Al bolívar fuerte, de fuerte, no le queda nada. Todos le miran con desprecio, hasta los venezolanos, que hacen todo lo posible por negociar en dólares, pesos y hasta con joyas, antes de tener un billete de estos en el bolsillo.
Es como un súper atleta que por una enfermedad pierde su masa muscular hasta quedar tendido en una cama. El presidente Nicolás Maduro ha intentado varios tratamientos para controlar el avance del virus, pero sin mucho éxito.
El control cambiario, la creación del petro, la reactivación de las remesas, la emisión constante de billetes y la renovación del cono monetario, son calmantes que, aunque aplicados en altas dosis, no han tenido el efecto esperado. Hoy el bolívar fuerte languidece en la Unidad de Cuidados Intensivos, ya con un dictamen de muerte firmado por el propio Maduro, que en dos meses espera lanzar al mercado el bolívar soberano, que remplazará al que en su momento fue fuerte.
La vida de este enfermo terminal viene deteriorándose desde hace varios años. Sus familiares –los venezolanos– han visto como su valor cae constantemente. Jackson Palmar llegó a Cúcuta hace dos años, huyendo de la realidad de su país y buscando un mejor futuro para él y los suyos.
Ya en la capital nortesantandereana y con la fortuna de pocos al conseguir un trabajo formal y estable, empezó a girar parte de su sueldo que es en promedio de 1 millón de pesos, a su familia.
Cada quincena, dependiendo de su situación financiera envía 50.000 o 100.000 pesos hacia Venezuela por transferencia. En 2016, para esta misma fecha, con 50.000 pesos alcanzaba a girar cerca de 125.000 bolívares y hoy, con esos mismos 50.000 pesos, el monto llega a los 20 millones de bolívares.
Hace dos años, en las casas de cambio de Cúcuta, la cotización era de 2,2 pesos por bolívar, ahora es de 0,0025 pesos por bolívar.
El problema, cuenta, mientras sube el tono de su voz debido al estrés que le genera la situación de su país, es que allá esa plata no alcanza para nada, todos los días los productos suben de precio y el dinero vale menos. Entonces no sirve de nada que le den más bolívares por cada peso.
Su padre estuvo recientemente en Cúcuta, hicieron un mercado y el dinero restante, el papá prefirió llevárselo en pesos. Nada de bolívares, para qué, si allá (Venezuela), la gente ya prefiere negociar en pesos o dólares.
La otra cara de la devaluación la vive Jackeline Fajardo, que, contrario a lo de Palmar, llega a Cúcuta para cambiar bolívares por pesos. Para poder tener 50.000 pesos debe ahorrar 10 millones de bolívares, el equivalente a cuatro salarios mínimos integrales mensuales vigentes en Venezuela, que hoy es de 2,5 millones de bolívares.
La cotización del bolívar para el cambio directo en las casas de cambio se ubica en promedio a 0,005 pesos por bolívar, mientras que en mayo de 2016 estuvo en 2,5 pesos por bolívar.
Al preguntarles hasta dónde creen que va a llegar la devaluación, Palmar responde que en algún momento esto tiene que parar, “tiene que haber un punto donde no pueda bajar más”. Mientras que Fajardo no guarda esperanza y dice que la cosa no va a mejorar.
(Las remesas dan un respiro a los venezolanos.)
Seguirán los ceros
El bolívar, indican los expertos, seguirá perdiendo valor. Los ceros que se pueden poner a la derecha de la coma son casi que interminables. Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica de Venezuela, expresó que no hay nada que haga pensar que el fenómeno de devaluación se va a detener.
La tasa de cambio, explicó el experto, recoge las expectativas de las decisiones que toman los agentes económicos, en este caso el Gobierno de Venezuela. Entonces, “no hay razones para pensar que la dinámica va a mejorar mientras no se tomen medidas para rescatar la confianza de los empresarios y los consumidores, restablecer los equilibrios macroeconómicos y resolver el problema hiperinflacionario”, señaló Oliveros.
La devaluación entonces obedece a una presión constante sobre la moneda, que recibe además el impacto de la creciente demanda de dólares y la poca oferta de ellos en el mercado. El director de Ecoanalítica indicó que la población venezolana hoy intenta protegerse y para ello busca dólares, ya sea para salir del país, para ahorrar o comprar productos para vender y esto genera un aumento del precio del dólar negro y un menor valor del bolívar.
Juan Fernando González, empresario del sector cambiario de Cúcuta y miembro de la Asociación de Profesionales del Cambio de Norte de Santander (Asocambios), señaló que la devaluación del bolívar ya se volvió algo con lo que están acostumbrados a vivir en el gremio. Eso sí, dejó claro que el precio actual de la moneda venezolana, por debajo de un peso, ha generado una reducción en las transacciones, porque cada vez menos personas se acercan a comprar o vender bolívares.
“El 90% de las transacciones que hacemos, son por montos inferiores equivalentes a 200 dólares”, señaló el empresario, haciendo referencia a la baja cantidad que traen los clientes para cambiar.
Pero no todo es malo para los profesionales del cambio. Dentro de los diferentes segmentos que atienden, el que ha presentado una mejor dinámica es el de las remesas, debido al creciente número de personas del país vecino que viven en Cúcuta y envían dinero hacia sus hogares.
En general, lo único claro es que hasta que no pase nada extraordinario en Venezuela el bolívar seguirá bajando de precio y se le pondrán tantos ceros a la derecha de la coma como sea posible.