidad para pagar las deudas son simples obstáculos que hay que dejar a un lado en el camino para obtener el poder.
Fenómenos como el de Chávez, los Kirchner o Lula, fueron posibles por el auge de los precios del petróleo o de la soya. Los fracasos de Dilma Rousseff, de Nicolás Maduro, de Daniel Ortega o de Alberto Fernández, se producen, porque la chequera ya no estaba allí. Hoy convivimos con cifras inimaginables, todas originadas en los manejos populistas de los dirigentes de esos países. En Argentina la inverosímil deuda de $45.000 millones de dólares que se tiene con el Fondo Monetario. En Venezuela se observa el record con la mayor inflación a nivel mundial con un 2959.8% y que de cada 5 venezolanos 3 están en pobreza absoluta.
Tratar de solucionar estos gravísimos problemas exige responsabilidad y austeridad, conceptos totalmente incompatibles con los planteamientos populistas. El populismo, como afirma Reina, es de las cosas más graves que le puede pasar a un país, pero aun peor, es el populismo sin chequera. Recordemos que la próxima presidencia de Colombia tendrá que realizar un ajuste fiscal sin precedentes que debe duplicar la reforma tributaria que se acaba de aprobar en el Congreso.