A Rony Mendoza le preocupa que su mamá lo deje salir al parque a las 3 de la tarde, por eso, llegó del colegio, almorzó y de inmediato se puso a hacer las tareas.
Minutos antes de irse, le mostró a su mamá los cuadernos para que le diera permiso.
Llegó al parque y se paró en una esquina de la cancha de microfútbol junto a varios amigos. Él, con 8 años y un metro de estatura, es de los más pequeños que allí se encuentran.
A su lado derecho está Laura Silva, tiene 16 años, ella aplaude al ritmo de la música y también está pendiente para apoyar y motivar a los más pequeños.
Laura y Rony comparten un mismo gusto: el hip hop y bailar break dance.
Por esta razón, asisten a los talleres que se dictan en el coliseo del sector El Morichal, en Villa del Rosario.
Allí los espera Junior Coroba, un joven de aproximadamente 1.80 de estatura, que llegó desde Barquisimeto (Venezuela) para enseñarles este baile.
Junior tiene 14 años practicando break dance, este año ganó la competencia más grande de Colombia, el Hip4, Festival de Hip Hop de la Comuna 4, en Medellín.
A pocos metros, un grupo de jóvenes definen los colores que usarán para pintar un mural donde expresarán sus pensamientos relacionados con los derechos de los niños.
A ellos los asesora el bogotano Jaider Urrego. Tiene 30 años y sus últimos ocho los ha dedicado al arte del grafiti.
Al otro lado de la cancha está Jorge Henao, en su mano derecha tiene un lápiz que no suelta, y en la izquierda lleva una libreta.
Junto a él hay seis jóvenes reunidos aportando ideas.
Ellos escriben las líricas para formar una canción que, seguramente, grabarán inspirados en el rap
Por último está Yulieth Micolta, ella hace un círculo en otro costado de la cancha junto a siete niñas más.
Al ritmo de la música les enseña el Dancehall, un género de música popular jamaicana que se originó hacia finales del año 1970.
Los cuatro profesores tienen algo en común: llevan puesta una camiseta que dice: HipHoppers Cambiando el Mundo.
Se trata de un proyecto de La Familia Ayara y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) que se creó en medio de la crisis humanitaria que generó el cierre de frontera.
El objetivo fue llevar el arte como herramienta de cambio para proteger a los niños y jóvenes de las vulneraciones que se viven en este tipo de situaciones.
Alrededor de 40 artistas llegaron a la ciudad para dar la bienvenida a los ciudadanos que fueron deportados de Venezuela.
Ellos han contado con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Villa del Rosario, donde trabajaron con los niños de los albergues.
Esa experiencia sirvió para que varias fundaciones de Cúcuta los vincularan para ejecutar sus proyectos relacionados con la cultura.
“Lo más gratificante de trabajar junto a los niños en la frontera es porque a través de estos talleres de formación artística estamos en la construcción del nuevo sujeto crítico, educado y consciente, en pro de generar en ellos cambios de forma positiva y así fortalecer los valores y derechos de los niños, niñas y adolescentes”, dijo Junior Coroba.
El próximo 15 de diciembre, este grupo de artistas dejará la ciudad, retornarán a Bogotá dando por cumplida su misión de brindar atención en la frontera.
Sin embargo, sueñan con regresar a Norte de Santander, donde dejaron un gran semillero de niños que le apostaron a creerle a la cultura por medio del hip hop.
¿Quién es La Familia Ayara?
En 1996 inició como una microempresa hecha por jóvenes bogotanos que abandonaron las calles para convertirse en artistas.
En ese momento diseñaban prendas de vestir exclusivas para hiphoppers.
Las ganancias fueron invertidas en patrocinio a artistas, organización de actividades culturales, sociales y educativas.
Gracias a ello han recibido el apoyo de agencias internacionales para ampliar sus programas de formación y se conoce como la Fundación Artística La Familia Ayara.
Son aproximadamente 100 integrantes que están en varias partes de Colombia enseñando sobre arte y cultura a través del rap y el hip hop.