

Mauricio Sánchez no se detiene. Siempre anda entre talleres untándose de pintura y ‘jugando’ a reinventar con los lienzos. En esta ocasión revivió algunas pinturas y ensambló otras, dándole protagonismo al alambre de púas.
Sus hijas, como las cataloga, las trasladó hasta la centenaria Quinta Teresa y las instaló en las distintas salas de exposición develándolas el viernes por la noche para que sea el público el que las admire e interprete.
Las veinte obras poseen su propio lenguaje, pero las trabajó inspirado en las siembras, en los potreros, en el campo. Y aunque cree que el alambre pareciera agresivo y grotesco lo usó como elemento propio del límite. “Un sinónimo de propiedad, de frontera, quizás”, advierte mientras corta el sobrante de una casa que construyó en la blanca pared precisamente para involucrar a los niños en la exposición y a los desprevenidos que llegan en busca de algo distinto a los trazos.
Masan, como se conoce en el mundo artístico, cumplió tres décadas de estar trajinando con la magia del color, que en algunas obras aparece con fuerza y en otras se esfuma, de acuerdo con su estado de ánimo. “Todo son emociones”.
Hace dos años abrió su galería en el Teatro Zulima y en general suma más quince exposiciones de manera individual.
Pintar lo considera un gaje del oficio y lo asume con entereza porque además de vocación es “una forma por la que aposté. Es un trajinar constante, en contravía todo el tiempo”. No concibe estar sin ejercer ese oficio, es su objetivo, es su andamiaje, es su empresa, a pesar de las peripecias que tiene que hacer para concretar los cuadros.
Y contemplando las paredes donde cuelgan los collages se pregunta ¿qué es ser artista? y se responde: es magia porque te las arreglas para sobrevivir, pero con la credibilidad se te abren las puertas.
Le gustaría contar con más galerías en la ciudad para estimular de cierta forma al artista.
Desde 1982 inició estudios de dibujo y pintura y luego de escultura en la escuela de artes visuales Cristóbal Rojas, en Venezuela, país que extraña para exponer. Paradojicamente un crítico de arte venezolano lo tildó de extranjero sin entender esa expresión cuando se considera un hombre de fronteras, sin límites.
En estos momentos se encuentran amalgamando algunas de sus pinturas con las de otros profesionales porque a él lo caracteriza la constancia, la perseverancia para alcanzar las metas.
‘Registros del límite’ será itinerante. Es decir, a partir del 12 de noviembre se trasladará a Museo de Arte Moderno ‘Eduardo Ramírez Villamizar’ de Pamplona, en donde permanecerá hasta febrero de 2017.
El artista bumangués echó raíces en Cúcuta y se ha dado a conocer por medio de sus obras que no tienen límites.




