Este fin de semana, según el calendario comercial de nuestra era moderna, se conmemora o celebra el Día del Amor y la Amistad. En muchos lugares, empresas, oficinas y colegios jugarán al “amigo secreto”, costumbre que sigue manteniéndose, ya hoy denominado “goloso” por cosas de la economía circular y del empalagamiento de la conmemoración.
Pero cuando miramos el entorno, en casos como el de nuestra ciudad, donde la violencia se pasea por las calles y donde se carece del amor para consigo mismo, la familia, la sociedad, la ciudad y la patria, observar a los enamorados dándose poemas o regalos, los restaurantes llenos, los centros comerciales moviendo sus inventarios y el corazón latiendo quizás sin tener en cuenta el sentimiento en sí mismo, debemos volver a lo fundamental.
El término “amor” proviene de la palabra latina “amor” que significa afecto o inclinación, que ha ido evolucionando y adquiriendo diferentes significados con los años y dependiendo claramente de la cultura, que impera en uno u otro tiempo junto con el lugar geográfico desde donde estemos analizando el término.
Es decir, no definimos igual en América Latina o Europa el concepto de amor como lo hacen en Asia, y por supuesto, no es lo mismo el amor en el siglo XXI que en el siglo XVII. Todas las implicaciones del tiempo y de la cultura impregnan a este concepto de connotaciones diferenciales.
Además, nunca se debe olvidar que el amor ha sido también estudiado y definido por múltiples disciplinas, algo que se debe tener muy en cuenta, puesto que al igual que pasa con el tiempo y el contexto, cada disciplina asumirá de manera diferente el concepto, resaltando unas características por encima de otras.
Debemos entender lo que realmente es amor y lo que debe contener este concepto. A través de la historia se ha ido construyendo las cualidades del sentimiento. El psicólogo Carlos Yela considera que el amor debe tener grandilocuencia, intenso deseo de intimidad y unión con el otro, aparición súbita, intenso deseo de reciprocidad e intenso temor al rechazo, pensamientos frecuentes e intrusivos, pérdida de concentración, fuerte activación fisiológica ante la presencia (real o imaginaria), hipersensibilidad ante los deseos y necesidades de la pareja, vulnerabilidad psicológica, cierta timidez, sentimientos ambivalentes, atención selectiva, idealización del otro y ausencia de control voluntario sobre tales sentimientos, entre otros efectos psicológicos y fisiológicos que pueden variar de acuerdo de quienes lo viven.
Las primeras expresiones de este sentimiento se dan por medio de la literatura o escritura, pues allí se plasmaba la duración y permanencia en el tiempo de la relación que se convertía en algo idílico y que traspasaba barreras humanas. Ahora el amor ha sido testigo, desde sus inicios, de la tragedia; así lo consideraron los griegos. Luego, de la conveniencia y por supuesto la posibilidad de darlo todo, incluso hasta la vida misma. Son muchas las historias de amor que como Romeo y Julieta, la famosa obra de Shakespeare, se dieron a los brazos de la muerte para exaltar el amor.
La realidad actual es muy diferente; nuestros jóvenes hablan de “pruebas de amor” que por lo general terminan en la minimización de la sexualidad corporal o genitalidad del asunto. El amor es mucho más amplio; es la capacidad de entregar todo hacia al otro, al prójimo y a los que nos rodean, es capaz de avanzar en medio de la dificultad y por obvias razones, se supera por encima de cualquier regalo material. El amor es la base de los sentimientos que se necesitan para construir sociedades mejores. Celebremos este día desde lo profundo de nuestro ser dándolo todo. ¡Feliz Día del Amor y la Amistad!
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