A los 43 años, Luis Miguel Trujillo tiene –como él dice– una vida envidiable. El lema de este músico, escritor y profesional en comercio internacional es sencillo: ‘soy un generador de una vida en la que no necesito vacaciones’.
En una conversación que no duró más de 20 minutos, después de ofrecer una conferencia a centenares de empresarios de agencias de viajes, reunidos en el pasado Congreso Nacional de Anato, en Armenia, este bogotano,de tez blanca y una estatura aproximada de un metro con 70 centímetros habló con La Opinión de lo bacana que es su vida desde que decidió hacer cosas nuevas.
Para él, estar feliz y a gusto depende de tres aspectos básicos: aprender, lograr metas y pasarla bueno. Si en materia laboral ninguna de las tres se cumple, la persona tiene que evaluar su situación porque seguramente no es feliz, pero, si pasa lo contrario “la va a sacar del estadio”.
Casado y sin hijos, Trujillo es el autor de Haz que suceda –uno de los más vendidos en Colombia en 2012–, en donde explica la importancia del esfuerzo sostenido en el desarrollo humano. La metodología aplicable a nivel personal y empresarial fue comprobada por el baterista del grupo Afora en una aventura en el Monte Everest, que lo puso a prueba mental y físicamente.
Everest- Lobuche2010, como se le llamó a la expedición en donde 16 personas escalaron para tocar las cumbres de los montes Lobuche y el Kala Patthar, este último a 5.545 metros sobre el nivel del mar, los dos ubicados en la cordillera del Himalaya, en el Valle de Khumbu, le dejó varias enseñanzas a este profesional, una de ellas es que el entrenamiento mental es más aburrido que el físico.
Lo interesante de la cumbre es que tuve la fortuna de conocer a los grandes escaladores colombianos. Ellos me dijeron que se iban para el Himalaya y yo les dije que quería ir, y les pregunté qué debía hacer.
Me dijeron: pues listo, lo primero que debe tener es cuerpo… Pero yo cuerpo no tengo, porque soy ‘paticortico’, entre otras cosas.
Me dijeron que tenía que tener mente de escalador….Yo si ni siquiera conocía la nieve, ¡cómo iba a tener mente de escalador!
Me dijeron, también, que necesitaba ganas y 50.000 dólares… Dije, bueno perfecto, entendiendo que debía conseguir el patrocinador para arriesgar mi vida en una experiencia con cero posibilidades de éxito.
¿Qué aprendió subiendo el Himalaya?
El aprendizaje más grande fue el trabajo en equipo, trabajar para otra persona y alegrarse por su éxito. En la montaña yo me alegraba por lo que el otro lograba porque yo le ayudé, y eso a nivel empresarial se llama marketing colectivo- marketing personal, en donde yo trabajo para mí sabiendo que también estoy ayudando a otro y ambos trabajamos por una meta en común.
Los multimillonarios dicen que uno no debe trabajar para los sueños del otro, pero es todo lo contrario. Si yo no trabajo para los sueños de otro y nadie trabaja para los míos, podemos mirar así quién cumple sueños.
¿Cuándo supo que había llegado a su límite?
Yo no encontré mi límite físico en el Himalaya, pero si en el tercer mes de entrenamiento. Hubo una prueba física de un ejercicio que duró tres horas y ahí descubrí una cantidad de cosas, pero fue tan bueno el entrenamiento que cuando subí la montaña sentí que podía seguir para arriba. Pero hay otro tipo de límites. Por ejemplo, en el entrenamiento Haz que suceda lo meten a uno en un círculo con 25 piedras y hay que permanecer en el círculo durante tres días y dos noches, el objetivo es salir de ahí con la lista de las 25 piedras en el camino, es decir, la lista de las cosas para las que usted se cree negado, pero con el reto de que un año después tiene que ser experto en las 25 para poder quitarse esas piedras.
Esto aplica a nivel empresarial…
Los límites en la parte corporativa están en el reconocimiento. La gente cree que se conoce y por eso pone sus límites. Lo que dice la metodología es que es necesario hacer un nuevo autoconocimiento, porque si usted se conoce y dice que el inglés no le entra, está jodido, porque uno no puede ganarse el único cerebro del planeta al que no le entra el inglés.
El límite no está en la tarea. Los límites están puestos para el que los logra, porque el que solo lo intenta nunca llega a su límite.
Usted estuvo a 3 mil metros de tocar la cima del mundo, ¿cuál debe ser la cima de una empresa?
La cima se la pone el gerente de la empresa. El problema no es apuntar alto y no darle, el problema es apuntar bajo y darle. La cima depende de cómo se establezca y hasta dónde se pueda llegar de forma taxativa. Uno no puede quedarse en metas, hay que seguir avanzando.
¿Subir el Lobuche y el Kala Patthar han sido sus mayores experiencias?
La experiencia del Himalaya es la que más llama la atención, pero hemos hecho (grupo de trabajo y empresa) cosas más importantes. Por ejemplo, cuando llegamos del Himalaya dijimos bueno, 16 cumbres ¿ahora qué hacemos? Entonces una persona nos dijo que él tenía muy mala memoria y empezamos un entrenamiento y conformamos el primer equipo de deporte mental que tiene Colombia. Ya quedamos séptimos en Latinoamérica con David Escobar en Súper Cerebros de Natgeo y esperamos clasificar a Las Vegas y desde allí ir a Alemania donde se hace el mundial de memorización de datos a muy alta velocidad. Eso es algo que ningún latino ha hecho y nosotros lo vamos a lograr en cinco años y esto será mucho más extraordinario que ir al Himalaya.
¿Cuál de los dos proyectos es más difícil?
Cuando uno va al Himalaya entrena una hora al día, modifica su cuerpo y su mente por un año, pero es muy divertido. Compras equipos, vas a campar, tomas fotos, pero el deporte mental es lo más aburrido del mundo. Esta uno solo con el computador, haciendo ejercicios, nadie hace una entrevista, nadie quiere estar con uno, hay que entrenar dos horas al día durante tres o cuatro años y por eso nos metimos en eso.