En el cuatrienio del presidente Iván Duque el país crecerá apenas 1,25 % anual en promedio, un porcentaje que se reducirá a cerca de cero si se le resta el crecimiento poblacional. Esto proyecta el Banco Mundial en su estudio “Global Economic Prospects”. Al final de este gobierno, tendremos un ingreso per cápita anual similar al de su inicio: 7.694 dólares. Es decir, perderemos cuatro años de desarrollo.
Aunque el PIB de Colombia creció 3,3 % en 2019, para el año 2020, en medio de la crisis económica derivada de la COVID-19, se contrajo -7.5 %. Para el 2021 se recuperará en 4,9% y en el 2022 habría una expansión del 4,3%.
Este será el gobierno con peores resultados económicos de las últimas dos décadas, desde la presidencia de Andrés Pastrana, cuando retrocedió el ingreso per cápita.
La pandemia fue un golpe inesperado para el mundo, pero varios países optaron por políticas audaces para mitigar sus efectos económicos y sociales. El gobierno de Duque optó por una reacción conservadora. Apenas destinó el equivalente al 2,5 % del PIB a este propósito, cifra por debajo del promedio regional (3,9 %, según la CEPAL).
Ante el tamaño de la devastación, se requieren medidas audaces y una política fiscal expansiva para financiar programas contra cíclicos y transferir ayudas a los hogares más afectados por el cierre de empresas, el desempleo y la parálisis parcial del sector informal.
Esto obliga al próximo gobierno a establecer como prioridad la recuperación del dinamismo económico. Colombia debe avanzar hacia un modelo que genere riqueza y que permita que esta beneficie a todos. Con un Estado, capaz de cobrar impuestos justos para generar bienestar a través de bienes públicos de óptima calidad. Es decir, necesitamos una “Democratización Económica” que se ocupe de satisfacer las necesidades básicas de cada colombiano.
El Nuevo Liberalismo considera que eso será posible “si se realiza una vigorosa política de redistribución del ingreso que corrija los desequilibrios originados en los privilegios de nacimiento y de clase”. Esta tesis sigue vigente en el segundo país más desigual de la región. Necesitamos atender con todo el peso del Estado a la Colombia profunda, a aquella donde floreció el conflicto armado y hoy es azotada por las bandas criminales que viven del narcotráfico, que a su vez subsiste gracias la prohibición de las drogas.
Urge un ajuste del modelo económico, que hoy está basado en la extracción intensiva de materias primas. Una nueva apuesta por la biodiversidad, que requiere ciencia, investigación, innovación, desarrollo tecnológico y una política industrial que incluya a las Mipymes, que generan el 80% del empleo.
Ningún país puede crecer sin inversión y las mejores cartas para atraer capital son una clase media vigorosa, una sociedad con sus necesidades básicas satisfechas, reglas claras y estabilidad política y social.