Desde el Vaticano. Desde los primeros días de su pontificado el papa Francisco dio a entender que en sus planes estaba la eliminación del celibato, de pronto la luz se apagó y nadie volvió a hablar de ello. El celibato (Soltería de los sacerdotes) en la Iglesia católica tiene un sentido económico, y hoy, al ver el auge y la prosperidad de las otras confesiones religiosas, donde los sacerdotes pueden formar libremente su hogar, se concluye que no tiene sentido. Los hechos prueban la ausencia de razón de ser.
Fue el año 2016 cuando el papa Francisco entregó a sus feligreses otro regalo: el pasado 6 de septiembre en un “motu proprio” (carta papal) reformó el procedimiento de la Iglesia católica para anular los matrimonios, y la novedad consiste en que ahora es más “simple, rápido y gratuito”, todo ello aunque reafirmó el principio de la indisolubilidad del matrimonio católico.
Del mismo modo, aunque el trámite se simplificó, hay otro más corto para los casos de anulación más evidentes, casos donde el obispo de la Diócesis será juez, con el fin de que las decisiones respeten “la unidad católica en la fe y la disciplina”.
Hoy vale preguntarse, ¿qué sentido tiene estar indisolublemente casado por la Iglesia católica, luego, por equis o ye motivo, cesar sus efectos civiles, casarse nuevamente por lo civil y cambiar de religión? De pronto eso era lo que tenía confundido al papa Francisco.
A mediados de noviembre de 2016, el papa entrega a sus feligreses otra buena nueva, que, digo yo, “complementa” la sentencia C-355 de 2006 de la Corte Constitucional, que declaró exequible el tipo penal de aborto y aclara en qué casos no se incurre en tal delito.
El papa Francisco en su Carta apostólica dice: “De ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quien haya procurado el pecado de aborto”.
No hay que olvidar que en 2015 el papa había permitido a los sacerdotes perdonar a las mujeres que habían abortado.
¿Cuál es el fundamento? En el documento divulgado por el Vaticano se dice que “el aborto es un pecado grave, una vez que pone un fin a una vida inocente, pero no hay pecado al cual la misericordia de Dios no pueda limpiar de un corazón arrepentido”.
El papa lo que hace es modernizar la Iglesia católica, seguramente con algunas resistencias internas, y, a la vez, la hace más inclusiva y evita la deserción, por el auge de las otras iglesias y confesiones religiosas que ya tienen personería jurídica y convenios con el Estado (Ministerio del Interior), conforme al artículo 15 de la Ley 133 de 1994, norma a la que se acogieron algunas entidades religiosas el 2 de diciembre de 1997 al suscribir con el Estado colombiano un convenio de derecho público interno para que se reconozcan jurídicamente sus disposiciones internas.