El 2015 será un año difícil para la estabilidad política del gobierno venezolano, pero sobre todo, el colapso del “socialismo” del siglo XXI. Lo anterior se debe a la crisis económica que carcome al vecino país; crisis que es estructural, donde los aspectos coyunturales ponen de manifiesto la inestabilidad del sistema. Lo que no ha logrado la oposición bajo la presión política, lo hará la economía. Los datos del 2014 para Venezuela no son halagüeños: el crecimiento del PIB fue del -3.0 %; se estancó las exportaciones y decreció la formación bruta de capital fijo; en Noviembre la inflación fue del 63,6% y la regulación de precios ha generado escasez de bienes, el gasto público ha sido muy alto y la devaluación de la moneda genera el peor de los escenarios. Lo anterior se convierte en un círculo vicioso y un camino al abismo.
Con un precio del barril por debajo de 50 dólares, y la decisión de la OPEP (como medida contra la producción estadounidense y el Fracking) de no bajar la producción, los efectos sobre los ingresos del Estado venezolano son graves, la escasez de divisa y la posibilidad real de Default, ponen en aprietos al gobierno de Nicolás Maduro, que temerosamente ha tomado medidas que buscan racionalizar el gasto público, especialmente en bienes suntuarios o superfluos; pero necesitará medidas más fuertes, con un costo político alto y una contradicción ideológica nefasta para su legitimidad.Ese escenario limita los programas sociales del gobierno, y puede generar fracturas dentro del chavismo y propiciar la llegada de una visión de mano dura, potencialmente peligrosa.
El contexto internacional es complejo y no favorable: la recuperación de la economía Norteamericana, revaluación del dólar, profundización de la crisis europea, la desaceleración de China y sus efectos en el precio de los commodities, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, producen un ambiente de presión muy fuerte, aunado a la crisis social y política interna, (producto de la polarización) generan el caldo de cultivo para conflictos y cambios que pueden ser violentos.
El presente es aciago y el futuro incierto. El actual gobierno puede tomar medidas de ajuste económico dolorosos, con un costo político alto y un conflicto social en alza; o no hacer nada, y de igual manera emergerá el conflicto; pero esa disyuntiva pesimista también la enfrentará la oposición ( que no es un bloque homogéneo) si llegase al poder, pues la herencia del chavismo no está en la perpetuación del heredero o un proyecto de largo aliento, está en las subjetividades y el sentir de una parte de la sociedad venezolana que se vio reconocida y representada en el líder carismático, generando esa simbiosis entre lo sagrado y lo profano, una militancia dogmática y dispuesta a defender sus intereses.
¿Lo económico determina lo político?, ¿lo político determina lo económico?, o ¿se amalgaman en procesos que conducen a cambios profundos? En el caso venezolano lo económico terminará jugando un papel clave para entender los cambios políticos que se producirán, lo cual no quiere decir que dichos cambios sean los mejores o peores, pues no jugamos a predecir el futuro, pero si cierto realismo pesimista. El tiempo será el mejor juez.