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Cúcuta
Tucunaré, el barrio de Cúcuta construido bajo la sombra de la tragedia
Ubicado en la ciudadela de Juan Atalaya, el barrio se divide en parte baja y parte alta.
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Nicolás Mojica
Nicolás Mojica
Viernes, 21 de Junio de 2024

Los residentes de Tucunaré, uno de los barrios que hace parte de la Comuna 8 de Cúcuta, han tenido que vivir con el miedo de ser ‘zona de alto riesgo’ desde aquella fatídica noche del 1 de abril de 2009, cuando una tubería madre de acueducto colapsó y ocasionó el derrumbe de 25 casas, en las cuales 100 familias se vieron perjudicadas.

Debido a esto, el primer pensamiento que tienen los ciudadanos de la capital de Norte de Santander al ser consultados por el barrio, es en el riesgo de las casas al borde del precipicio y de las ruinas que dejó aquella noche.

Sin embargo, en un recorrido periodístico de La Opinión, se pudo evidenciar que Tucunaré abarca mucho más que un simple barrio, es el resultado de muchos años de trabajo entre la comunidad, pero también del abandono por parte de las diferentes administraciones municipales.

Un poco de historia

Como todo gran barrio de Cúcuta, Tucunaré empezó siendo una invasión de la ciudadela de Juan Atalaya en 1950, conformada por las personas que huían de la violencia en todo el departamento, y algunos ciudadanos del vecino país.

Al igual que en las demás invasiones, los comienzos de Tucunaré no fueron para nada fáciles, porque el sector carecía de alcantarillado, acueducto, energía eléctrica, vías, y acompañamiento de la Policía.

Con el correr del tiempo, el terreno que rodea a este sector de la ciudadela de Juan Atalaya hizo que el barrio se dividiera en parte baja y parte alta, cuando se pavimentaron las primeras calles, una sectorización que se conserva hasta la fecha, y que abarca aproximadamente 5 mil habitantes por cada lado.

Según los habitantes de Tucunaré, el barrio se ha caracterizado por ser tranquilo, “por aquí casi no se ven situaciones de inseguridad en el sector, por lo que todo el mundo vive en armonía”, señaló Surek Ibarra, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC).

Algunos residentes se encargaron de pintar y construirles las “casas” a los gatos./ Foto: Carlos Ramírez.
 
Lo bueno

La comunidad de Tucunaré es el claro ejemplo de cómo sacar provecho de una mala situación, pues los habitantes lograron crear un refugio para los gatos sin hogar, en medio de las ruinas de las casas que se desplomaron hace 15 años.

Lo anterior, en vista de que los habitantes de calle tomaron estas viviendas en riesgo como su refugio ocho años atrás, donde -según los residentes- dormían, tenían relaciones sexuales y consumían drogas.


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Por tales motivos, algunos residentes fueron de casa en casa recolectando fondos para derrumbar las residencias con ayuda de un vecino dueño de una máquina, y en primera instancia tumbaron las paredes y lo que quedaba de las viviendas.

Una vez terminada la intervención de la maquinaria, las mujeres de las viviendas aledañas empezaron el proceso de embellecimiento del escenario, sembrando plantas, pintando algunas piedras y adecuando algunas “casas” para los animales.

“Este proyecto lo hicimos en aras de concentrar la mayor cantidad de gatos posibles que llegaban al barrio, aquí se les brinda alimentación, los bañamos y les damos un refugio”, señaló una residente de la comunidad.

El asentamiento humano fue construido al final del precipicio. / Foto: Carlos Ramírez.

 

Lo malo

La sombra del desastre sigue persiguiendo a la comunidad de Tucunaré, a 15 años del lamentable hecho, algunas casas todavía presentan un alto riesgo de desplomarse, una situación que según Surek Ibarra, ha buscado la forma de comunicarse con los diferentes  secretarios de Gestión del Riesgos, pero hasta la fecha no hay solución alguna.

“Hemos tratado de reubicar a las familias que residen en las viviendas en riesgo, pero no ha sido posible, y tenemos miedo de que en una próxima temporada de lluvias, la tragedia se repita”, afirmó el líder comunal.

En diálogo con La Opinión, Alexander Chávez, funcionario de este despacho, expresó que la entidad lamentablemente no tiene proyectos de reubicación, “solo hacemos obras para mitigar el riesgo, y hemos radicado al menos 10 proyectos que está a la espera de aprobación por parte de la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgos de Desastres (Ungrd)”.

Crearon una invasión

La situación se agudiza cuando hace aproximadamente cuatro años, un grupo de migrantes se establecieron al final del barranco, formando un asentamiento humano de más de 30 familias, que incumplieron con los lineamientos del Plan de Ordenamiento Territorial (POT).


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Para los residentes de Tucunaré, a pesar de que mantienen el respeto con la comunidad de la invasión, la situación se puede convertir en una tragedia si se llegan a desplomar las viviendas en riesgo.

La malla de protección de la cancha ‘La lija’ está totalmente deteriorada por el paso del tiempo. / Foto: Carlos Ramírez.
 
Lo feo

Otro de los ‘dolores de cabeza’ para la comunidad de Tucunaré es el mal estado de los escenarios deportivos. Y es que tanto la cancha de microfútbol Félix Salcedo Baldión, como la cancha sintética ‘El Apóstol’ (que conecta al barrio con Motilones), se encuentran en condiciones deplorables.

La cancha Félix Salcedo Baldión o ‘La lija’ como se conoce dentro del barrio, fue entregada durante la administración del exalcalde Donamaris Ramírez, pero actualmente tiene severas fallas en su infraestructura y la malla de protección, mientras que el gimnasio biosaludable está oxidado.

Uno de los sueños de la comunidad es que la cancha, que debe su nombre a un exsenador de la República, tenga un mantenimiento significativo y le instalen un techo, para no tener que sufrir los efectos del sol.


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