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Economía
Así va la temporada de venezolanos en la terminal de Cúcuta
En abril del 2017, el flujo de pasajeros creció un 169 por ciento comparado con el 2016.
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Jorge Andrés Ríos Tangua
Miércoles, 23 de Agosto de 2017

El violín, el mejor amigo, el que lo acompaña desde que tenía cuatro años, el mismo que le ha dejado marcas imborrables en la punta de los dedos,  es la principal compañía de un joven venezolano que prefiere dejar los calzoncillos antes que la maleta negra donde lleva su invaluable instrumento.

Hace una semana, él y su violín llegaron a Cúcuta. Tal vez usted lo ha visto, es moreno, tiene 18 años, pesa 50 kilos, mide un poco menos de 1,70 metros y su pelo corto ya deja ver algunos hilos blancos.

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Se para en las esquinas de la ciudad, preferiblemente en las más transitadas, por ejemplo frente a almacenes Olímpica en la calle sexta con avenida novena, donde interpreta desde música clásica hasta los últimos éxitos del reguetón y el pop.

No toca más de tres horas seguidas porque le da tendinitis y eso lo inhabilitaría por varios días, pero la “necesidad tiene cara de perro”, por eso Dixon Scola lleva una crema desinflamatoria, porque la idea es completar lo del pasaje para llegar a Lima (Perú), donde los esperan unos amigos suyos, también jóvenes músicos venezolanos que ya están allá con sus familias.

Son $710.000, está cerca, pero le falta. Claro, esto sin incluir lo de las comidas, porque son cuatro días de viaje. Solo lo del pasaje equivale a 2,9 millones de bolívares, algo así como 30 salarios mínimos mensuales venezolanos.

Lo importante para este joven artista es que ya salió de Venezuela, una tierra en donde dejó a su mamá, sus tres hermanos menores, su trayectoria, que ya incluía dos presentaciones con la sinfónica de Caracas y sus estudios como ingeniero industrial, carrera que tomó por petición de su padre.

En sus notas se lleva también el amor por su patria, temas como Pajarillo y Alma Llanera, le recuerdan de donde es y a donde volverá. Por ahora, su rostro no deja de esbozar una tímida sonrisa cargada de ilusión, porque en Perú ya sabe que por lo menos seguirá con la música, inicialmente dictando clases.

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Este es el caso tan solo de uno de los miles de venezolanos que a diario llegan a Cúcuta. Este año, producto de la crisis en el país vecino, la terminal de transportes de la ciudad se convirtió en uno de los principales puntos de encuentro de los ‘hermanos bolivarianos’, quienes, empacando su vida en una o varias maletas, buscan transporte para sus nuevos destinos, entre los que se destacan Medellín, Cali, Bogotá, Quito, Lima, Buenos Aires y Santiago de Chile.

A sus destinos llegan en buses, que van cambiando en los trasbordos obligatorios en Cali o Ipiales, antes de salir del país. 

Se adelantó la navidad

Las empresas de transporte de la terminal de Cúcuta no tuvieron que esperar la Navidad para que sus buses empezaran a salir casi que al 100% de su capacidad y las tarifas subieran como si se estuviera en temporada.

Para esta fecha, explicó una de las personas dedicadas a la venta de tiquetes, normalmente un pasaje a Bogotá cuesta $60.000, pero hoy la tarifa es de $90.000 aproximadamente.

Es que, de acuerdo con  las cifras oficiales del terminal, la cifra de pasajeros mensuales aumentó más de un 100%.

“Ya son varios meses así. El principal movimiento de pasajeros se dio antes de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente que se cumplieron en Venezuela el pasado 30 de julio”, dijo Oscar Sandoval, gerente de la terminal de transporte de Cúcuta.

Sin un punto de migración para el control de viajeros en la terminal, a pesar de que este fue pedido por la administración del lugar, algunos empleados de las transportadoras olvidan pedir el pasaporte para vender el tiquete, es algo poco común, pero que pasa de vez en cuando. “Sin el pasaporte no podemos hacer nada, le dijo un vendedor a un viajero venezolano”.

En este movimiento inusual de pasajeros, todos ganan. Alexis, un vendedor de minutos de celular y de dulces, ve como a diario llegan y llegan más personas. “Hay mucha gente, pero también mucho desorden”, aseguró, mientras contaba, que ahora vende  hasta 140 minutos al día, antes vendía 60 aproximadamente.

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El terminal, cuyas instalaciones se han visto desbordadas por los más de 200.000 pasajeros que llegan mensualmente, también se convirtió en hotel de paso de algunos, que amanecen esperando el transporte que no alcanzaron a abordar el día anterior. 

Las maletas, contra la pared que sirven como colchón y almohadas al tiempo, sirven para descansar cuando la comodidad de las sillas no es suficiente.  “Todos los días hay alguien que amanece”, dijo la empleada de uno de los negocios, en donde lo que más compran es agua, porque según ella, “poca plata traen”.

Hablando de plata, los pesos son el otro problema para los venezolanos, a quienes los billetes colombianos les parecen de juguete por su tamaño. Las monedas no son algo a lo que se adapten muy bien y el valor del cambio del bolívar al peso es para ponerse a llorar. 

Así lo constató Noralbis Álvarez, que dejó su país para viajar a Bogotá, en donde espera reunir lo suficiente para regresarse a Venezuela por su hijo de unos meses de nacido, para viajar a Perú, donde está su esposo.

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