Esta semana se conoció el ranking general del índice de Competitividad de Ciudades (ICC) del Consejo Privado de Competitividad (CPC) y del Centro de Pensamiento en Estrategias Competitivas de la Universidad del Rosario (CEPEC). El ICC lo conforman 23 ciudades (8 áreas metropolitanas y 15 ciudades principales), el cual se obtiene a partir de la identificación de 89 variables, agrupadas en factores de competitividad.
Podríamos decir que como siempre estamos ocupando los últimos puestos, pues tenemos el deshonroso segundo puesto a nivel nacional en desempleo y el primer lugar en informalidad o sencillamente que la migración masiva de venezolanos nos ha afectado tanto que no nos permite ser competitivos. Excusarnos no permitirá cambiar las cosas.
Los nortesantandereanos no podemos acostumbrarnos a que nos vaya mal en todo y creer obtusamente que estamos condenados a seguir obteniendo malos resultados. Es necesario tomar acciones sobre este particular y la forma sencilla es analizando las variables de medición para saber en que estamos fallando y empezar a mejorar. Se debe liderar, con la ayuda de un equipo interdisciplinario e interinstitucional, un proceso de identificación de puntos críticos para atenderlos de manera prioritaria. No mejoraremos indicadores de la noche a la mañana, pero iniciaremos el recorrido necesario para transformar la realidad en materia de competitividad de nuestra área metropolitana.
Es increíble que en el ranking se observe que los primeros lugares son para las áreas metropolitanas, con excepción de la nuestra, evidenciando una fortaleza en ellas, que nosotros no hemos podido alcanzar. El área metropolitana debe ser la subregión de planificación mas impórtate del departamento y esta llamada a elevar el estándar de los municipios que la conforman.
El sector privado ha luchado durante años y se ven los resultados al disminuir los tiempos para la constitución de empresas en la ciudad, sin embargo el problema esta en el orden institucional, pues componentes como salud y educación requieren de una fuerte y adecuada inversión para transformar sus condiciones. No podemos seguir apostándole a indicadores cuantitativos y conformarnos con cumplir metas de poco calado, la única forma de lograrlo es con indicadores cualitativos que realmente eliminen las desigualdades existentes.
No tenemos que inventar nada, los objetivos de desarrollo sostenible están planteados y aceptados a nivel mundial, debemos utilizarlos como meta interinstitucional, para sacar a nuestra ciudad y su área metropolitana del ostracismo. El primer objetivo de desarrollo sostenible, por ejemplo, es eliminar la pobreza y eso no se logra regalando mercados o entregando subsidios, por el contrario debemos dignificar al ser humano, educándolo y enseñándole un arte, profesión u oficio, para que autónoma y autosuficientemente brinde estabilidad económica a los suyos. Por ello considero que transformar a Cúcuta no debe ser la meta de unos cuantos, debe ser la meta de todos.