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Vivimos una pesadilla sin fin
Nos evadimos, pero llegamos a nuestra ciudad, a nuestra Cúcuta, a nuestro Norte de Santander, que acumula cadáveres en una montaña creciente.
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Viernes, 25 de Diciembre de 2020

La pesadilla se agiganta, nos engulle en sus fauces de sombras, no sabemos si estamos dormidos o despiertos; la delgada línea entre la realidad y el miedo desaparece. Nuestro corazón se oprime cuando tratamos de despertar y no podemos y entonces se acelera y galopa como potro desbocado. No sabemos si estamos dormidos o despiertos; el pánico nos invade y también la desesperanza. ¿Será que podremos salir de esta pesadilla, si es que estamos en una pesadilla? o ¿será esta la realidad?

Las estadísticas flotan ante nuestros ojos, que queremos cerrar y no podemos; dejan de ser números y se convierten en seres de carne y hueso; seres queridos que estaban ayer con nosotros y que en esta pesadilla han sucumbido ante el virus implacable que cubre el planeta. Flotan personajes famosos que se han ido y que tratan de agarrarnos con sus manos fantasmales para llevarnos con ellos. 

Nos evadimos, pero llegamos a nuestra ciudad, a nuestra Cúcuta, a nuestro Norte de Santander, que acumula cadáveres en una montaña creciente.  Son 20 primero, luego 39, 43, 36, 24….  De la pira se desprenden compañeros entrañables, seres humanos inigualables: Ramiro Calderón, Agustín Castro, Luis Alberto Lobo, Carlos Orduz, Gustavo Salgar y la lista sigue con médicos, jueces y amigos que aparecen revestidos con sus cuerpos fantasmales para luego convertirse en esas personas de carne y hueso con quienes departimos, nos reímos, compartimos un vino  y una comida y luego se esfuman, se pierden en las tinieblas, una y otra vez; en una sucesión terrorífica de la que queremos salir y no podemos. ¿Será que podemos despertar?, ¿será que esto no ha sido sino un sueño y de pronto desaparecerá la pesadilla, volverá el sol, volverá la esperanza y volverá la vida?

Hoy todavía estamos inmersos en la pesadilla. A veces las sombras se hacen más grandes y a veces una noticia, como la del desarrollo de vacunas eficaces y eficientes contra el virus asesino, hacen que las sombras se vuelvan más pequeñas y que la esperanza irradie luz que trate de dispersar las sombras que nos devoran.

No hay soluciones mágicas; despertar de esta pesadilla requiere que en la vida cuotidiana real continuemos con autocuidado efectivo, antes de que podamos despertar finalmente tranquilos a una nueva realidad. Despertar de la pesadilla requiere la adquisición de inmunidad contra el SARS-CoV-2. 

Quienes en medio del vacío, del miedo y de la incertidumbre vencieron al virus, adquirieron inmunidad. Para los demás, aparece la vacuna que confiere esa inmunidad sin pasar por el suplicio y peligro de la enfermedad. 

Para que las vacunas tengan un verdadero efecto se requiere una primera dosis que quizás no sea suficiente para producir los anticuerpos que luchen contra el asesino. Será necesaria una segunda dosis dos meses después y para que tengamos verdadera protección requeriremos por lo menos cuatro meses después de la aplicación de la primera dosis. Por eso la pesadilla para Norte de Santander posiblemente no se termine el próximo año, sino que tendrá que pasar quizás otro más, hasta que toda la población haya sido vacunada. En ese momento volveremos a una realidad en la que la economía seguirá destrozada, pero por lo menos tendremos vida y salud para recomponerla. 

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