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¿Dónde estaba hace cincuenta años?
La pregunta se la hacen muchos columnistas de estas semanas pasadas con ocasión de la trágica muerte del Presidente John F. Kennedy pero extrañamente ninguna cuenta donde estaba. Yo quiero contar mi versión ahora que mis amigos de esos instantes  siguen vivos.
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Jueves, 21 de Noviembre de 2013
La pregunta se la hacen muchos columnistas de estas semanas pasadas con ocasión de la trágica muerte del Presidente John F. Kennedy pero extrañamente ninguna cuenta donde estaba. Yo quiero contar mi versión ahora que mis amigos de esos instantes  siguen vivos.

Mañana, hará cincuenta años, desde temprano me había reunido con Alfonso Hanssen y Daniel Osorio León, “Sardinatero” como el que más,   compañeros de clase en el Externado de Colombia de la Carrera 16 con Calle 24  y  nos repartimos el tema de doctrinas económicas  que debíamos exponer ante el profesor Eduardo Arias Osorio.  Al mediodía luego del almuerzo  en casa de un familiar,  junto con Tulio Mario Torres que era estudiante de Diplomacia de la Tadeo Lozano  salimos a su sitio de trabajo.

Tulio Mario era el jefe de corresponsales  departamentales en el diario La República y yo,  muy escasas veces me le desprendía. De tal manera que el crimen de Dallas de ese viernes  22 de Noviembre nos impactó cuando llegábamos en el bus a la Carrera Décima con Avenida Jiménez. Así que subimos disparados  al Edifico El Globo que era la sede del periódico. Como ven siempre he estado a la sombra de un periódico: Cenit, Comentarios, La República, La Patria y La Opinión. Como el meridiano de Dallas es el 96 la diferencia es de una hora y la noticia nos golpeó a  la una y treinta de día. La sala de teletipos de La República en el tercer piso era de 4 x 4 metros más o menos, así que era incómoda para todos los periodistas y los “metiches” como yo.

El martilleo en la sala provenía de UPI – United Press International – que por cierto fue la agencia que cubrió con más eficiencia y oportunidad la tragedia, pues fue la primera en enviar al mundo la noticia. Con el tiempo supimos que el corresponsal Merriman Smith la comunicó desde un radio móvil a la oficina de Dallas y de allí al mundo, luego desde el hospital  Parkland y desde el avión presidencial el juramento de Lindon B. Jhonson, que le valió el Premio Pulitzer por el mejor cubrimiento informativo y que la televisión marchitó en el 82. Situaciones que nos dejan reflexionar sobre circunstancias de tiempo y modo que nos dejaron percibir, cómo  en el mismo instante lo único que se podía saber de la tragedia en todo el planeta a pesar del escaso desarrollo de esos días, ya éramos una aldea global.

Pero obviamente la noticia nos petrificó, pues aún no se había manoseado la imagen del presidente, con las intimidades que hoy son comidilla de todas las gentes. Teníamos en el recuerdo y en la retina la imagen de la pareja Kennedy que nos visitó dos años antes en diciembre del 61. Los bachilleres cucuteños a falta de una Universidad Regional, recién graduados iniciábamos un peregrinaje feliz por las distintas regiones del país, buscando la profesionalización. El objetivo ideal era Bogotá – que realmente era la Atenas, si no suramericana, si la colombiana – además, si teníamos familia en la capital, ideal total. Yo los vi, ese diciembre relativamente cerca en las inmediaciones de San Carlos, merced a la ubicación que nos consiguió mi primo Farouk Yanine que estaba asignado a la Casa Militar de Palacio.  Así que la noticia dolorosa como que nos desvaneció la Alianza para el Progreso, que entusiasmó a la gente joven sin tentaciones por el monte, pero ansiosos de un cambio en el sistema nuevo que nos excluía.

Yo vivía dos escenarios de esa Alianza para el Progreso, uno en Cúcuta desde el Colegio La Salle, pues al occidente se rompía una de las laderas para cortar de un tajo la salida al Zulia y a Cornejo que luego denominamos como buenos aparentadores: Autopista.  Y rompimos otra ladera oriental para realizar la nueva vía internacional a San Antonio, qué eufemismo: Autopista Internacional. Y se iniciaron los planes de vivienda social en Juan Atalaya, en Güaimaral, y se planearon Canales y planes maestros de acueducto y alcantarillado. Mi otro escenario era Lourdes y los Cuerpos de Paz, con jóvenes americanos metidos en una integración con los campesinos de todas las veredas. David Pollack  y sobre todo Mary K. Ennis- mi gringa-, quedaron grabados en la memoria para siempre.

Las frases del Presidente nos habían llegado: “Pagaremos cualquier precio, sobrellevaremos cualquier carga, afrontaremos cualquier dificultad, apoyaremos a cualquier amigo y nos opondremos a cualquier enemigo, para garantizar la supervivencia y el triunfo de la libertad”.

Nunca sabremos la autoría del crimen, solo las motivaciones del mismo. Es probable que ni la historia lo llegue a determinar realmente.  Eran tantos sus enemigos: La CIA y sus fracasos, el estamento militar norteamericano, Castro y su inteligencia, el KKK, Los grandes monopolios del Acero y el Petróleo, la mafia con Carlos Marcello, Giancana, Santo Traficante,  Johnny Roselli.
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