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Manuel Gómez ha dedicado toda su vida a la zapatería
Desde 1964 este hombre está inmerso en este oficio, que le ha traído varios altibajos en su vida.
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Camila Florez
Camila Flórez
Jueves, 22 de Julio de 2021

En medio del caos que caracteriza al centro de Cúcuta, especialmente en la calle 11 entre avenida 6 y 7, se mueve Manuel Gómez, quien tiene un peculiar puesto de venta de sandalias, que él siempre atiende.

Este hombre, de 69 años, en su cara y sus manos evidencia el pasar el tiempo de trabajo en zapatería, durante más de medio siglo. 

Gómez le contó a La Opinión como ha sido un fanático de la zapatería desde sus primeros años de vida, un gusto que según él, le nació de la nada y se convirtió ‘en su todo’.

“Cuando yo tenía 12 años le robaba las muñecas a mi hermana, le quitaba los pies y empezaba a hacer los zapatos, ella me acusaba y cuando llegaba mi papá ‘me daba la pela’, pero así fue como empecé”, comentó Manuel, entre risas.

Las dificultades económicas han acompañado por años a este hombre, que desde los 12 años tuvo que dejar sus clases habituales y tomarlas en las noches, para poder trabajar, contando que desde ese entonces se dedica a la zapatería. 

“Los primeros materiales que usé fueron la gamuza y la malla, conté con dos personas que para 1965, me enseñaron todo lo que debía saber, conocimientos que aún estoy usando”, comentó. 

Para 1969, cuando recién cumplía los 17 años, empezó a trabajar como costurero de zapatos  en una reconocida empresa de la ciudad, pero su sueño siempre fue ir más allá y tener su propio local. 

Reforzando conocimientos 
A pesar del vasto conocimiento que acumuló con la práctica en la capital de Norte de Santander, durante un largo viaje a Venezuela, en 1975, aprendió mucho más del arte que tanto ama. 

“Trabajé con italianos que me enseñaron a hacer los zapatos que hago hoy en día, usando las tiras y a tejer, aquí solo vendo sandalias, pero sé hacer suecos, botas y otras cosas”, señaló. 
zapatero 2

Gómez vivió cerca de 20 años en Venezuela, una de sus hijas nació allá y por la situación económica actual, se vio obligada a volver al país natal de su papá. 

Yo tengo tres hijos, gracias a Dios todos son profesionales, uno ingeniero, otra contadora y la otra trabajadora social, todos tienen su hogar, ya son mayores, pero logré sacarlos adelante con lo que producía haciendo zapatos”, sostuvo Manuel Gómez.

Al hombre se le cristalizan los ojos cada vez que habla de sus hijos, alegando que son lo más importante de su vida y por los que daría todo y que hoy se siente más que orgulloso de verlos grandes y ‘encaminados’. 

Años de abundancia

Iniciando la década del 90, la vida le empezó a sonreír a este hombre, sus conocimientos estaban frescos y decidió emprender un negocio en la ciudad que lo vio nacer. 

Creó una fábrica de zapatos en el barrio Ciudad Jardín, de Cúcuta, y alcanzó a darles empleo a más de 20 personas, quienes tenían distintos oficios dentro de la empresa. 

A la semana, lograban fabricar cerca de 600 pares de zapatos, que se vendían ‘como pan caliente’ y que le dieron la oportunidad a Gómez y a su familia de poder salir adelante.

La caída

Distintos factores, sumado con las múltiples crisis económicas que ha vivido la capital nortesantandereana, fueron los detonantes para que la próspera fábrica fuera decayendo hasta cerrar.

Gómez siempre tuvo claro que la zapatería era lo único a lo que se quería dedicar, y por esta razón decidió seguir trabajando en ello desde su casa. 

“Yo hacía zapatillas para las profesoras, me buscaban, cualquier modelo que me mostraban yo lo hacía y a la gente le gustaba”, relató. 

Sin embargo, la llegada de la pandemia representó otro obstáculo para el hombre, pues sus clientes fieles dejaron de comprarle. 

Por esta razón y al ver que el trabajo no le iba a llegar a su casa, decidió fabricar 30 pares de zapatos y exhibirlos encima de una tabla que está sobre una caja, en el centro de la ciudad, todo con el fin de obtener unos ingresos diarios. 

“Al principio no vendía ni uno, era difícil, pero poco a poco fueron llegando clientes, me está yendo mejor y ya estoy vendiendo muchos más”, afirmó. 

En la actualidad, Manuel Gómez trasnocha para poder fabricar los zapatos que estarán a la venta durante la semana, una mujer le ayuda en este trabajo. 

Su horario es sagrado, por eso, desde las 9:30 de la mañana está organizando su puesto de trabajo, donde permanece hasta las 6:00 de la tarde, cuando decide volver a su residencia.

Yo amo ser zapatero, sueño con volver a abrir mi local, estoy seguro que este puesto que tengo aquí es solo el inicio de un trabajo que me va a durar mucho años más”, sostuvo Manuel Gómez.

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