Sábado, 10 de la noche, Plaza de España de Madrid. Aprovechando que el calor apocalíptico que azota con inquina a Europa había remitido esa noche, el público se arremolinó frente a la gran pantalla con sus crispetas patrocinadas y sus audífonos bilingües de luces siderales con bloqueo de ruido para la proyección de “Misión Imposible – Sentencia Mortal” en el festival “La Estival”. Y en la mitad de aquel barullo, mi novia y yo, esperando que las luces se apagaran para cumplir nuestra cita con Tom Cruise, no sólo porque nos protegería de la amenaza de turno que podría destruir la civilización occidental, sino porque sabíamos que, fuera de cámara, está embarcado en su auténtica misión imposible: salvar a Hollywood.
La industria cinematográfica no es la misma desde la Covid y cada vez que paseamos al perro a la altura del número 67 de la Calle Goya, la fachada del desaparecido teatro Conde Duque nos lo recuerda. Allí, como congelado en el tiempo pandémico, hasta hace poco sus vitrinas exponían pósteres amarillentos de “Parásitos” y “Onward”, los títulos que estaban en cartelera cuando sobrevino el confinamiento. Durante más de tres años, aquel cadáver yacente en una de las avenidas más transitadas de la ciudad fue, para mí, el mayor de los monumentos culturales a la vida que dejamos atrás en 2020.
La actual guerra de plataformas digitales es el resultado de nuestro aburguesamiento fílmico, pues hemos descubierto que es más cómodo esperar unos meses a que la película que nos apetece esté disponible en alguna de ellas para disfrutarla en pijama desde la comodidad de nuestro sofá, en lugar de comprar una boleta que, a pesar de las iniciativas, sigue sin ser barata y nos obliga a lidiar con la inderogable necesidad fisiológica de los humanos de contestar llamadas o enviar mensajes en el cine… ¡Entonces, llegó Tom Cruise!
Él sabe que son tiempos recios para el oficio que ama y por eso se lo toma como una cuestión personal, se monta en un caza de combate, resucita a su personaje del capitán Pete Mitchell y casi cuatro décadas después produce el taquillazo del 2022 con “Top Gun Maverick”.
Pero no feliz con eso, ni con la ya de por sí amplísima campaña que adelanta en redes sociales invitando al público a que vuelva sin miedo a las salas de proyección, se sube a una motocicleta a sus 60 años y se lanza seis veces de un acantilado en Noruega para infartar a los de la aseguradora grabando la escena más impresionante de su nueva entrega. Y todo eso sólo para que tengamos la motivación suficiente de pagar una entrada para sentir esos segundos de vacío en los riñones viéndole. ¡Eso es pasión, carajo!
Al final, el encargado del Ayuntamiento de Madrid olvidó desconectar las luces y el público se rebeló enojado. De los 700 originales sólo 15 nos quedamos viendo la película deslumbrados durante tres horas. Pero no te preocupes, Tom, somos los incondicionales que aguantamos el tipo y apoyamos tu causa haciendo nuestra parte. Tú sigue haciendo la tuya.