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Sucedió lo último que nos faltaba a la ciudad y la región, que con tanta crisis y dificultades, lo único que se le ocurrió al ministro de Vivienda fue venir a vaciarnos porque la reconstrucción de Gramalote no se ajustaba a los tiempos programados por ellos mismos. Ahora resulta que la no reconstrucción de Gramalote es por culpa de la alcaldesa y hasta de los mismos gramaloteros porque no vino a la reunión la gerente del Fondo de Adaptación. Mientras eso sucedía con Vargas, el ministro de Hacienda decide venir a la ciudad sin avisarle a nadie, no se reúne con los gremios ni las autoridades ni con nadie, van al puente internacional y como si estuvieran de turismo sacan la cámara y toman fotos, y oh, aleluya, el ministro y el director de la DIAN se van desencantados de la ciudad porque terminaron dándose cuenta de algo que sabemos hace 50 años, y es que esta es una ciudad tolerable con el contrabando, como lo expresaron subiéndose al avión. Acaso el ministro pensaba encontrarse con una ciudad industrializada?
Razón tenía mi abuelita hace muchos años, que ante los desaciertos de un ministro que vino por acá, casi a sus noventa lo único que se le ocurrió decir fue “ese señor está miando fuera del pote”.
Lo del ministro de Vivienda parece que fuera un chiste justo en el día de sus cumpleaños, pues como lo expresara algún escrito de este periódico, si el ministro se arrechó porque la gerente del Fondo de Adaptación, Carmen Arévalo, no estaba presente en la reunión, cuando la sede de ella también está en Bogotá, pues en esos mismos términos, deberían estar más arrechos son la gente de gramalote, al ver dos funcionarios del gobierno nacional protagonizando delante de ellos un espectáculo de tercera, pues es a ellos a quienes les corresponde coordinar todo lo que corresponde a la reconstrucción, son los que tienen la plata, pero ese es el tratamiento a una región en crisis. Es probable que el ministro y la gerente sí se hubieren visto en Bogotá por ejemplo en la boda de la hija del procurador, pero desde luego que por estar tomando whisky y estar atentos a tomarse una foto con Piedad Zucardi, no tuvieron tiempo ni de hablar de Gramalote ni de coordinar su visita.
En el tema de la reconstrucción de Gramalote el gobierno tiene todavía un as bajo la manga, y es el de que nos manden a los abogados que ante la Corte Interamericana aseguran que en la toma del palacio de justicia no hubo desaparecidos, y aquí igual, podría decir que los gramaloteros ya no existen, y así se evitarían gastar dineros en una región que es tolerable con el contrabando. De las visitas ministeriales de esta semana que pasó la que sin duda fue más seria y mejor intencionada fue la de la ministra de Transporte, quien al menos se tomó el trabajo de subirse a un bus y hacer el recorrido de manera directa en la vía a Ocaña, con mareo incluido, para percatarse del estado lamentable de la carretera, y ojalá que llegue a Bogotá y le cuente al presidente Santos que esa vía da pena, y él, que por estos días lo vimos manejando un bus por una vía de la costa, nos visite, bienvenido presidente, y aquí lo subimos a un bus de transmotilones para que también lo maneje hasta Sardinata ida y vuelta, y yo me encarg
aría incluso de invitar a pasteles que no serían de contrabando, para evitar que el ministro de Hacienda y el director de la DIAN se lleven una mala impresión de Cúcuta.
Razón tenía mi abuelita hace muchos años, que ante los desaciertos de un ministro que vino por acá, casi a sus noventa lo único que se le ocurrió decir fue “ese señor está miando fuera del pote”.
Lo del ministro de Vivienda parece que fuera un chiste justo en el día de sus cumpleaños, pues como lo expresara algún escrito de este periódico, si el ministro se arrechó porque la gerente del Fondo de Adaptación, Carmen Arévalo, no estaba presente en la reunión, cuando la sede de ella también está en Bogotá, pues en esos mismos términos, deberían estar más arrechos son la gente de gramalote, al ver dos funcionarios del gobierno nacional protagonizando delante de ellos un espectáculo de tercera, pues es a ellos a quienes les corresponde coordinar todo lo que corresponde a la reconstrucción, son los que tienen la plata, pero ese es el tratamiento a una región en crisis. Es probable que el ministro y la gerente sí se hubieren visto en Bogotá por ejemplo en la boda de la hija del procurador, pero desde luego que por estar tomando whisky y estar atentos a tomarse una foto con Piedad Zucardi, no tuvieron tiempo ni de hablar de Gramalote ni de coordinar su visita.
En el tema de la reconstrucción de Gramalote el gobierno tiene todavía un as bajo la manga, y es el de que nos manden a los abogados que ante la Corte Interamericana aseguran que en la toma del palacio de justicia no hubo desaparecidos, y aquí igual, podría decir que los gramaloteros ya no existen, y así se evitarían gastar dineros en una región que es tolerable con el contrabando. De las visitas ministeriales de esta semana que pasó la que sin duda fue más seria y mejor intencionada fue la de la ministra de Transporte, quien al menos se tomó el trabajo de subirse a un bus y hacer el recorrido de manera directa en la vía a Ocaña, con mareo incluido, para percatarse del estado lamentable de la carretera, y ojalá que llegue a Bogotá y le cuente al presidente Santos que esa vía da pena, y él, que por estos días lo vimos manejando un bus por una vía de la costa, nos visite, bienvenido presidente, y aquí lo subimos a un bus de transmotilones para que también lo maneje hasta Sardinata ida y vuelta, y yo me encarg
aría incluso de invitar a pasteles que no serían de contrabando, para evitar que el ministro de Hacienda y el director de la DIAN se lleven una mala impresión de Cúcuta.