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Vienen avalanchas, vienen huracanes…
Para la atención de estos desastres naturales el presupuesto nacional fluye generosamente para el segundo siniestro en detrimento del primero. 
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Martes, 1 de Agosto de 2023

Es verdad de Perogrullo que los candidatos a cargos de elección popular, como presidente de la República, por ejemplo, obtiene su triunfo con un guarismo electoral suficiente que le obsequia un sector considerable de la población, de inmediato se supone que una vez triunfante el elegido no es sólo representante de esa parcialidad política sino de la nación entera, y todas sus empeños y actuaciones deben estar dirigidos a satisfacer las necesidades y socorrer el territorio y la población que se le ha confiado. 

 No es, entonces, lo que hemos visto los colombianos, o mejor, los nortesantandereanos, si equiparamos la atención del Ejecutivo a los damnificados de las avalanchas de El Tarrita, en Norte de Santander, y la de Quetame, en el oriente de Cundinamarca y muy cerca de la vía al Llano, porque hemos escuchado con desazón en medios de comunicación nacionales que para la atención de estos desastres naturales el presupuesto nacional fluye generosamente para el segundo siniestro en detrimento del primero. 

 No creo que en Colombia el gobierno nacional esté aplicando las medidas gubernamentales perversas de otras latitudes, donde los gobernantes orientan la ayuda económica o humanitaria hacia las regiones que les fueron afectas cuando pretendían conquistar o ratificar su poder político. He sido testigo del calvario que viven habitantes de la provincia de Ocaña para acercarse a Cúcuta en plan de diligencias varias o urgencias médicas, porque el recorrido terrestre y los recursos económicos se duplican al tener que hacerlo por Bucaramanga y, muchas veces, pernoctar en esta ciudad, porque por la edad del paciente y la patología que padece no es conveniente hacer el recorrido íntegro.  

Conocemos suficientemente la devastación que padeció El Tarrita y sus gentes, porque no es sólo lo que se ha mencionado en lo macro, sino el tormento por la asistencia a clases en lugares no adecuados porque los inmuebles educativos fueron severamente afectados, la incertidumbre por no saber si las fincas son recuperables para el cultivo, porque es muy fácil decirles a los damnificados que tienen que salir de la zona sin darles opción de supervivencia y socorro económico, así sea como impulso inicial para iniciar una nueva vida en otro lugar. Ningún ejemplo tan elocuente como el de Armero, donde nada fue recuperable. 

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El retiro de Jaime Buenahora Febres Cordero de la liza electoral, que lamentamos como el que más, tiene una consecuencia personal, que es la desilusión de no poder regir los destinos de su ciudad, la que ha estudiado a fondo, como lo hicieron sus antepasados, tal es el caso de su abuelo, el exgobernador don Luis Febres Cordero, de quien aún leemos con fruición e interés sus libros “Del antiguo Cúcuta” y “El terremoto de Cúcuta”; también pierde la ciudad, porque Jaime es un estudioso que había preparado políticas públicas para actuar sobre ciertas condiciones de la realidad. Queda la satisfacción que lo intentó, se le apoyó irrestrictamente y por afinidad intelectual lo seguiremos en su diario transcurrir como catedrático, historiador, escritor y columnista. Jaime ha preparado muchas generaciones de estudiantes universitarios, tanto en Colombia como en Estados Unidos, y muchos disfrutamos también sus libros con análisis impecables de derecho público y electoral, entre otros. Así las cosas, deseamos a Jaime pronta recuperación de su salud; y el 29 de octubre, anhelamos para el departamento y su ciudad capital, que el electorado escoja lo mejor de lo mejor. 

 

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