Camina más de siete horas al día, no es atleta de alto rendimiento ni está buscando romper el récord mundial de maratón que ostenta el keniano Denis Kimetto, que en 2014 recorrió 42,1 kilómetros en 2 horas, dos minutos y 57 segundos.
A las 7 de la mañana, todos los días, desde hace 40 años, Miguel Rojas sale de su casa a trabajar. Su oficina son las calles de los barrios de la zona céntrica de Cúcuta y su materia prima es la basura.
¡Compro chatarra, cartón, aluminio! Grita, mientras camina a paso cansino por una de las vías de la ciudad, arreando su vehículo, que no tiene motor, pero sí cuatro llantas que soportan el peso de una estructura metálica y una plancha de madera, donde echa todo lo que recoge.
Este hombre, que vive en una de las 40 invasiones que tiene la capital nortesantandereana, se dedica a la recolección de chatarra y material reciclable.
Como él, se calcula que hay más de 1.500 personas dedicadas a esta actividad. Aunque no es fácil y la rentabilidad no es muy alta, Rojas, cuya piel ya denota el paso del sol y los años, vive feliz con su trabajo, el cual le permite llevar el sustento a su hogar, conformado por su esposa y sus hijos.
“Hay días buenos en los que me hago hasta 30 mil pesos, pero eso casi nunca pasa”, contó, mientras descansaba un momento recostado sobre su carreta, medio vacía. El problema de ser reciclador y chatarrero es que la mercancía no vale casi nada y a veces toca pagarla, porque la gente casi nunca la regala. Hace unos días llegué con 800 pesos a mi casa, producto de 3 kilos de reciclaje que vendí”, dijo.
En el caso del cartón, por ejemplo, un kilo en las recuperadoras y comercializadoras de esta mercancía lo pagan a 150 pesos. Es decir, que si Rojas llena al máximo su carreta con 150 kilos, esto le representaría un ingreso de 22.500 pesos; el problema es que nunca se consigue tanto cartón para eso.
Se calcula que un bulto lleno de cartón, de esos que los recicladores llevan sobre su espalda, pesa alrededor de 10 o 15 kilos, que representan máximo 2.250 pesos, que alcanzan para una gaseosa tamaño personal y que puede ser el equivalente a un día de trabajo.
Por supuesto, el cartón no es lo único que se recoge. El kilo de vidrio se paga a 30 pesos, el plástico a 300 pesos, la chatarra a 350 pesos, el cobre a 11.000 pesos y el bronce a 7.500 pesos, siendo estos últimos los más buscados, pero los más difíciles de conseguir.
El trabajo de este hombre termina entre las dos y las tres de la tarde, después de esa hora ya no se encuentra nada, entonces “se va para su casa a descansar”.
La basura también viaja
Pero no todos salen de día ni tienen una familia ni una vida destinada a esta actividad. *Juan, de 20 años aproximadamente, recorre las calles de la ciudad, las mismas que Rojas, pero no grita nada para no llamar la atención; además, lo hace en la noche.
Con el dorso descubierto y las costillas casi que tatuadas en la piel, este joven cuyo aspecto refleja el trasegar de la calle, va con su carreta revolviendo entre la basura, buscando algo que le puede servir para vender o para comer.
Como en la ciudad no hay grandes empresas que transformen el material reciclado, *Juan, al igual que Rojas, lleva lo que recoge a las comercializadoras, en donde los materiales son compactados y enviados a Bogotá, Medellín o Boyacá.
Entonces, el cartón y los demás residuos que este hombre recoge durante las noches en las calles, regresan a estas ciudades, donde están las fábricas que los transforman de nuevo en productos comerciales, los cuales, como el cartón o el vidrio, vuelven de nuevo al mercado y posiblemente a Cúcuta.
Una dura realidad
El trabajo de reciclar en Cúcuta no es fácil, una de las razones es que no hay cultura para ello, entonces, no hay separación de basuras en los hogares y las personas se ven obligadas, literalmente, a meter las manos en las bolsas donde está todo revuelto.
Sin embargo, este no es el único problema. Antonio José Osorio Rojas, representante de la Asociación de Recolectores Emprendedores de Norte de Santander (Arenorte), reconoció que la realidad de estas personas es muy difícil en materia económica, social y humana.
Precisamente, por su nivel de ingresos, gran parte de los que se dedican a esta actividad hacen parte de la población de la ciudad que vive en la pobreza y la pobreza extrema, es decir, que sus ingresos mensuales para cubrir las necesidades básicas están por debajo de los 266.000 pesos y 120.000 al mes, respectivamente.
En Cúcuta, de acuerdo con los datos oficiales correspondientes a 2016, el 33,4% de la población vive en situación de pobreza y el 7% en pobreza extrema.
El líder de la Asociación aseguró además que esta es una comunidad muy inestable, con gente que aparece un día y después desaparece por uno o dos meses, por lo que es difícil desarrollar un trabajo de superación con ellos.
Aunque se calcula que el 30% de la basura que se recoge en Cúcuta es reciclable, esta industria no ha logrado consolidarse en la región, lo que impide el fortalecimiento de las líneas de trabajo hacia los recicladores.