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Economía
El hombre detrás de Centrales Eléctricas
Alberto Rangel Becerra fue gerente de la electrificadora de Norte de Santander por 27 años.
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Estefanía Colmenares
Sábado, 7 de Noviembre de 2015

El 8 de noviembre ha sido una fecha clave para Alberto Rangel Becerra. Ese día, en 1988 fue encargado como gerente de Centrales Eléctricas y exactamente el mismo día, 27 años después, se despide de la empresa a la que le dedicó casi medio siglo de vida laboral. En entrevista con La Opinión habló de su historia en la compañía.  

El próximos lunes, Alberto Rangel cambiará, por primera vez, la rutina que ha seguido en los últimos 41 años. En esas más de cuatro décadas, madrugó sin falta para estar antes de las 7 de la mañana en Centrales Eléctricas, la empresa a la que llegó como un economista sin experiencia y de la cual terminó siendo gerente general los últimos 27 años. Este lunes despertará sin afanes y empezará a disfrutar de su nueva vida como jubilado. 

Su llegada a la compañía en 1974 se dio por un evento desafortunado: el avión en el que regresaban de la electrificadora de Santander el economista y el contador, se estrelló en un cerro cerca al río Zulia. Ambos fallecieron. 

En ese momento, ese muchacho inexperto, oriundo de la Don Juana, recién egresado de la Universidad Nacional y sin ninguna ‘palanca’, presentó su hoja de vida al entonces gerente general, Alberto Estrada, quien por afinidad regional –pues  había vivido varios años en Bochalema–, convenció a la junta directiva para que lo aceptara. 

Su ‘estreno’ en el primer trabajo de su vida no fue fácil, pues con su antecesor ya fallecido no tuvo quien le hiciera empalme.  Pero eso, más que una dificultad, él lo convirtió en una fortaleza: se puso a estudiar y a aprender todos los procedimientos; se metió en cuanto comité pudo y a todo el que se le acercaba le aprendía el método para hacer las cosas bien. 

Así fue ganando espacio y se fue volviendo indispensable, hasta convertirse en la persona de confianza de Estrada. Antes de llegar a ser gerente general, pasó por la jefatura de Planeación y ocupó el cargo de subgerente administrativo y financiero. 

Catorce años después de su llegada, exactamente el 8 de noviembre de 1988, llegó a ocupar el cargo más importante de la compañía. Y justamente hoy, el 8 de noviembre, se despide para siempre de esa empresa que logró convertir en la más importante del departamento. 

‘Pasión’ ha sido su palabra clave, según cuentan sus colaboradores más cercanos. “Siempre nos ha dicho: hágalo con pasión y verá que le sale bien”, cuenta Óscar Gutiérrez, su conductor de confianza desde hace 14 años. 

La sencillez es la cualidad que mejor lo define. “Nunca me he sentido como un subalterno. A los empleados siempre nos ha dicho que más que un jefe, es un amigo”, confiesa Gutiérrez. Y así lo sienten quienes lo han acompañado en este casi medio siglo de labores. 

Su despedida ha generado todo tipo de manifestaciones de aprecio, gratitud y admiración. Ahora, desde la jubilación, se dedicará a compensar la gran deuda que tiene con su familia y su hogar, del cual estuvo ausente por cuenta de su consagración al trabajo. 
 
¿Cómo logró llegar a gerente,  por encima de personas que tenían cargos de mayor responsabilidad y más antigüedad en la empresa? 

Cuando Alberto Estrada se iba a jubilar, ya había otros candidatos recomendados. Pero el gerente no quería permitir que la entidad se politizara, por eso me recomendó. Él me mandó a donde Eustorgio Colmenares Baptista, muy cercano al entonces presidente Virgilio Barco Vargas, para que me entrevistara. Ese día conocí a Eustorgio, quien era partidario de que la empresa se siguiera manejando técnicamente. Después de la entrevista cogió el teléfono delante mío y llamó al presidente Barco para sugerirle mi nombre. Así empezó mi historia en esta empresa. 

¿Y cómo logró mantenerse con tantos intereses políticos moviéndose alrededor de Cens?

A los dos años de estar en el cargo, Félix Salcedo Baldión me iba a sacar, pero el gremio del comercio protestó y los trabajadores se opusieron. En ese entonces el alcalde era Jairo Slebi y Amilkar Acosta era el viceministro de Minas y Energía. Yo era muy cercano a su esposa. Ella lo alertó de la maniobra que estaban haciendo para sacarme y él también se interpuso. La segunda, vino por cuenta de ‘La Chava’ (Isabel) Celis, congresista nortesantandereana, quien estaba pidiendo mi cargo a cambio de aprobarle una ley al gobierno. Ya cuando estaban en la junta para tomar la decisión, el ministro se interpuso y me mantuvo. Y la última fue en el Gobierno de Uribe; a él lo llamaron a decirle que yo me estaba oponiendo a la venta de la empresa y que había participado en una manifestación a la cual nunca asistí. Entonces les dije que si me comprobaban que yo estaba allí tenían mi renuncia. Como nunca pudieron probarlo, aquí me quedé. 

Cuando recibió la empresa, ¿con qué panorama se encontró?

Lo que más recuerdo cuando la recibí es que todas las noches nos tocaba racionar la provincia de Ocaña y el sur del Cesar, porque la línea que había entre Tibú, Convención y Ocaña estaba saturada. Fuera de eso, cada dos meses la guerrilla volaba la línea y los dejaba sin energía. Lo primero que hice cuando llegué fue construirle una nueva línea a Ocaña de 230 mil voltios. Así logré acabar con los racionamientos. Ese es uno de los logros más importantes que he tenido, por que esa obra permitió, años después, toda la electrificación rural que hemos hecho en El Catatumbo. 
 
¿Cuál fue el momento más difícil de todos estos años?

La época de Fenómeno de El Niño, que generó el racionamiento de energía, en la presidencia de Gaviria. Nosotros teníamos excelentes relaciones con Venezuela y ellos me suministraban energía, pero esa energía no se podía enviar para el interior del país porque no se podían sincronizar los dos sistemas. Toda esa energía se quedaba aquí y por eso Cúcuta solo tenía media hora de racionamiento, mientras que en el resto del país eran 6 horas. Ese fue un momento crítico y difícil. Cuando yo llegué a la gerencia, construí la línea de interconexión entre Cúcuta y San Cristóbal. Eso fue lo que me sirvió para traer energía y suplir el déficit en el racionamiento.

Su gusto por el deporte es un tema que lo identifica. ¿Qué es lo que más le gusta practicar?

Llevo el deporte en la sangre y me gusta apoyarlo. En la empresa hice parte  de las ligas de fútbol, de ciclismo, de patinaje y de básquet. Fui uno de los promotores de los juegos eléctricos en el país. Siempre he apoyado al Cúcuta Deportivo y acabo de entregar uniformes para los deportistas que van a participar en los Juegos Nacionales, porque no tenían plata para adquirirlos. Ahora me voy a dedicar a perfeccionar el golf, pues me dicen que tengo el mejor swing del club (risas)… 

Con razón lo catalogan como una persona muy saludable...

Soy muy sano, me encanta comer bien. De hecho, en estos 41 años solo me he incapacitado dos veces: hace un año jugando fútbol con los directivos tuve una ruptura del tendón de Aquiles y en otro partido en Durania tuve una lesión de menisco. Cuando voy por las oficinas, a los que están subidos de peso les digo que se tienen que adelgazar. A los empleados les tengo gimnasio, bailoterapia, para mí la salud ocupacional es muy importante y les doy facilidades para que se cuiden, porque el estrés que manejan es muy alto. 

Sus empleados dicen que las citas con usted empiezan puntuales o no empiezan...

Esa disciplina la adquirí en Francia, a donde me fui a especializar. Con eso soy muy exigente. Siempre estoy acá antes de las 7 a.m, soy el primero que llego y el último que sale. Los acostumbré a todos a respetar el tiempo de los demás. Es una cultura que le dejo a la empresa. 

Ahora que se levante y no tenga que cumplir horario, ¿a qué se va a dedicar?  

Tengo una gran deuda con mi familia porque por tanto trabajo he estado muy ausente. El tiempo ahora se lo voy a dedicar a los nietos, a mis hijos y a mi esposa. Voy a hacer ejercicio todas las mañanas. 

Al mirar atrás, ¿cómo define la empresa que deja?

Como una empresa moderna, en la que logramos consolidar el sistema eléctrico con la construcción de nuevas subestaciones en Atalaya, La Ínsula, Boconó. Todas quedan totalmente automatizadas, antes funcionaban con operadores las 24 horas del día. Dejo una empresa con tecnología de punta, con sofisticados sistemas de seguridad y con redes totalmente nuevas. Y con proyectos sociales andando, que me llenan el corazón, como el de electrificación rural, que nos ha permitido llevarle energía a campesinos que antes tenían que recorrer hasta 10 kilómetros para poder cargar un celular. 

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