*Nombres cambiados por protección de las víctimas
A Maryuri Blanco el amor la llevó a casarse con tan solo 21 años. La joven residente en el barrio Tucunaré de Cúcuta dejó su ciudad y se marchó a Angostura, corregimiento del Magdalena. En ese rincón de la costa contrajo matrimonio el 26 de diciembre del 2019, con un joven de 24 años y comenzaron una vida juntos a pesar que la familia de la cucuteña nunca estuvo de acuerdo.
Para finales de octubre, luego de escasa comunicación con su familia, se descubrió un hecho lamentable por una videollamada que aún es materia de investigación. Maryuri, ya con 22 años, tiene signos de violencia sicológica, física y sexual, y en la denuncia que su familia interpuso en la Fiscalía, culpan al esposo y aseguran que ella fue su víctima.
A este caso, se suman 17 denuncias más que en las últimas semanas han salido a flote sobre la desaparición de niñas, jóvenes y mujeres, las cuales encendieron las alarmas sobre la posibilidad de que un fenómeno de desaparición sistemática estuviera sucediendo en Cúcuta y su Área Metropolitana.
Hoy, cuando se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género, un equipo periodístico de La Opinión, en alianza con el Observatorio de Asuntos de Género de Norte de Santander, revisó los 18 casos denunciados –algunos por familiares en redes sociales, otros por colectivos de mujeres y defensoras de derechos humanos–, entre los que hay 12 niñas entre 9 y 17 años, tres jóvenes de 18, 19 y 22 y tres mujeres de 34, 39 y 40 años, con el propósito de entender qué está sucediendo en la ciudad. Este medio logró conversar con 15 familias que compartieron sus testimonios.
Los casos sucedieron entre abril y noviembre de este año, aunque la mayoría tuvo lugar en octubre y noviembre. De los 18 casos, se pudo comprobar que 16 familias reportaron el retorno de sus hijas, pero el hecho de que actualmente se encuentren en paradero conocido no quiere decir que estén del todo bien, pues es imposible saber qué formas de abuso o violencia las llevó a salir de sus casas y lo pudieron vivir mientras estuvieron fuera; lo que se conoce entonces, es que las autoridades no han encontrado razones para aseverar que un crimen se cometió en estas instancias.
En dos casos correspondientes a Lucía* de 11 años y a Isabela*, de 17, no se pudo establecer contacto familiar. Sin embargo, entre conocidos y allegados se estableció que estaban en su hogar. En un tercer hecho de una menor de 14 años, la familia no quiso dar declaraciones.
Sobre Shirley Johanna Ruiz, la mujer de 39 años que desapareció cuando llegaba a su casa la noche del 29 de octubre, se estableció que su familia está a la espera de conocer mediante confirmación de ADN si el cuerpo hallado sobre el río Pamplonita le corresponde. Shirley Johanna es entonces la víctima más evidente de la violencia contra la mujer, bien sea porque su desaparición ya cumple los 27 días o porque no se descarta que su cuerpo sea el encontrado con signos de violencia.
¿Qué está pasando en los hogares?
Al conocer en detalle cada caso, llama la atención que en varios se repite un mismo patrón: las menores salieron voluntariamente de sus casas por problemas familiares, falta de comunicación, tolerancia y empatía. En estos casos, la desaparición no tiene que ver con agentes externos; la salida se da de manera voluntaria, lo que hace pensar que no se sienten seguras en sus viviendas y se ven obligadas a abandonar el lugar que debe ser la principal fuente de protección.
La historia de Gabriela*, de 18 años, retrata esta compleja situación que amerita toda la atención y movilización de la sociedad. Ante su decisión de cambiar de residencia, sus padres decidieron poner una denuncia en la Fiscalía el 4 de noviembre y solicitaron a varios medios de comunicación publicar su foto como mecanismo de búsqueda; la joven mayor de edad sostiene que lo hicieron con pleno conocimiento de su decisión y con el fin de utilizar la justicia y los medios como mecanismo de presión. Ante las publicaciones, la joven apareció y declaró que no estaba desaparecida, que se fue de su casa voluntariamente y envió una declaración juramentada ante notario público, en la que asegura que no quiere volver.
“Manifiesto que no estaba desaparecida, me fui por mi propia cuenta, estoy bien pero no quiero volver a mi casa, tengo problemas con mi señor padre, quien me trata mal sicológica y verbalmente”. Aunque no fue posible contactarla, la joven pidió a través de su perfil de Facebook no hacer eco de la denuncia de sus padres, situación que representa una exposición mediática, sin motivo, pues la razón de su salida de la vivienda fue voluntaria.
Estos casos plantean un panorama preocupante, en la medida en que ponen en evidencia que los hogares no están siendo lugares seguros para las mujeres, lo que implica una doble vulnerabilidad para ellas, pues al ser expulsadas por los problemas, falta de diálogo, maltrato, violencia, terminan arribando al sito donde son más vulnerables: la calle.
Adriana Pérez, directora del Observatorio de Asuntos de Género de Norte de Santander, asegura que es muy importante identificar qué es lo que está sucediendo al interior de los hogares para que menores de edad tomen la decisión de salir de ellos, pero también, que es clave analizar cómo se está abordando este problema desde las entidades encargadas de la atención, seguimiento y prevención. “Nos preocupa que desde las autoridades, la policía e incluso el ICBF siguen asegurando que son situaciones que tiene que ver con familias disfuncionales y que, como varias menores son adolescentes, son respuestas de rebeldía. Esto no solo minimiza la situación sino que también genera un espacio de impunidad. No solo está pasando algo sino que no se aborda y al no hacerlo, se le sigue dando pista para que escale. Esto es bastante alarmante”, dice la experta.
Otro asunto que queda en evidencia con estas desapariciones es la ausencia de instituciones estatales, pues las familias no las están reconociendo como instancias que pueden ayudar a superar estos conflictos al interior de los hogares. Para Pérez, hay que cuestionarse por qué las familias no acuden a instancias como comisarías de familias, ICBF, entre otras organizaciones que brindan apoyo psicológico para ayudar a mediar y conciliar estas situaciones.
“Las instituciones dolientes no están generando la suficiente cercanía y oferta de programas a las comunidades para que estas reconozcan que ellos pueden ser esas instancias que ayuden a las familias”, manifiesta.
Autoridades explican qué puede pasar
Las autoridades explicaron que cada vez que tienen conocimiento de algún caso de desaparición, activan el mecanismo de búsqueda urgente, donde un fiscal con varios investigadores inician las pesquisas, logrando establecer las causas que llevaron a dicha desaparición.
“En ese mecanismo de búsqueda hemos visto que muchas niñas y adolescentes se han ido de la casa por problemas con sus padres o porque alguna pareja sentimental las convence de que se vayan a vivir juntos y como eso no lo aprueban los papás, ellas lo hacen de esa forma”, contó la fuente judicial.
Agregó: “una vez establecemos dónde se encuentra la menor de edad o la joven que se fue sin el consentimiento de sus padres, les informamos a las familias para que entren en un diálogo. Además, cuando corroboramos que ellas están bien, sin ninguna afectación, se hace un acta de supervivencia”.
Precisamente, -explicó la fuente judicial- con ese mecanismo de búsqueda urgente, la Fiscalía ha logrado esclarecer muchos casos de desaparición y las denuncias hoy son muy pocas. “Actualmente tenemos dos denuncias, una que la puso la misma Procuraduría por toda esa cantidad de casos que hablaban por redes sociales, que ya verificamos uno a uno y todas las niñas aparecieron, y la otra es por dos menores de edad que decidieron irse de su casa y pasaron la frontera, porque alguien les dijo que sus papás los iban a castigar porque salieron sin permiso”.
Las autoridades dejaron en claro que en el análisis que han hecho en cada uno de los casos denunciados, no hay un patrón sistemático que les indique las niñas y adolescentes estén siendo raptadas o que algún grupo armado ilegal este detrás de eso.
Los casos
Emily*, 14 años. Barrio San Luis
Dudas y preguntas. Eso es lo que tienen los familiares de Emily* de 14 años, quien se fue de la casa de su tía, ubicada en San Luis, el domingo 18 de octubre y decidió regresar dos días después.
“Cuando supe que una dichosa amiga de muchos años, la estaba convenciendo de trabajar como Webcam (modelo virtual) me opuse a eso, pero se me escapó”, contó la tía de la menor.
Tras el hecho, la fotografía de Emily se difundió en redes sociales y eso hizo que regresara, según contó la familiar.
Sin embargo, aunque sus allegados han conversado con ella sobre qué pasó durante los días en que no estuvo en casa, las respuestas de la menor minimizan la situación.
“Ella nos dice que no fue capaz de hacer lo que la amiga le propuso. Que le pareció que no era lo que esperaba y que no pasó nada malo. Pero es difícil saber si en realidad esa es la verdad”, añadió la tía.
Los familiares decidieron enviarla a Bucaramanga, para que esté al cuidado de su abuela, sin embargo, aseguran que necesitan ayuda profesional.
Un investigador que ha estado al frente de los casos de menores desaparecidas, aseguró a La Opinión que, lastimosamente, son cada vez más las mujeres de Cúcuta que están siendo captadas por esta modalidad que pretende exponer sexualmente a las menores.
“La plataforma virtual no las deja ver a personas de Colombia. Sin embargo, quienes inducen a menores incurren en un delito y por eso se cuidan”, precisó el investigador.
Fernanda*, 14 años. Barrio San Luis
Fernanda* solo tiene 14 años. El pasado lunes 9 de noviembre en horas de la mañana salió sin decir a dónde. Su mamá no sabía que había decidido irse a quedar con una amiga.
“Mi hija no desapareció en un hecho que sea necesario denunciar. Afortunadamente la niña está con nosotros y no es nada de lo que ha estado pasando en la ciudad. Ella se fue para donde su amiga y allá se quedó. No dio aviso y nos generó esa angustia. Lo primero que le pregunté es si le habían hecho algo malo, pero son rebeldías de su adolescencia”, dijo la madre de Fernanda.
Luego de buscarla y de publicar su fotografía como desaparecida, la mamá de Fernanda se enteró hacia el mediodía del martes 10 de noviembre que su hija estaba bien.
Carmen*, 14 años. Los Patios
Carmen* no quería vivir más con su tía, quien tenía su custodia; por eso decidió esconderse durante el primer fin de semana de octubre, sin comunicarse ni decir dónde estaba, lo que llevó a la familia a denunciar una presunta desaparición ante la Comisaría de familia de Los Patios.
“Obviamente pensé que le había pasado algo malo, por eso acudí de inmediato a pedir ayuda. Pero fui víctima de una burla por parte de ella y su madrastra. Por esa razón la entregué al ICBF y allá coordinaron con la familia del papá y actualmente está en Montería”, dijo la tía.
Ana*, 15 años. Ciudad Rodeo
Por nueve días, Ana* de 15 años decidió salir de su casa, ubicada en Ciudad Rodeo. Según su mamá su hija tenía una relación amorosa y por eso se marchó.
“Mi hija salió con un novio. Se enamoró y se fue con él. Cuando difundimos su foto, apareció pero la tiene el ICBF. Estoy en proceso de que me la entreguen”, dijo la mamá.
La joven es la segunda hija del hogar y, según la mamá, está no es la primera vez que ella evade su casa.
“A esa edad (15 años), uno se ilusiona creyendo que la vida nos va a cambiar al lado de un hombre, pero uno se estrella porque así no es”, añadió la mamá.
Yenny*, 15 años. Villa del Rosario
El 6 de octubre, en Villa del Rosario, Yenny* de 15 años decidió irse de su casa con su novio, también menor de edad, por temor a las represalias que pudieran tomar sus familiares al enterarse que estaba embarazada. Luego de la publicación en redes sociales sobre su presunta desaparición, la menor se comunicó y habló con su familia sobre los motivos de su partida.
La salida del hogar con un novio a temprana edad ha sido también motivo de preocupación para el Observatorio de Género, pues han detectado que padres de familia y autoridades minimizan este hecho sin preguntarse realmente qué está pasando para que las niñas y jóvenes vean en figuras masculinas que no conocen a fondo (porque apenas aparecen en sus vidas) una figura protectora. “Acá cabe preguntarse si realmente los hogares no se han constituido como lugares seguros y de reafirmación. Nos preocupa mucho ver casos en los que menores deciden irse con figuras masculinas que apenas conocen, y no con sus tías, con sus familiares o con sus amigas. Eso me pone a pensar que estas chicas no tienen redes de apoyo, y eso es muy importante porque esa red es el primer lugar al que acudes cuando hay violencia o cuando algo no está bien”, explica Pérez.
Ximena*, 14 años. Invasión Torres del Molino.
Desde el 7 de noviembre, Ximena* no ha vuelto a su casa en la invasión Torres del Molino, en inmediaciones de Trigal del Norte. Sus padres, personas de escasos recursos, no tienen noticias de la menor desde que salió de su casa llevándose $250.000 y, al parecer, en compañía de una amiga de 18 años.
“Esa amiga vivía a cuatro cuadras de la casa. Se encaprichó con ella y aunque le decíamos que no nos gustaba esa amistad, ella no hizo caso”, contó la mamá.
Ximena aprobó su año escolar y pasó para séptimo grado. Su familia denunció su desaparición.
Margarita*, 40 años. Cúcuta
Salió de su hogar el viernes 16 de octubre y su familia instauró una denuncia por desaparición. Es madre de dos hijas, una menor de 20 meses y una niña de 11 años. Cuando la foto de Margarita fue publicada en redes sociales, ella se comunicó con su familia.
“Margarita estuvo encerrada durante la pandemia. No sé si el hecho de irse fue motivado por la frustración o por las discusiones que teníamos como pareja. Ella llama a la mamá y hace video llamadas con las niñas. Por eso sabemos que está bien”, aseguró el compañero sentimental.
Según el testimonio del cónyuge, la mujer le expresó a su familia que decidió alejarse de su hogar pues “estaba frustrada, necesitaba tiempo porque se sentía sofocada y estresada”.
Recientemente el esposo aseguró a este medio que Margarita ya está de regreso en casa.
Sandra* de 19 años. Barrio San Jerónimo
Con un trabajo estable como vigilante de seguridad de una empresa reconocida en Cúcuta, Sandra* de 19 años, fingió continuar con su rutina diaria e ir a su turno de trabajo el martes 28 de abril de este 2020, a pesar de que había renunciado un día antes. La joven no ha regresado a su casa, ubicada en el barrio San Jerónimo de la ciudadela Juan Atalaya.
Por varios días, Sandra sacó paulatinamente en su bolso de trabajo prendas de vestir; su familia creía que ahí llevaba su uniforme, por lo que no se dieron cuenta de su decisión hasta el momento en que no retornó a la hora acostumbrada.
Un mes antes, ella le contó a la mamá que le gustaba un hombre y cuando le mostró una foto, de inmediato comprendió que él no era del agrado de su familia.
“Yo le dije que me parecía un señor extraño y que no me daba buena espina. Pero enseguida se molestó y ya no quiso volver a hablar conmigo”, contó la mamá.
La familia pasó tres días sin noticias; cuando por fin lograron ubicarla vía telefónica, supieron que estaba con él.
En la conversación que tuvo la familia con el hombre, él les pidió que no se metieran en las decisiones de la joven, pues Sandra ya era mayor de edad y podía hacer lo que quisiera. La mamá solo le pidió que la dejara hablar con su hija para saber si estaba bien.
“A los 10 minutos me devolvió la llamada y era la voz de mi hija. Efectivamente nos dijo que esa era su decisión y que no nos metiéramos en su vida. Después de eso nos ha llamado de vez en cuando, pero muy poco”, añadió la mamá.
Sin embargo, estas llamadas esporádicas cesaron en septiembre y para el 3 de noviembre, la angustia reinó en la familia de Sandra y decidieron publicar su foto como desaparecida en redes sociales.
“No denuncié formalmente porque un hombre del Gaula no me brindó atención. Me dijo que eso no era ni secuestro, ni un acto que estuviera en contra de su voluntad y que ella ya era una mayor de edad”, añadió la mamá.
Sin embargo, cuando la foto de Sandra fue publicada en redes sociales, su compañero amenazó a la familia y les dio un tiempo perentorio para que borraran esa información. Además, la joven también se molestó con su familia por revelar su foto y difundir aspectos de su vida personal.
“Mi hija se enojó y ese hombre nos amenazó y nos insultó. Ella no entiende que no tenemos ni una sola foto que nos compruebe que está bien, tampoco la podemos ver por video llamada. Cuando hablamos con ella siempre el celular está en altavoz y mi presentimiento es que está bajo presión por parte de ese hombre”, expresó la mamá.
Después de eso, la joven le prometió a su abuela, quien sufre quebrantos de salud, que vendría a visitarla pero esto no ha sucedido.
Mientras tanto, la familia continua muy preocupada por el bienestar de la joven y aunque se comunica por llamadas, esto no es suficiente para su familia.
María Cecilia Ibáñez, abogada de la organización internacional Women’s Link, dedicada a promover un cambio social que favorezca los derechos de las mujeres y las niñas, dice que por ser Norte de Santander una zona fronteriza, se deben prender alarmas para evitar la trata de personas.
“No se ve una diligencia de las autoridades para investigar si hay redes de trata de personas detrás de algunos casos. Cualquiera puede ser víctima de trata pero las redes siempre apuntarán a quienes vean más vulnerables”, aseguró Ibáñez.
La abogada añadió que el 79% de las víctimas de trata en Colombia son niñas y mujeres con fines de explotación sexual.
Andrea* de 10 años. Barrio Colinas del Tunal
La mañana del martes 10 de noviembre, cuando Andrea* de 10 años jugaba en una calle del barrio Colinas del Tunal, algo pasó por la mente de ella, que la llevó dejar el lugar e irse llorando a su casa.
La niña vive con su madre, quien vende verduras en el espacio público y con su hermana de 11 años. Estando en la casa empezó a empacar en un bolso su ropita.
Sin decir nada, se marchó. Fue casi al mediodía que su hermana de 11 años se dio cuenta de lo ocurrido y corrió a llamar a su mamá.
“Yo estaba trabajando y apenas me enteré, salí corriendo para la casa. La vecina con quien las dejo recomendadas me dijo que estaban bien, pero que de repente Andrea se puso brava y comenzó a llorar; como creyeron que estaba en la casa, no se preocuparon. Fue al rato que no la vieron. Yo empecé como loca a buscarla. Se me pasó por la cabeza que se había ido para Atalaya, donde vive mi hermana, pero nada”, contó la mamá de la menor.
Según el relato, después de mucho buscar, la madre supo que su hija había sido vista sentada como a un kilómetro de la casa, por lo que fue preguntando casa por casa si conocían su paradero. “Supe que la habían visto montarse a un carro con una señora. Ahí me angustié más. Y como sentía pánico por todo eso que han publicado en redes sociales, decidí que su foto se publicara para que apareciera”, añadió la mamá.
Sin embargo, sin saberlo, la menor fue llevada a un Comando de Atención Inmediata (CAI) por la conductora del vehículo, pero la familia de la niña solo tuvo aviso casi a la medianoche de ese día.
A la mamá le notificaron que la pequeña estaba bajo custodia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) luego de que policías de Infancia y Adolescencia informaran a la 1 de la tarde a esa institución.
La mamá conoció por parte del sicólogo que atendió a la menor que ella no deseaba vivir más en su casa.
“Me cuentan que ella quiere vivir con el papá. Pero yo no me explico eso, porque él ni las pregunta a ellas, nunca ha pasado ni un peso para que se coman un helado. Si mi hija ha visto a su papá 5 veces en su vida, es mucho”, confesó la madre.
En medio de las preguntas, la mamá aseguró que intuye que su hija desea no vivir más con ella porque han tenido situaciones donde la reprende para educarla, según afirmó.
“Este año no estaba estudiando, sin embargo, le pedí a una muchacha que me ayudara con tareas dirigidas para que aprendiera a leer porque no tiene la habilidad, pero no ha podido”, dijo la mamá.
Recientemente se pudo establecer que Andrea fue devuelta por el ICBF a su mamá y ahora coordinan con el padre para que se vea con ella.
Sofía*, 14 años. Nuevo Horizonte
En horas de la mañana del miércoles 9 de septiembre, Sofía* decidió abandonar su casa en el barrio Nuevo Horizonte de la ciudadela Juan Atalaya y se marchó.
“El mismo día apareció. Por la tarde nos llama la Policía que la niña había sido rescatada por un ciudadano que la vio intentando lanzarse del puente de San Mateo”, contó una prima.
Según la familiar, lo único extraño es que Sofía tenía contacto con un grupo de animes oriundos de México.
A la fecha, Sofía está bajo seguimiento sicológico y acompañamiento del ICBF, luego de indicar tener una mala relación con sus padres.
Ilustración Freepik.
Nora*, 11 años. Toledo Plata
Nora* estaba al cuidado de su tío en el barrio Toledo Plata. El 3 de noviembre oyó conversar a su tío con la esposa y supo que ya no podían tenerla por razones económicas y que por eso debían entregarla al papá o a la mamá, quienes están separados. Luego de esto, la menor decidió salir sin dar aviso y con un propósito trazado.
Su fotografía como niña desaparecida se difundió por Facebook sin saber que la menor había salido directamente a una estación de Policía donde la llevaron al ICBF.
“Mi hija está en el ICBF porque no quiere quedarse con ninguno de nosotros, sus padres. Yo la he tenido que criar, pero trabajo en una finca recogiendo café y Nora acá no se amaña. La llevamos para donde mi hermano para que estudiara pero es difícil”, dijo el papá.
Según el padre, la mamá es quien tiene la custodia de Nora, pero les asegura que no la puede tener debido a su trabajo.
Gina* de 34 años. Centro de Cúcuta
Desde el martes 3 de noviembre, Gina* de 34 años no ha tenido tranquilidad. Ese día salió de su casa ubicada en la ciudadela Juan Atalaya para el centro de Cúcuta. Allá pagó unos recibos y cuando iba comprar una ropa para sus hijas menores de edad, por la venida 7 entre calles 12 y 13, fue abordada por una mujer anciana que la saludó y luego la intimidó con un arma de fuego.
Según el relato de una familiar, Gina tuvo que cruzar la avenida, donde estaba parqueado un vehículo amarillo y había un hombre alto (también adulto mayor) esperando en complicidad con el conductor quien estaba presto para arrancar.
Ya en los asientos traseros del vehículo, Gina fue rodeada, por un costado por la mujer que la revisó y le quitó sus pertenencias, mientras que el conductor rapó su bolso y el otro hombre le apuntaba con el arma.
No contentos con hurtarle dinero, el celular y otras pertenecías, a Gina la retuvieron durante una hora y media; su familia presume que la hicieron inhalar alguna sustancia que la adormeció, pues además fue víctima de abuso sexual.
“Ella recuerda algunas cosas que vivió. Nos contó que el hombre anciano le apuntaba con el arma y le manoseaba sus partes íntimas, que cuando reaccionó, ese tipo con su miembro le rosaba su piel”, contó la familiar.
Este aberrante hecho habría ocurrido entre las 9:30 y 11:00 de la mañana del día en mención.
Gina también recordó y le contó a sus familiares que fue dejada en inmediaciones del Canal Bogotá, luego caminó mareada hasta llegar al parque Mercedes Ábrego, donde una señora le dio $2.000 para un pasaje y como pudo se montó a un colectivo directo a su casa.
Después de más de 20 días, Gina aún se siente afectada emocionalmente. A pesar de que instauraron la denuncia ante las autoridades, aún no tienen avances de la investigación.
Hay que trabajar en la prevención
Una de las falencias importantes que se evidencian con esta radiografía es que los casos se están abordando con una reacción ‘apagaincendios’, dejando de lado el tema de la prevención.
“Cuando hablamos de violencia de genero la ley es enfática en que los servicios del Estado no solo van encaminados a la atención, la investigación y la sanción, sino que deben estar orientados también a la prevención. Las instituciones estatales todavía no tienen en la dinámica de su operación el factor preventivo, y eso puede ser lo que está pasando acá: estos escenarios han podido prevenirse, ya sea porque no han debido ocurrir una serie de violencias, que llevaron a que estas niñas y jóvenes salgan de sus hogares, o bien porque han podido existir unas instancias mediadoras para que los conflictos familiares, que son bastante prevalentes, no hayan llegado hasta esos límites”, concluye Adriana Pérez, directora del Observatorio.