Luego de varias semanas de polémica y falta de socialización, fue aprobada otra reforma tributaria por parte del Congreso a petición del Gobierno. Uno de los principales argumentos de quienes la defienden es que al reducir la carga tributaria a las empresas, se crean más puestos de trabajo y se contribuye a la igualdad al aumentarle los impuestos a quienes ganen más de 36 millones de pesos, entre otros.
Esta como otras, no es una reforma estructural que beneficie a las personas más pobres, sino que es más de lo mismo: la clase media manteniendo la estructura y las finanzas del país. Así, de los 70 billones de exenciones que hay actualmente -40 billones a personas naturales y 30 billones a personas jurídicas-, se aumentaron entre 9 y 14 billones a distintos sectores económicos para “reactivar” la economía.
Sin embargo, esto es problemático, erosiona el recaudo en un momento en que el país necesita más plata y desnivela aún más la cancha de juego de las empresas. Tampoco es claro con qué criterio técnico se escogieron las exenciones y queda la pregunta si más bien hubo intereses políticos detrás.
En cuanto a la devolución del IVA del 20% a las personas más pobres, si bien es loable, no es claro de donde saldrá la plata. Esto se complementa con la medida populista de tres días sin IVA de la que no hay evidencia alguna sobre los beneficios a favor de la reactivación del comercio y en cambio daña la cultura tributaria que tanto ha costado construir en el país
Sobre la disminución de los aportes de los pensionados del 12% al 4% no se soluciona la enorme desigualdad que existe en el régimen pensional. Para el caso en particular, es necesaria una reforma estructural donde se dejen de financiar las pensiones de los más ricos. Se debe tener en cuenta que sólo el 37% de los trabajadores logran pensionarse y solo 8.3 millones de personas cotizan al sistema. El gasto público en pensiones para el año 2017, ascendió al 4.1% del PIB.
La reforma no ataca los problemas de fondo: falta de recursos y la gran inequidad. A la vuelta de un par de años necesitaremos otra reforma que alargará más el problema. Así, iremos de reforma en reforma, como una colcha de retazos, tapando huecos y cada vez más lejos de la verdadera transformación estructural en el sistema tributario.