Campeona olímpica, abogada, activista, madre y profesora: la estadounidense Nancy Hogshead-Makar ha puesto su energía al servicio de la igualdad de género y la lucha contra los abusos sexuales en el deporte.
“Soy tan optimista que no soy realista”, dijo la exnadadora en una entrevista realizada unos días antes del Día Internacional de la Mujer, celebrado hoy. “Pero tienes que ser así para intentar ganar un título olímpico y luchar contra el abuso sexual en el deporte”.
La noche antes, Hogshead-Makar había trabajado hasta las dos de la madrugada en una carta dirigida al Congreso de Estados Unidos reclamando una mayor protección para las deportistas aficionados frente a los abusos de entrenadores y empleados.
Su fuerza de voluntad sigue siendo la misma que exhibía en las piscinas, donde con 11 años ya entrenaba cuatro horas al día.
“Mi fórmula ganadora era ser competitiva”, asegura Hogshead-Makar, de 57 años y ganadora de cuatro medallas en los Juegos de Los Ángeles-1984, tres de ellas de oro. “Es así como logré tener éxito en la vida”.
Hoy en día, para lograr un equilibrio entre todas sus ocupaciones, Nancy corre y hace yoga, pero ha decidido no nadar.
“Nadar para mí era como si hubiera sido tocada por la gracia divina. Eso es lo que sienten los atletas de alto rendimiento, una sensación trascendental. Pero a los 57 años, con tres hijos y un trabajo a tiempo completo, ya no es posible”, explica.
Después de su retiro, la deportista de Iowa, un estado en el corazón del medio oeste estadounidense, eligió poner al servicio de los demás ese fuego interior que la hacía avanzar pero que también podía ser “destructivo” para las personas a su alrededor, reconoce.
Se convirtió en abogada y, habiendo alcanzado el oro olímpico, se fijó un nuevo y ambicioso objetivo: promover la igualdad entre hombres y mujeres y luchar contra el abuso sexual en el deporte.
Drama personal
Durante mucho tiempo, la exnadadora ha atravesado por un drama personal no ajeno a su nueva lucha, que ahora expone públicamente.
Con 19 años, una noche del otoño de 1981 en que corría por el campus de la Universidad de Duke, fue víctima de una violación. Ayudada y apoyada, Hogshead-Makar consiguió reconstruirse, marcando distancia con el suceso.
“No hablé de ello durante 20 años”, comenta ahora, “porque habría comenzado a llorar”.
Un día, uno de sus mentores, el activista por los derechos humanos Richard Lapchick, le aconsejó que no solamente hablara de la violencia sexual desde la perspectiva del experto, sino que compartiera su experiencia personal. “Él tenía razón”, dice la deportista.
Nadadora de alto nivel, había crecido en un entorno en el que chicos y chicas comparten entrenamientos bajo un respeto mutuo.
“No es una coincidencia que algunos de los más grandes activistas por la igualdad de género incluyan a figuras del mundo de la natación. Yo solía entrenar casi únicamente con chicos. Estaba acostumbrada a hacer las cosas bien, solíamos hacer los mismos largos”, explica.
En algunos casos, sin embargo, también había un reverso de la moneda: entrenadores que tenían relaciones íntimas con atletas, entre ellos Mitch Ivey, que finalmente fue suspendido de por vida en 2013 tras más de 30 años de impunidad. Durante mucho tiempo estas relaciones aparentemente consensuadas no despertaron sospechas en el mundo del deporte, recuerda.
Límites difusos
Los “límites” no están “tan claramente establecidos como para los profesores, consejeros de educación o los hombres de la Iglesia”, lamenta.
En 2012, después de años involucrada en la campaña, el Comité Olímpico de Estados Unidos finalmente exigió que sus federaciones prohibieran cualquier relación entre entrenadores y deportistas, sin importar la edad y el consentimiento.
En el terreno, sin embargo, el mensaje tarda en llegar. Según Hogshead-Makar, en Estados Unidos solo el 0,5% de los nadadores y el 1,4% de sus padres han recibido la formación adecuada. Así que en lugar de esperar el cambio, ella prefiere alentarlo a través de numerosos proyectos.
Por el momento participa en una campaña pedagógica de Child USA, asociación estadounidense de protección de la infancia, sobre los abusos en el deporte.
La exnadadora es también uno de los pilares del US Center for SafeSport, la primera organización independiente que lucha contra la violencia sexual y física en los deportes olímpicos.
Trabajó en este proyecto durante años antes de que el escándalo protagonizado por Larry Nassar, un médico pedófilo del equipo de gimnasia de Estados Unidos condenado por agredir sexualmente a cientos de jóvenes, finalmente impulsara a las autoridades deportivas a darle la luz verde.
Hogshead-Makar, fundadora también de la asociación Champion Women, cuyo objetivo es poner fin a “un sistema que no busca proteger a los atletas”, sabe que su labor es de largo recorrido. “Para provocar un cambio, tienes que insistir sin descanso”.