Pese a que ha sido tan golpeado, el rostro de Yuberjen Martínez no muestra huellas que le permitan concluir, a quien apenas lo conoce, que es un boxeador. Por el contrario, la amplia sonrisa que siempre le acompaña, y que deja ver una dentadura blanca impecable, lo hace confundir con un tipo bonachón que prefiere reír antes que llorar.
Reír, en él, siempre ha sido una terapia, bien aplicada. Y lo hace cada vez que puede, pues le gusta hacer bromas, escucharlas y reírse hasta de lo que le pasa en su vida diaria, porque “llorar es muy maluco pese a que a veces hay que hacerlo”.
En diálogo con El Colombiano (Medellín) el ganador de la medalla de plata de los Olímpicos de Río de Janeiro, campeón continental y seleccionado por Colombia al próximo Mundial en Alemania, habló de su nueva motivación: él como imagen de una campaña que busca sacar del anonimato a jóvenes promesas del deporte nacional, llamada Inspirados para Vivir.
¿Por qué lo inspira?
“Me identifico con su filosofía de apoyar jóvenes, pues muchos de ellos por falta de respaldo se pierden. No dudé en aceptar ser imagen”.
¿Refleja en algo su vida?
“Durante los Olímpicos dije que no miraran tanto el momento que yo vivía, pues estaba triunfando, sino los muchachos que venían detrás, que no los abandonaran. Y eso es lo que debemos hacer por nuestros jóvenes y niños que son el futuro del país, no olvidarlos”.
¿Esa historia suya -forjada desde abajo, sin apoyo ni dinero, con carencias y a punta de golpes- refleja la situación de los demás?
“Yo siempre me pregunto qué será si, de pronto, Dios no lo quiera, aparezca una lesión o alguna enfermedad que nos obligue al retiro a quienes hoy somos la imagen del país. ¿Dónde están y quiénes son nuestros reemplazos?”
¿Tanto le preocupa?
“Claro que sí, todo lo que pasa con nuestra juventud, su futuro. Yo vengo de la zona de Urabá, donde en el pasado muchos prefirieron las pandillas y los grupos armados al estudio y el deporte. A mí nunca me han gustado las armas ni estar por ahí. Entonces, creo que poniéndome de ejemplo estoy aportando algo a la sociedad”.
¿De qué vale pensar en eso cuando, a veces, no hay condiciones para alejarse de las armas y las pandillas?
“La plata se acaba, de cualquier forma como se consiga, la historia no. Sé que, por ejemplo, en Urabá no hay escenarios dignos para entrenar, pero sí muchachos con ganas; lo hacen y me llenan de motivos para seguir en la lucha para que no piensen en otras cosas sino en entrenar, combatir y visualizar un mejor futuro, prometedor”.
¿Usted a veces retrocede su película, y se ve yendo a entrenar con apenas unos centavos en el bolsillo?
“A mí todos esos jóvenes que, a diario, se ven en las calles de mi zona -Urabá- me recuerdan mis primeros días en el boxeo. Muchas veces devuelvo la película en las noches y me veo pasando por muchas necesidades, sin plata para lo mínimo, con dificultades para ir al entreno, a veces con poco que comer. Y entonces pienso en estos chicos de hoy. Realmente no me gustaría que esa nueva generación pasara por lo que yo viví”.
Hoy, fruto de esa superación, ¿cómo es sentirse con platica en la sudadera?
Risas... “Se siente súper, claro, con más tranquilidad. Afortunadamente ya no pienso en ‘huy me toca ir a trabajar para buscar la comida y ayudar a mi madre y a mi hermano’; ni huy, qué voy a hacer hoy para conseguir la papita’. Las cosas son ahora más tranquilas. Antes era un desgaste terrible”.
Dicen que ahora es un comprador compulsivo de suéteres y relojes...
Risas... “Pues claro, me gustan mucho y hay que estar elegante de vez en cuando... ja, ja, ja”.
¿Qué tal va la nueva casa?
“Le digo solo esto: cada vez que en mi casa alguien abre la boca, escupe confeti de alegría. Estoy supercontento de haber estrenado casa, es maravilloso”.
¿El sueño cumplido?
“Cada vez que me despierto y veo la cara de felicidad de mi madre me lleno de orgullo y satisfacción de habérsela podido dar. Gracias a Dios lo que he soñado se ha cumplido”.
¿Qué otro sueño tiene?
“Primero que todo que tenga salud, que mi mamá esté bien, porque si ella está bien, yo igual lo estaré”.
¿Cuál es el máximo gusto gastronómico que se ha dado en esta nueva etapa?
“Saborear la comida que hace mi mamá. Ella cocina excelente, todo le queda bien, no la cambio por nada”.
Es cierto que en la entrega de la casa, se encerró en una habitación a ‘ruñir’ la olla en que su mamá había cocinado pescado?
Risas... “Ese día estaba concentrado en la Serie Mundial, pero me tocó ir a Urabá a recibir mi casa nueva. Mi mamá me hizo una olla de pescado, solo como ella lo prepara: primero la fritó y luego la hizo en sumo de coco, además del arroz de coco... ¡Ufff¡ fantástico. Yo cogí esa olla, me encerré en la habitación y me la raspé toditica. Eso era coma y duerma, coma y duerma... Ese mismo día me tocó regresar a concentración y cuando fui a ver tenía cinco kilos de más. Tocó bajar esos kilitos en dos días. Pero ese gustico me lo di, así después me hubiera tenido que sacrificar para bajar de peso”.
En el ring a usted ningún rival lo atemoriza, pero fuera de él, ¿a qué le teme?
“Perder a mi madre. Perder en combate eso es normal y estoy preparado para eso en caso que me llegue a tocar; pero en el caso de mi vieja no. Ese es mi mayor temor”.
¿Sinceramente, usted cree que sigue vigente en Urabá o ya pasó de moda?
“¡Qué, oiga!... ¿Yo pasar de moda?, ¡nunca!... para nada, cuando yo voy allá todo mundo tiene algo que ver conmigo y eso es lo bueno que tu pueblo te quiera y que tú quieras tu pueblo, eso es lo maravilloso”.
¿Finalmente, usted habla poco o nada de política; ¿se atrevería a hablar de procesos de paz que vive el país?
“No, qué va; ese tema que lo traten otros, a mí no me gusta; dejémosle eso al Gobierno... Ah, terminemos esto aquí”.