Consciente de que en Colombia tomar partido por alguien o por algo, te genera odios o amores, considero que los nortesantandereanos no podemos dejar pasar la oportunidad de tener un candidato presidencial de la región.
Esta oportunidad no la tenemos cada cuatro años, pues forjar un dirigente serio de talla nacional no es oficio de todos los días. A Francisco de Paula Santander y Virgilio Barco los distancia siglo y medio, lo cual nos da una idea de lo que la región debe esperar para tener un presidente.
Para nadie es un secreto que somos la mezcla de todas las culturas del país, en un lugar que ha acogido a propios y extraños, y en el que a diario oímos a costeños, paisas y hasta rolos decir que son más cucuteños que los cucuteños, lo que en principio parece un halago, en el fondo es un fuerte reproche por el desarraigo de muchos de los cucuteños.
Pero ese reproche es justificado porque en muchas ocasiones no tenemos pasión por lo nuestro, no nos ponemos la camiseta, no tenemos identidad y fácilmente criticamos lo nuestro y acogemos lo de los demás.
Juan Fernando Cristo, pudo junto con su familia, salir corriendo de esta ciudad como muchos lo hacen, despotricando y destilando el odio con el que el crimen atroz de su padre, pudo haber envenenado su alma.
Sin embargo decidió asumir siendo joven las banderas de su padre para no perder el legado que éste construyera, y no dejar huérfanos también a un puñado de hombres y mujeres que habían centrado su esperanza de progreso en la voz que a nivel nacional, Jorge Cristo Sahium supo alzar a favor de los suyos. Una prueba de ello es el visionario Hospital Erasmo Meoz, al que muchos llamaron elefante blanco en su momento, por la magnitud de su estructura, y hoy no da abasto, constituyéndose en la principal entidad del sector salud de la región.
Juan Fernando Cristo, llegó al senado para quedarse y dejar huella. Su paso no fue efímero como el de muchas figuras regionales, sino por el contrario, con trabajo y dedicación, forjó su propio nombre y desarrolló una vertiginosa carrera iniciando en la comisión sexta y posteriormente en su segundo periodo, ingresando a la élite reservada para los estadistas en la comisión primera, donde se instaló durante tres periodos para debatir las reformas constitucionales del país.
Esta experiencia, le permitió ser Ministro del Interior y demostrar su capacidad ejecutiva, echándose al hombro la responsabilidad de dar sustento jurídico a un proceso de paz, duro y complejo como el que vivimos. Mientras la guerra según los expertos, costaba 30 millones de dólares diarios, lo cual constituía el negocio mas lucrativo del país, Juan Fernando desenfundó la espada contra ese monstruo de dos cabezas. En Colombia, eso puede constarle la vida a cualquiera.
Juan Fernando Cristo, no se ha abstraído de ningún debate transcendental del país, como suelen hacer los que no se quieren comprometer y por ello podemos afirmar que el fuego no lo quemó, lo moldeó para poder presentar su nombre como lo hace, al durísimo escrutinio popular.
Juan Fernando Cristo, por nortesantandereano tendría mi apoyo, pero ese no es mi único argumento; su vocación, el forjarse a pulso, pero sobretodo la capacidad de reponerse al duro golpe que el destino le acertó, perdonando y olvidando porque cree en la Paz, son argumentos suficientes para mí.
Pero la más poderosa razón, es habérsela jugado por los mas pobres y necesitados, las victimas de este país, a través de la Ley de Victimas, que dió institucionalidad a un sector desprotegido y marginado; que reconoció su lucha y que incluso garantizó una reparación económica, esa es una clara muestra de lo que un dirigente humano y comprometido con las causas sociales debe ser y hacer. Por ello mi voto es por Juan Fernando Cristo.