Empecé a estudiar luego de 45 años de haber dejado mis estudios. Llegué hasta quinto de primaria, pero la situación me obligó a dejar todo para ayudar a mi madre, que tenía 11 hijos. Me tocó salir a ayudarla a vender pescado en la avenida sexta, al lado de la droguería El Norte, en pleno centro”. Así narra su historia Alix María García Ortiz, quien volvió a agarrar los cuadernos luego de criar a sus 6 hijos.
Se sentó en un pupitre junto a otros 42 alumnos en la casa comunal del barrio Valles del Rodeo, por el Anillo Vial Occidental de Cúcuta, donde retomaron los estudios, luego de estar un tiempo alejados de los libros.
El reloj marcaba las 6:00 de la tarde y juiciosa ya estaba esperando el comienzo de la clase. Frente al grupo ,la docente Patricia Ortiz, una de las hijas de doña Alix, la cual animó a su madre a superarse.
Sexto y séptimo grado es el curso con el cual arrancó con la mayor dedicación. “Comenzar a estudiar de nuevo de la mano de mi hija y que sea ella quien me enseñara, es lo mejor que me ha pasado”, dice emocionada.
Todos los días, hasta las 9:00 de la noche, veía materias que no estudiaba hace 45 años y otras más que no conocía: matemáticas, español, ciencias naturales, ciencias sociales, educación ambiental, educación artística y cultural, tecnología, inglés. Esta última, su menos favorita. “Ahora la pedagogía ha avanzado tanto, que uno aprende facilito. Además, soy muy pilosa y yo misma me metía en internet a leer y a investigar lo que no conocía”, cuenta.
Cursó sexto y séptimo en un año académico, octavo y noveno en otro, y el décimo y undécimo grado en dos años, por separado. Durante cuatro años seguidos, Alix se propuso graduarse y lo logró recibiendo el título de bachiller de manos de su propia hija, que fue su maestra por tres años.
“Cuando me entregó el título me dijo que estaba orgullosa de ser mi profesora, pero sobre todo, de ser mi hija. Eso lo llena a uno de fortaleza y ahora quiero seguir formándome en cualquier oficio”, dice doña Alix que se graduó a través del Proyecto Ser Humano, implementado por la Gobernación de Norte de Santander.
En Bochalema, Jesús Alberto Villamizar, de 50 años, también obtuvo su título como bachiller de la República de Colombia. Se formó en el colegio Andrés Bello, donde los últimos dos años cursó décimo y undécimo grado.
“Mi esposa (Blanca Teresa Rivera) me motivó a inscribirme. Ya mis dos hijos están en la universidad, y yo era el único que faltaba por cerrar este ciclo. Y lo hice”, dice felizmente.
Habían pasado 27 años desde su última vez en el colegio, como alumno, porque como acudiente ya le había tocado. Él y unos compañeros de trabajo se unieron al grupo de 62 personas que aplicó al programa académico, donde la mayoría eran jóvenes.
“Volver al colegio como alumno fue la oportunidad de encender nuevamente ese chip que estaba apagado y que me disparó las ganas de seguir estudiando con más pasión que cuando estaba muchacho”, explica.
Sus compañeros de clases, todos menores que él, fueron -según sus propias palabras- un aprendizaje continuo dentro del aula. “Se puede aprender de los más jóvenes, y ellos me decían ‘que hable el más abuelo’, con todo respeto. Ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. De hecho mis profesores fueron todos jóvenes muy bien formados”, expresa complacido.
Ser un técnico agroambiental es su próxima meta. Dice que luego de volver a aprender a amar el estudio, está decidido a no abandonarlo.
La historia de Jesús Alberto y Alix María la replicó en el corregimiento de Urimaco, Ana de Dios Omaña García, quien regresó a las aulas a sus 57 años casi fortuitamente.
Ella se inscribió en el proyecto educativo flexible para completar el número de estudiantes que necesitaba el corregimiento para que enviaran al profesor. “Mis dos hijos y la nuera estaban inscritos, y se iban a quedar sin estudiar, por eso decidí meterme a estudiar para completar el cupo de alumnos”, dijo.
Así empezó su proceso de formación hace tres años. “Mi hijo y su novia iban un año más avanzado y el año pasado se graduaron, y a mi otro hijo le falta aún un año”, dice orgullosa.
Ella terminó su enseñanza en el municipio de San Cayetano, a donde se mudó con su hija para ayudarla a cuidar a uno de sus tres nietos. El pequeño Jonathan Gabriel, de 10 años, quien fue otra de sus motivaciones para seguir y no detenerse en medio del camino.
“Él necesita una abuela que lo ayude en sus tareas, y yo no podía defraudarlo. El día de la graduación me quitó el birrete y se lo puso. Me dijo: ‘nona, estoy orgulloso de usted’, esa es la mayor satisfacción”, cuenta.
A Doña Ana, que le encanta la lectura y fue concejal de San Cayetano, hace 18 años aproximadamente, dice que su sueño es graduarse como licenciada en ciencias políticas.
“En Urimaco fui presidenta de la junta de acción comunal. Siempre he trabajado para ayudar a la gente de mi comunidad. Eso me apasiona”, cuenta la cucuteña.
Modelo Proyecto Ser Humano
El modelo educativo Proyecto Ser Humano es una estrategia pedagógica gratuita para alfabetizar a los jóvenes y los adultos que no hayan culminado sus estudios de primaria y bachillerato. En Norte de Santander el programa es manejado por este operador con recursos de la Gobernación.
En este programa los grados son divididos en ciclos llamados Clei (Ciclos Lectivos Especiales Integrados).
Para cursar estudios con este modelo la persona debe ser mayor de 15 años para ingresar al ciclo II (tercero, cuarto y quinto grado) y más de 18 años para el ciclo III (sexto y séptimo grado).
Los estudiantes tienen horarios flexibles, entre los que se encuentran nocturnos (entre lunes y viernes, de 6:30 a 10 p.m.) y fines de semana (sábados o domingos, de 8 a.m. a 12 m. y de 2 a 4 p.m.).
Según las estadísticas aportadas por el Proyecto Ser Humano, para la vigencia 2019 en Norte de Santander atendieron a 11.700 personas.
En el departamento se graduaron 2.084, durante este año.
Desde el 2011 han beneficiado a 95.510 personas, graduando a 12.138.