A los negocios dedicados a la venta de repuestos para vehículos se les acabó la gasolina y se mantienen andando, prácticamente, con el mínimo. Este año las bajas ventas se agudizaron, cayendo cerca de un 65%, lo que hecho que algunas desparezcan y otras limiten su funcionamiento.
De los 670 negocios dedicados a esta actividad la región, se redujo a 450; lo que originó la pérdida considerable de empleos, por lo menos uno por cada unidad de comercio.
Las cifras entregadas por la Asociación del Sector Automotriz y Sus Partes (Asopartes) son el reflejo de una situación que se viene viviendo desde hace varios años, pero que en 2017 ha tocado fondo.
Tulio Zuloaga, presidente ejecutivo del gremio, indicó que en Norte de Santander, por su condición de frontera, se integran una serie de factores nocivos para la actividad. Una es el contrabando que llega por Venezuela, procedente de Estados Unidos.
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Así como la salida de repuestos usados hacia el país vecino. “Es un contrabando que se da en los dos sentidos”, agregó.
El año pasado, la comercialización de repuestos ilegales para carros dejó negocios por 450 millones de dólares y en 2017 se estima que van 280 millones de dólares, por lo que la cifra de cierre estaría cercana a la de 2016, precisó Zuloaga.
Las bajas ventas también se explican por el deterioro del mercado venezolano, que en su momento era el mayor generador de ingresos. David Alberto Reyes, empresario del sector y vocero de Asopartes en el departamento, dijo que tras la devaluación del bolívar y los cierres fronterizos, dejaron de hacer ventas para 8 millones de vehículos y se quedaron con un mercado de 800.000 automóviles.
Para sostenerse en el mercado, algunos negocios han entrado a negociar con sus trabajadores para evitar despidos, implementando pico y placa para las jornadas laborales y reduciendo salarios, dijo Reyes.
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Un reflejo extra de la crisis del mercado es que los comerciantes están vendiendo más productos genéricos que originales, debido a que cuestan menos y son de mayor preferencia por los clientes. Mientras un sensor de oxígeno original cuesta $800.000, el genérico vale $300.000.
“Los pocos que aún preguntan por repuestos originales son venezolanos, por la cultura que tenían de venir a comprar todo original”, agregó Reyes.